Una jirafa, unas ruinas romanas, un edificio de cristal y un guardia de tráfico. Cuatro elementos que nadie imagina en una misma escena salvo que conozca la imaginativa obra del artista vasco Ignacio Goitia. Son cuadros que aúnan lo exótico y lo cotidiano, lo civilizado y lo salvaje, en una asombrosa combinación que invita a la reflexión. Tras cuatro décadas de recorrido por museos y galerías de todo el mundo, la obra de Goitia ha tomado una nueva vida, plasmada en prendas de vestir y objetos de decoración, una gama de productos que hace las delicias de los amantes del arte. Todo ello se puede encontrar en las tiendas que el artista regenta en Bilbao y Madrid.
Corbatas, pañuelos, lámparas, vajillas y cojines, los vistosos cuadros parecen adaptarse a cualquier tipo de soporte. «Me interesa el hecho de acercar el arte al público en general y adaptarlo a la vida cotidiana», cuenta Ignacio Goitia. «Los cuadros van a un museo o a una colección y casi nadie los ve. Me apetecía darles una nueva vida y jugar con ellos, crear objetos nuevos».
Según explica, no se ha limitado a estampar sus cuadros en un pañuelo, una corbata o un plato, sino que va adaptando diferentes elementos de su obra a cada soporte, buscando la combinación que mejor destaque en cada objeto. «Por ejemplo, con cada pañuelo he estudiado cómo se va a ver cuando se lleva puesto, cómo se mueve, cómo es la trasera. Las corbatas están diseñadas de modo que al anudarlas se vea justo el dibujo». Entiende cada pieza como una nueva obra de arte surgida a partir de sus cuadros: «Divido un cuadro, cojo elementos de otro, hago montajes con diferentes escenas hasta que el diseño funcione bien, que tenga vida propia».

La idea de trasladar su obra a objetos de uso cotidiano y exponerlos en una tienda propia surgió de forma natural, casi como un paso lógico en la forma que tiene Goitia de exponer su obra, con decorados envolventes y una escenificación muy tangible. «Las exposiciones que hacía eran cada vez más escenográficas. La verdad es que mis propios cuadros también tienen mucho de escenografía, con las referencias a la arquitectura y todo eso». En una muestra en Miami preparó una sala entera con papeles pintados y poco después, cuando en 2019 le dedicaron una retrospectiva en la Sala Rekalde de Bilbao, reconoce que todo el montaje fue «muy teatral». «Construí un espacio donde el espectador se sintiese dentro del cuadro».
Aprovechando el material que le sobró de la puesta en escena de una de las exposiciones, se decidió a hacer una pequeña cantidad de pañuelos. «Fue una prueba pero tuvo éxito», rememora el artista. En un principio organizaba pop-ups en su estudio o en casas de amigos para vender los productos que había creado. Una vez montó un puesto de venta temporal en la Fundación Carlos de Amberes de Madrid junto al escultor Fernando Oriol.
Sin embargo, la oportunidad de abrir una tienda permanente surgió espontáneamente. «Yo seguía con mis cuadros y exposiciones. Llevé la retrospectiva de la Sala Rekalde a Lisboa y a Roma; no había pensado demasiado en abrir mi propio espacio, hasta que un día iba paseando por Bilbao y vi un local con el cartel de ‘Se vende o se alquila’ y me pareció un sitio curioso». Era una antigua joyería en la calle Doctor Achúcarro. Las pop-ups funcionaban bien, así que no se lo pensó mucho: «Se me encendió algo y me lancé».
Pequeños museos
Casi de la noche a la mañana se convirtió en dueño de una tienda, pero claro, necesitaba crear nuevos productos para tener algo que vender. «En aquel momento yo tenía pañuelos, algo de obra gráfica y mis propios cuadros; tenía que crear algo más». Así que tiró de los contactos que ha ido tejiendo durante cuatro décadas de recorrido artístico.
«Una amiga de Milán me puso en contacto con alguien que hacía porcelanas, otra de Madrid me habló de gente que hacía bandejas…», así empezó la obra de Ignacio Goitia a conquistar nuevos soportes y materiales hasta llegar al amplio catálogo que ofrece hoy en día.

Por si no fuera poco con la tienda de Bilbao, unos meses después le surgió la oportunidad de abrir otro establecimiento en la plaza de las Salesas de Madrid. «El local era de unos amigos y se les iba a quedar libre». Ahí tampoco se lo pensó demasiado, aunque no tiene motivos para arrepentirse, porque las dos tiendas funcionan bien. En Bilbao, su ciudad, el público le conoce y valora, mientras que en Madrid ha encontrado un tipo de comprador más universal, aprovechando el enorme movimiento cultural que genera la capital española.
A eso hay que sumarle los curiosos, tanto locales como turistas, que de vez en cuando se acercan, como si las tiendas fueran pequeños museos. No en vano, al entrar en cualquiera de los dos establecimientos, el universo de Ignacio Goitia envuelve al visitante nada más entrar, convirtiendo al espectador en un habitante más de un mundo en el que el pasado y el futuro se unen, donde conviven lo lejano y lo cotidiano. El papel pintado de las paredes y el techo emulan una arquitectura monumental, mientras las piezas artísticas nos muestran una combinación de edificios clásicos y modernos, animales exóticos y personajes de lo más variopinto.

Cada esquina y recoveco de las tiendas, incluidos los techos y las alfombras, tiene el inconfundible sello de Ignacio Goitia, no hay un solo rincón que escape al afán decorador del artista. Quien quiera llevarse un trocito de ese universo tiene dónde escoger: pañuelos y corbatas con decenas de diseños a elegir, lujosas bandejas, originales vajillas, coloridos cojines y un largo etcétera. Para quien busque más exclusividad, Goitia colabora con Matxalen Krug, una artista especializada en joyas con la que acaba de lanzar una colección de broches, gemelos, colgantes y demás.
Además, en el caso de la tienda de Bilbao, el artista ha preservado los elementos decorativos del escaparate de la joyería que hubo antes, integrándolos en el conjunto artístico. «Me gustó el mármol verde, los detalles en bronce, la estética de los años cincuenta». También ha conservado los grandes espejos del comercio que le precedió. En cambio, en la tienda de Madrid, al ser más grande, Goitia ha jugado con los espacios, ofreciendo una experiencia que refleja su mundo. «Yo soy pintor, esto es lo que puedo aportar a un comercio».

En las tiendas no faltan sorpresas, detalles originales o espacios sorprendentes. Así, en la tienda de Bilbao, el piso de abajo, al que se accede por una elegante escalera, guarda dos estancias que funcionan como pequeñas galerías de arte. En una de ellas se puede apreciar una muestra de la obra gráfica de Goitia, pequeños dibujos en papel que contrastan con sus coloridos cuadros de grandes dimensiones. La otra estancia es, en realidad, la antigua caja fuerte de la joyería, en cuyas paredes apenas hay espacio para tres cuadros. Un lugar singular para las miniexposiciones que organiza Goitia, con su propia obra o la de artistas amigos.
Reflexión y contrastes
A pesar del aspecto fantástico y exótico, cada obra de Ignacio Goitia cuenta una historia unida al mundo actual, según explica el propio artista. Por ejemplo, el escaparate de la tienda de Bilbao muestra una escena en la que se entrelazan unas ruinas romanas y el skyline de Miami. «Ese cuadro reflexiona sobre la colonización, recuerda cómo los europeos fuimos a conquistar América y ahora es la propia América la que nos conquista por medio de la globalización». En otra serie combina elefantes suntuosamente decorados, camellos, palacios y policías de uniforme para hablar de la inmigración: «Si vienes sobre un lujoso elefante, puedes pasar por el Arco del Triunfo; si no, te quedas fuera».
Además, la combinación de elementos del pasado y del presente le ayuda a plasmar una de sus ideas artísticas más persistentes, la temporalidad. «El tiempo se mezcla en el presente, es decir, el pasado, el presente y el futuro, todo lo vivimos hoy», explica Goitia. «Vivimos en ciudades antiguas que se van adaptando al presente. Así, en el Casco Viejo de Bilbao vas andando por calles que pueden ser del siglo XV, otras del XVII, pero los comercios son de ahora y nosotros vamos vestidos como de ahora. Vivimos con la herencia constante del pasado».
Por otro lado, con el uso frecuente de animales exóticos construye un claro contraste entre lo humano y lo salvaje. «El ser humano busca el orden, intentamos dominar la naturaleza, mientras los animales, como la jirafa, representan la libertad de la naturaleza salvaje».
La jirafa es, precisamente, el motivo que más se repite en la obra pictórica de Ignacio Goitia, un animal majestuoso que invita a reflexionar sobre la escala de la arquitectura. «Cuando vemos una catedral, un palacio o un banco, estamos viendo una muestra de poder. Uso las jirafas porque parece que todos esos edificios están construidos más para jirafas que para personas».
Con todas esas ideas en mente, Goitia sigue creando incansablemente. «Ahora estoy muy centrado en las tiendas, estoy creando diseños y productos nuevos», cuenta el artista. Últimamente también está recibiendo muchos encargos para decorar todo tipo de tiendas, restaurantes y domicilios, siempre basándose en su peculiar estilo. Entre otros proyectos, está decorando un nuevo restaurante vasco en Madrid y acaba de terminar una peluquería en Bilbao, sin olvidar que ha dejado su sello personal en un aristocrático palacio de la región francesa del Loira. Asimismo, ha diseñado la museografía o puesta en escena de una exposición artística en la Biblioteca Nacional.
Ignacio Goitia es un artista inquieto, siempre en busca de nuevos proyectos en los que plasmar su universo de geométricos edificios y sorprendentes animales, que ahora se ha embarcado en la aventura de trasladar sus cuadros a caprichosos productos y exponerlos en dos tiendas con un sello muy personal. Se trata de una tarea laboriosa, pero, sobre todo, muy satisfactoria. «Llevo 40 años siendo artista, me apetecía jugar con mis cuadros, crear a partir de ellos, y me encanta».