¿Es el momento de repensar las ciudades?

3 de agosto de 2017
3 de agosto de 2017
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Ciudades
que vi, viví, rondando calle y plazas,
cimiento y ramo alegre
—Madrid, Bilbao, París o Barcelona
del edificio de mi fe vivida,
gente cruzada,
fondo de las tiendas,
portales, todo…

En uno de sus poemas, cantaba Blas de Otero a la fusión de la vida propia con la ciudad. Porque ahí está, al fin y al cabo, la verdadera ciudad: en los pequeños fragmentos de vida cotidiana de las personas que la habitan.

El camino de vuelta del trabajo, el recorrido de los niños a la escuela, los juegos en el parque, las conversaciones a pie de calle… Hay veces que los usos que derivan de esta experiencia coinciden con los usos para los que se pensaron los edificios, las calzadas, los bancos, las plazas, los parques, las escuelas…

Demasiadas veces, sin embargo, los planes urbanísticos dejan de lado toda esta experiencia vital y entonces, de una manera u otra, el espacio público se abandona.

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Para llegar a la impresionante biblioteca municipal Ana María Matute, en el barrio madrileño de Carabanchel, los vecinos tienen que cruzar un enorme solar que linda con el parque San Isidro y con el Tanatorio del mismo nombre.

Apenas existe un camino asfaltado, el entorno se encuentra en estado de degradación, en un terreno lleno de cuestas de tierra que dificultan la accesibilidad y que la hacen imposible para las personas con movilidad reducida o para los bebés que hacen el recorrido en carrito.

«Yo siempre digo que los espacios urbanos son como el salón de los equipamientos», explica María Sol Mena Rubio, directora general de Patrimonio y Paisaje Urbano del Ayuntamiento de Madrid.

«Ha imperado una concepción del urbanismo de que todo está en el edificio y que todo lo demás no importa. Desde la biblioteca Ana María Matute ya llevábamos muchísimo tiempo con peticiones desde los propios trabajadores del centro que nos avisaban de que a partir de determinada hora en invierno, mucha gente ya no va al centro porque les da miedo cruzar el espacio».

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Imagina Madrid  es un programa de Intermediae, impulsado por el Área de Cultura y Deportes del Ayuntamiento de Madrid, que busca experimentar en la intervención de ese espacio público abandonado a través de procesos de creación colectiva entre los vecinos y el tejido artístico y cultural de la ciudad. Es imposible volver a imaginar y dar nuevos usos a los espacios, explican, sin contar con la experiencia vital de los vecinos.

«Nos hemos acostumbrado a un modelo de ciudad muy concreto, cada vez más simple, cuando la ciudad es muy compleja: los parquecitos para los niños, los parques para los mayores, las terrazas para sentarse y el resto, una explanada de hormigón por si algún día se monta un sarao», explica Juan López Aranguren, arquitecto y coordinador de Imagina Madrid.

«Desde Imagina pensamos en la posibilidad de hacer coincidir esas dos velocidades, la de la ciudad de construcciones desmesuradas y la ciudad que desarrollan sus propios ciudadanos, a través de programas experimentales que nos permitieran probar otras formas de habitar el espacio», añade.

«No se trata de decir «vamos a hacer un huerto urbano», sino más bien, «vamos a ver qué pasa en este lugar cuando nos juntamos todos: primero lo pintamos, luego lo construimos, luego lo activamos…» y poco a poco va como cogiendo un tipo de definición», explica López.

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En esta primera etapa, a lo largo de 2017 y 2018, vecinos y artistas trabajarán conjuntamente sobre nueve espacios distintos de la ciudad, nueve barrios, elegidos tras un profundo proceso de selección y análisis sobre el mapa de vulnerabilidades de Madrid.

«Hemos escogido los lugares que o bien están degradados o están en desuso o han invitado poco a ser habitados o bien porque muchas veces están asociados al conflicto. Existen esos otros lugares que se quedan en la ciudad consolidada, como los solares, que nadie ha pensado que representan una fractura urbana dentro del barrio y a su vez, toda una oportunidad», apunta Mena.

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El mirador del Payaso Fofó, en el barrio de Vallecas, es uno de esos potenciales lugares desde los que disfrutar de la ciudad que acabó enterrado en el desuso. Erguido sobre un explanada de cemento y un parking subterráneo sin coches, para muchos vecinos la idea de utilizar el mirador como un espacio de encuentro se quedó enterrada nada más levantarse.

«Cuando nos dieron la cesión de las viviendas de protección oficial, aquí al lado, teníamos muchos sueños para este lugar. Queríamos hacer un proyecto social superbonito pero, a pesar de los intentos y mucho esfuerzo, nunca lo conseguimos», comenta una vecina.

Situaciones similares se viven en el resto de espacios que forman parte del programa, como la plaza Rutilio Gacís, en el barrio de Arganzuela, donde apenas se ven niños jugando en el parque. «En el barrio existen ciertos problemas de base (basuras, ruido, exclusión…), que la plaza replica. Son problemas que no se están solucionando y que a mi juicio desembocan en problemas de convivencia.

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Cualquier iniciativa participada, y que además utilice la cultura como vehículo para mejorar esa convivencia, me parece genial. Con la expresión cultural nos encontramos con el otro; sin ella caemos en el desarraigo y en el encasillamiento», explica Txema González, vecino del barrio.

Para la difusión de la iniciativa, Imagina Madrid ha recuperado el papel de las antiguas pregoneras, que durante semanas se han paseado por mercados y plazas para informar a los vecinos sobre el proyecto y sobre la necesidad de conocer su experiencia en los lugares a intervenir.

«Con las presentaciones queremos escuchar a los vecinos y asociaciones para recuperar los imaginarios y las memorias colectivas de esos sitios y que sean los propios vecinos los que expliquen qué significan para ellos, qué han significado, qué memoria hay en ese espacio, cómo huelen, cómo saben, etc., una información imprescindible para conocer las necesidades y poder intervenir después», añade López.

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Tanto en las fiestas de presentación como a través de la página web, durante el verano se están recogiendo los testimonios que servirán más tarde, a partir de septiembre, para que profesionales y artistas preparen y presenten sus propuestas de intervención.

En el mes octubre se abrirá la convocatoria pública de ideas y las propuestas seleccionadas participarán después en las mesas de trabajo colaborativas desde las que se diseñarán los proyectos.

Hacia un nuevo modelo de gestión pública para planificar la ciudad

Explican desde Imagina Madrid que el programa no aspira a grandes intervenciones urbanísticas, sino a experimentar, desde la cultura y el vecindario, nuevas formas de habitar lo que ya existe. Aspira, por otro lado, a innovar sobre el propio modelo de gestión del Ayuntamiento para que los experimentos urbanos, que ya estaban sucediendo, no se queden en experiencias aisladas y pueda ir generándose, a través de la experiencia, un nuevo modelo público de planificación urbana.

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«Hemos ido recogiendo experiencias internacionales de intervención urbana como la del barrio de Dalston, en Londres, la participación ciudadana en el surgimiento del parque de Tempelhof en Berlín, que era un antiguo aeropuerto abandonado, o la experiencia en los jardins partagés de París; pero sobre todo nos basamos en todo el conocimiento generado a partir de ejemplos locales como la de los paisajes urbanos, el Campo de la Cebada en el barrio de La Latina, Cinema Usera, el Puente de Colores en el barrio de San Cristóbal o la reutilización del solar abandonado Almendro 3, donde la ciudadanía ya se ha ido activando para intervenir el espacio público», apunta López.

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El Campo de la Cebada surgió a partir de la reivindicación de los vecinos de un espacio polideportivo para el barrio, que después de muchos años por fin va a iniciarse. «El de la Cebada es un ejemplo muy paradigmático porque ahora es imposible que el nuevo proyecto no tenga en cuenta toda la experiencia vivida y liderada por los ciudadanos en ese lugar.

»Ha sido un juego, un experimento que nos da un montón de claves y que permite que cuando llega el urbanismo más sólido, el urbanismo eterno, no solo no dé la espalda a esa experiencia vecinal, sino todo lo contrario, que ese urbanismo tenga sentido a través de la experiencia vivida».

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