Que los colores pueden influir en el carácter y estado de ánimo no es cosa del Feng shui. Muchos estudios y tratados psicológicos hablan del tema. Lo que es nuevo es la idea de que las personas con cuadros depresivos perciben los colores de manera diferente a las personas felices.
La importancia de los colores para el ser humano es mayor de lo que pudiera parecer. Un estudio de la Universidad de Rochester, en Estados Unidos, afirma que la exposición a ciertos colores puede entorpecer o facilitar ciertas habilidades. Incluso podría inhibir el apetito o provocarlo.
Ese mismo estudio sostiene que, de la misma manera que una situación emocional alterada puede provocar cambios en la concepción del espacio en el que se encuentra el sujeto y los objetos que le rodean, la tristeza puede afectar al modo en que se perciben los colores. La razón es muy sencilla. Una persona triste produce menos dopamina, lo que afecta a la retina, que se contrae y provoca que las tonalidades cromáticas se vean con menos intensidad y más apagados.
Este hecho, que podría ser anecdótico, ha servido para que investigadores de las universidades de Harvard y Vermont desarrollen un sistema que sería capaz de detectar las depresiones o los cambios anímicos con algo tan cotidiano como Instagram.
En declaraciones a la periodista Kelsey Campbell Dollaghan, los científicos Andrew Reece y Christopher Danforth han afirmado que, como cualquier otra forma de comunicación, la observación de las redes sociales puede aportar información sensible sobre los cambios emocionales de los usuarios.
Para probar esta teoría, realizaron una prueba con un centenar de individuos que hubieran pasado por algún proceso depresivo. Analizaron sus publicaciones en Instagram, tanto en lo que se refiere al aspecto estético de las imágenes como en lo referido a las interacciones, likes, emoticonos o comentarios, y llegaron a una curiosa conclusión.
Según Reece y Danforth, los sentimientos depresivos se manifiestan más claramente en la elección de los filtros de Instagram y los colores, que en las acciones aparentemente más explícitas como podría ser un like o un comentario.
De esta forma, las personas en situaciones depresivas suelen publicar fotos con dominante azul, no muy luminosas y con los colores muy poco saturados. Esto coincidiría con el estudio de la Universidad de Rochester, que concluyó que la tristeza afecta a la percepción de los colores comprendidos en la horquilla que va del azul al amarillo mientras que no afecta a la gama que va desde el rojo al verde.
Traducido en filtros de Instagram, las personas depresivas utilizan más los Inkwell, Crema, Willow y Reyes, mientras que las personas sanas emocionalmente acostumbran a aplicar los filtros Valencia, X-Pro II, Hefe y Amaro.
A largo plazo, los resultados de esta investigación permitirían establecer una serie de parámetros que, en combinación con el algoritmo de la propia red social, permitirían diagnosticar un cuadro depresivo al usuario incluso antes de que él mismo fuera consciente de que lo está desarrollando.
A pesar de lo sorprendente del caso, el big data ya había sido utilizado para diagnosticar casos de cáncer utilizando para ello las búsquedas que realizan los pacientes en internet. Aunque puede parecer cosa de magia, en el fondo la explicación es muy lógica: cuando un usuario busca en internet los síntomas de la enfermedad, es posible suponer que, a falta de los exámenes preceptivos, está sufriendo la enfermedad.
Si siguen el enlace del estudio, verán, en la última página, una nota titulada «retraction», en que los autores reconocen un problema en la interpretación de los datos que invalida la proposición de que la tristeza efectivamente altera la percepción de los colores, ya que, tenidos en cuenta los problemas que describen, no se aprecia diferencia significativa.