Da igual de qué sea la exposición, todas ellas tienen un mensaje en común. Un expeditivo «no tocar» glosa los cuadros y esculturas. A veces es subrayado con un cordón de terciopelo, enfatizado con un cristal de metacrilato. El arte no se toca, mantiene una distancia prudencial con el espectador que más que observarlo lo otea en la distancia.
La última exposición del Espacio Fundación Telefónica (C/ Fuencarral 3, Madrid) quiere romper esa barrera y hacer que los visitantes no solo toquen, sino que se sumerjan en las obras. Irónicamente, la expo se llama Intangibles, pues las obras no se encuentran en la sala de forma física, su presencia es meramente digital.
Esto hace que el público las pueda tocar, que pueda ponerse en la piel (y la pintura) del hombre de Magritte, bucear en un cuadro de Paul Delvaux u observar desde dentro una escultura de Chillida. La ausencia, en este caso, produce cercanía.
Intangibles no es una exposición al uso, pues se plantea el mismo concepto de exposición desde su génesis. «El teléfono fijo ha dejado paso al smartphone, los grupos de amigos se han convertido en una red social que todo el mundo puede ver. Nos planteamos cómo afecta esta revolución digital a la relación entre el espectador y la obra de arte», comenta en el vídeo que da la bienvenida al espectador Laura Román, responsable de gestión de colecciones e itinerancia de la Fundación Telefónica.
Afecta haciendo posible montar una exposición de arte sin obras. Consiguiendo que esa muestra se exponga de forma simultánea en ocho ciudades de España y Latinoamérica, y poniendo al espectador en el centro de la experiencia. El espacio de Intangibles ha sido diseñado siguiendo los preceptos del design thinking (que pone al espectador en el centro del diseño) y se estructura, más que por obras por experiencias. Son las siguientes:
Paul Delvaux. L’appel
Gracias a unas gafas de realidad virtual el espectador puede entrar dentro del cuadro, moverse a voluntad por el espacio de la obra, que ha sido reproducida en 3D para funcionar como el escenario de un videojuego. Esto permite que observemos de cerca personajes que se encuentran en segundo plano y que nos sumerjamos, de manera casi literal, en el universo macabro de Delvaux.
Eduardo Chillida. Homenaje a la mar III
Una pantalla envolvente de 180 grados hace que espectador se sienta dentro de una escultura de Chillida. El tiempo parece detenerse mientras se proyectan primerísimos planos de piedra y hierro. Asistimos a una experiencia cinematográfica abstracta, que termina de envolver al espectador gracias al sonido del viento y el mar.
Joaquín Torres García. Constructivo en blanco y negro
Esta es una obra participativa. El espectador debe elegir diferentes conceptos y después relacionar estos con ciertos símbolos del universo de Joaquín Torres García. A partir de estas decisiones, se crea una base de datos que será posteriormente analizada con herramientas de Big Data para determinar si existen similitudes o diferencias entre los distintos países participantes.
Roberto Matta. Morfologías psicológicas
Normalmente en los museos no te dejan usar el flash del móvil. En esta experiencia tienes que hacerlo. Su luz se convertirá en el pincel con el que el espectador podrá pintar con el icónico estilo de Roberto Matta. Un software de digital paint hace posible incluso que se pueda cambiar el color y el trazo del flash-pincel con un simple e intuitivo mecanismo.
René Magritte. La Belle Société
Ponerse en la piel (y la pintura) de una figura de Magritte es ahora posible. Un software analiza la figura del espectador que tiene enfrente y traslada sus movimientos a un avatar virtual con las texturas del cuadro del pintor surrealista.
Juan Gris. La guitare sur la table
Intangibles suena a guitarra española. Al menos en esta instalación, en la que los usuarios deben tocar la obra de Juan Gris, en un sentido táctil y musical. Sobre una pared se proyectan cuatro cuerdas de guitarra que, al ser pulsadas, no solo producirán música, sino que esta cristalizará en una composición cubista cuantizada.
Maria Blanchard. Nature morte cubiste
Crea tu propio cuadro. Así podría resumirse esta experiencia, que se vale de una mesa interactiva con seis objetos impresos en 3D. Estos representan distintos elementos del cuadro y al ser posados sobre la mesa serán representados en una pantalla gigante en la posición y orden que hayan sido colocados en la mesa.
Antoni Tàpies. Assemblage amb graffiti
Aquí se reconstruye y amplia un cuadro de Tàpies en forma física, separando los elementos del cuadro en cuatro planos. Estos cuatro planos, representados como si fueran enormes carteles recortables, están separados entre sí, permitiendo que el espectador puede pasear entre la obra. En la distancia, una cámara une todos estos planos a modo de trampantojo, dando como resultado el cuadro original, pero con el añadido de la gente que pasea en su interior.
Al finalizar el recorrido por la exposición Intangibles un vídeo recopila las sensaciones e impresiones de distintos visitantes. Una de las preguntas que se les hace es con qué se quedan después de visitar una exposición. La mayoría coincide en reconocer que es la experiencia, la sensación.
Vivimos en la época virtual. Un momento en el que las películas se ven en streaming, las canciones se escuchan sin tener un formato físico. Y sin embargo, 10 millones de personas esperan cada año una media de dos horas para ver La Mona Lisa, un óleo de 77 x 53 cm, durante apenas unos segundos y a varios metros de masificada distancia.
Hace apenas unas semanas, el crítico de arte del New York Times reflexionaba sobre la forma de consumir arte en tiempos de turistificación y alertaba sobre cómo «la Kim Kardashian del retrato italiano del XVI» está poniendo en riesgo la propia supervivencia del museo que la alberga, el Louvre. El crítico achacaba el crecimiento exponencial de su fama en estos años al turismo de masas y el narcisismo digital. Todo el mundo quiere un selfie con la Gioconda.
Pero puede que la tecnología, bien utilizada, no sea el problema sino la solución. Quizá ha llegado el momento de repensar de qué manera podemos relacionarnos con el arte. Nadie está negando la belleza de lo físico, la gente sigue yendo al cine, muchos compran vinilos para disfrutar de sus portadas o del crepitar del disco. Pero ninguna de estas experiencias niega de facto que haya otra manera de consumir cine o música. Incluso pintura.
La exposición Intangibles se puede visitar en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid hasta el 23 de febrero de 2020