El otro Gandhi que la Historia escondió

Hay historias contadas dentro de un círculo. Relatos terribles que narran la violación y asesinato de una madre y una hija. Pero el horror ocurrió a 780 kilómetros de Mumbai. Demasiado lejos para desatar la ira del país. Demasiado lejos para que un periódico se interese por un asunto que ocurre en los sótanos invisibles de la sociedad.

Esos círculos están guardados en un libro titulado Bhimayana, Experiencias de un intocable, de la editorial Sexto Piso, que relata historias dibujadas de la India. Una India en ilustraciones que no continúa la tradición del cómic ni de la novela gráfica. Una India que no sigue una línea recta en el tiempo ni salta en códigos de guionista occidental. Una India donde el sistema de castas se blindó ante la meritocracia y donde el 14 de abril de 1891 nació, después de otros 13 hijos, Bhim Ambedkar.

La Historia ha unido el nombre de Gandhi con la revolución pacífica en perpetuidad. Pero el mahatma no fue el único desobediente civil. Este niño, nacido como intocable, también lo fue. Aunque su lucha no fue para librarse de una invasión exterior. El enemigo, en este caso, jugaba en casa.

Ambedkar era un mahar. Estas personas ni siquiera entraban en el sistema de castas. Estaban en una especie de inframundo social que los situaba en el absoluto desprecio y la exclusión. Todos los días recorrían la ciudad para limpiar sus calles a cambio de nada. Nadie les pagaba por ello. Lo único que recibían era la comida que algunos individuos les daban, por caridad, desde la puerta de atrás de sus casas.

Ambedkar no podía jugar con otros niños. Ningún peluquero podía cortar su pelo. Nadie le daba agua. “Los chicos en los pozos, los animales en sus abrevaderos, pero la ciudad se convierte en desierto cuando intento calmar mi sed”, dice una frase del libro, en cuatro ondas, bajo el cuerno de un animal.

El niño indio creció pensando que los animales tenían más libertad que ellos, los intocables. Y un día, Ambedkar salió de su ciudad y viajó en tren en busca de su padre. “Ciudades con nombres mágicos se deslizaban ante sus ojos. El corazón de Bhim era como un pájaro en un cielo sin nubes”. Pero cometió un error. Dijo que era un intocable y nadie le dio agua.

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En su primer viaje, cuenta un narrador dibujado, “aprendió que el sistema de castas puede degradar a un ser humano hasta llegar a negarle sus necesidades y sus sentimientos. Incluso una cosa tan elemental como la sed”.

Ambedkar se reveló ante esa discriminación. Fue uno de los primeros intocables que consiguió estudiar y llegó, incluso, a la Universidad de Columbia y la London School of Economics. Después volvió a la India. En 1927 organizó una revuelta en Mahad hasta que consiguió que los intocables bebieran agua de un depósito que les estaba prohibido. Los hindúes ortodoxos intentaron detener el movimiento a palos. Pero el filósofo y jurista, igual que hizo Gandhi, pidió que no respondiesen a su dolor con más dolor.

El 25 de diciembre de 1927 Ambedkar y diez mil personas más prendieron fuego a una copia del Manusmriti, un texto brahmán hindú que defendía las castas y decía estas frases:

“Un shudra (casta baja) que se sienta en el mismo lugar que un hombre de una casta superior debería ser marcado a hierro en la cadera y ser exiliado o el rey debería acuchillarle en las nalgas”.

“Una mujer no debe tener independencia. Su padre tiene que cuidarla durante su infancia, su marido en la juventud y sus hijos en la senectud”.

“Los hombres deben vigilar a sus mujeres día y noche y mantener bajo control a aquellas que no dominen sus deseos”.

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Budismo

En los años que estudió en EEUU e Inglaterra olvidó que su condición de intocable lo apartaba de cuajo de la especie humana. A su vuelta a India volvió el pesar: “Ser un intocable es un problema para sí mismo y para los demás”. Fue de un revés a otro hasta que, finalmente, llegó a ser primer ministro de Justicia de la India. “Su borrador del Código Hindú trató hacer que el derecho fuera más equitativo, sobre todo con las mujeres. Aprobaba el divorcio y aumentó los derechos de propiedad de las viudas y las niñas”, relata la obra. “La Asamblea Constituyente lo debatió durante meses y meses, y terminó rechazando tanto el borrador original de Ambedkar como el segundo que se escribió. Estaba demasiado adelantado a su tiempo. Se enfadó tanto que dejó su puesto como ministro en el gabinete de Nehru”.

Pocos meses antes de morir, en octubre de 1956, Ambedkar se convirtió al budismo y, con él, medio millón de personas. Entre su legado dejó la obra Buda y su Dhamma, y es considerado uno de los padres del budismo moderno.

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Los dignas

Bhimayana, Experiencias de un intocable era todavía una idea. Los ilustradores, Durgabai Vyam y Subhash Vyam, no habían empezado a dibujar pero sabían lo que deseaban: “Queremos dejar algo claro desde el principio”, dijeron. “No queremos forzar nuestros personajes en viñetas. Los ahogaría. Preferimos crear en espacios abiertos. Nuestro trabajo es khulla (abierto) cuando hay espacio suficiente para respirar”. Lo cuenta, al final de la obra, S. Anand, uno de los autores del texto junto a Srividya Natarajan.

Después de varios encuentros dieron con el tipo de ilustración que contaría la historia: los dignas. Estos dibujos ilustran las paredes y suelos de las casas decoradas con arte Gond. En este estilo la naturaleza devora el urbanismo. Los trenes se convierten en serpientes, la felicidad se representa con un pavo real…

El libro es un reclamo de la memoria de Ambedkar y una llamada de atención para recordar que el sistema de castas no ha desaparecido. En la última página dicen que “si las experiencias de Martin Luther King, Rosa Park, Nelson Mandela y Malcolm X tienen eco universalmente, la de Ambedkar debería tenerlo también”. Los autores piensan que el joven abogado Gandhi descubrió la discriminación racial cuando lo echaron del vagón de primera clase en el que viajaba por Sudáfrica. Ambedkar lo tuvo más difícil. Lo aprendió a los 10 años en su ciudad natal.

“Mientras que el tocable Gandhi consiguió sensibilizar al mundo con la causa de la segregación racial en Sudáfrica, hasta el punto de llegar a convertirse en un icono antiimperialista”, escribe Anad, “el intocable Bhim, al que no le dejaban beber agua en la escuela y que lideraría el Satyagraha de Mahad en 1927, ha sido olvidado en la historia”.

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Patrick Thomas

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