Joep Van Liefland: El artista adicto al VHS

27 de septiembre de 2011
27 de septiembre de 2011
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Ser innovador en el ámbito creativo de Berlín es casi impensable. Difícil sorprender en un lugar en cuyos rincones resuena un lema que ha endurecido la piel de sus habitantes: «Todo es posible, pero nada obligado». Aún así, poco después de trasladarse a vivir a la ciudad, el holandés Joep Van Liefland consiguió parir un concepto inédito de instalación artística que además le permitió dar rienda suelta a sus fijaciones y también a sus fetiches.
Su Video Palace es una colección de VHS en permanente crecimiento que pasea por todo el mundo y que además le da la oportunidad de producir sus propias grabaciones. Lo suyo con este obsoleto formato es toda una obsesión que permanece en casi todas sus propuestas y que en este monumento itinerante encuentra su máxima expresión. ¿Es quizá un icónico grito en contra de los tiempos efímeros en los que vivimos?
«Es sencillamente un símbolo de muerte“, nos espeta.

Esta «deconstrucción de los medios de comunicación de masas» acumula todo tipo de vídeos, desde los informativos y propagandísticos a películas de bajo presupuesto, guías de viaje audiovisuales y hasta cine erótico. Casi siempre el protagonista de ellos es el propio Van Liefland, según dice, para dar cierto sentido biográfico a sus obras visuales y «elevar así la tensión».

Al principio los conceptos de barato y descuento tan comunes para todos construían parte de la obra. Pero en los últimos tiempos su intención ha evolucionado hacia una idea que define aún mejor los días actuales y los venideros, la de reproducción constante.
Otro de sus proyectos berlineses es la galería Autocenter, que huye precisamente de la dictadura de la innovación con lo que el llama una «generosa y sincera ambición no comercial». El espacio cuenta con más ánimo que lucro, entre otras cosas porque el arte que realmente mueve dinero nace en Berlín pero luego viaja a Munich o a Frankfurt. Apenas vende obras y cuando lo hace la comisión que cobra a los artistas se puede decir que es simbólica. Por eso Van Liefland ha organizado por primera vez en sus diez añoos de historia de Autocenter una subasta, al estilo del «White Columns» neoyorquino, con la que financiar lo que hasta ahora ha pagado su compromiso y el de su socio, el empresario Mark Schierloh.

El que era un autolavado de coches de Friedrichshain en su emplazamiento original se convirtió en «una versión sucia» del universal cubículo blanco en donde habitualmente se distribuyen las obras de una galería. Y aunque su discurso pueda sonar a la habitual propaganda enmascarada de creatividad, lo cierto es que hay algo más.
La prueba es que Schierloh, quien sí que ha llevado el arte a los bares del underground berlinés -por ejemplo en el conocido Babette-, jamás ha permitido el proceso inverso y no ha dejado que Autocenter se convierta en un bar con un par de cuadros a la venta. Así funcionan muchos de los espacios con los que compiten en la capital alemana y que tanto han colaborado en la gentrificación de algunos de sus barrios. Ese altruismo también lo ratifican los 35 artistas que se han sentido apoyados por estos dos galeristas y que ahora se lo agradecen cediendo algunos de sus trabajos para esta subasta.

Foto Autocenter: Roman März

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