La mujer anónima que Josechu Dávila quiere hacer Patrimonio de la Humanidad

30 de mayo de 2018
30 de mayo de 2018
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josechu
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Todos los 10 de mayo desde 2011, el artista Josechu Dávila enciende el equipo de sonido, orienta los altavoces hacia el exterior y le da al play. A continuación, el patio de manzana se llena con la voz de una mujer que, todas las tardes, acostumbraba a dar un discurso a viva voz para los que quisieran escucharla. Además de ayudar a transmitir el mensaje de esta mujer anónima, el artista ha iniciado una campaña de firmas para hacer que la UNESCO la declare Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

«Me encontré con esta mujer por pura casualidad, en la casa donde vivía entonces. Empecé a grabar los discursos casi por reacción contra los vecinos, que cerraban ostentosamente ventanas y persianas para no oír a la Señora», explica Josechu Dávila.

En sus discursos la señora comentaba asuntos cotidianos, circunstancias familiares, hablaba de filosofía, de política, de injusticias sociales y daba detalles sobre su vida, especialmente sobre su particular batalla contra el mundo.

«Esa lucha empezó en 2001, cuando llegó de Suiza tras ser despedida por acoso sexual de su jefe en el Ministerio del Interior suizo. Hablaba de todas esas cosas, pero lo que nunca dijo fue su nombre», detalla.

Por eso, cuando Josechu Dávila resolvió hacer un proyecto artístico en torno a ella, decidió llamarlo Anonymous Woman y no intentar saber nada sobre su identidad más allá de lo que ella misma compartiese en sus discursos. De esa forma, el artista pretendía «no romper esa relación mágica» que ambos habían trenzado, aunque ella nunca lo supiera.

Todas las tardes, después de comer, a eso de las 14.00 y las 15.00 horas, esta mujer anónima salía a la ventana. Incluso colocaba un almohadón en el riel para estar más cómoda en su rato de tertulia con el mundo exterior que, en su caso, estaba representado por un patio vacío de vecinos que, a excepción de Dávila, no eran nada receptivos a esos mensajes.

«Estuve un año grabando sus discursos como mero espectador, sin ninguna pretensión, esperando ver hacia dónde podía encaminarse el proyecto, aunque una de cuyas posibilidades era quedarse en nada. Incluso pensé en dejar de grabar por cierto pudor artístico, pero me di cuenta de que eso suponía hacer lo mismo que los vecinos al cerrar las ventanas y darle la espalda a una circunstancia incómoda».

Josechu Dávila pasó todo un año documentando esos discursos que, con el paso del tiempo, lejos de aburrirle, le impactaban cada vez más. Sin embargo, al poco de cumplirse ese periodo de tiempo, la señora dejó de salir.

«Tampoco estaba en la casa, así que no sé si murió, enfermó o la echaron del piso. A día de hoy, ocho años después, sigo sin saberlo. Pero este desconocimiento es parte del proyecto».

Aunque Dávila había sido capaz de superar el pudor inicial a grabar los discursos y no había sucumbido a la tentación de repetir la actitud hostil del resto de vecinos, lo cierto es que tampoco sabía muy bien qué hacer con todo ese material. Sería la propia señora la que le diera la clave mediante sus mensajes.

«Tras el año de grabaciones, sin saber por dónde debía continuar el proyecto, ella me dio la pista. Fue con una frase que se oía en uno de los discursos: “Mi mensaje tiene que llegarle a todo el mundo. No sé cómo, pero tiene que llegarle”. Por eso decidí utilizar mi profesión, que es el arte, como canal para difundir su mensaje por el mundo y que no quedara olvidado en un patio perdido de un barrio de Madrid en el que, por otro lado, tampoco nadie escuchaba».

A partir de esas grabaciones, Josechu Dávila ha desarrollado más de 15 proyectos en los que el mensaje de la Señora, convertido en un acto que trasciende lo sociológico y entra en el terreno de la plástica, ha conseguido traspasar las fronteras de ese patio de manzana y llegar a lugares como Londres, Hong Kong o León.

«En ACCIÓNesLEÓN, Festival de performances, difundí el discurso de la señora desde el balcón presidencial del Ayuntamiento de León, el lugar que representa el máximo poder de una ciudad. En Londres, contacté con un grupo punk que compuso una canción con textos de la Señora y que fue interpretada una sola vez en una exposición realizada en la A Foundation», explica. «En Hong Kong, por ejemplo, organicé una manifestación que no reivindicaba nada. Las pancartas llevaban frases extraídas de los discursos de la señora sin ningún tipo de connotación política, social o de protesta. Hong Kong es la única ciudad de China que permite la libertad de expresión y las manifestaciones».

A esos proyectos se suma también la campaña de recogida de firmas iniciada por Dávila para que la Señora y su mensaje sean considerados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por parte de la UNESCO. De esta forma, se fomentaría la «conservación, difusión y proyección internacional del material original grabado a la Señora y sus transcripciones literales, para poder ser usados por artistas plásticos, músicos, escritores, cineastas, etc. como material para generar cualquier acto artístico, así como para el disfrute, aprendizaje y recuerdo de este mensaje por las generaciones futuras».

Sin embargo, de todos esos proyectos, el que tal vez más se acerque al acto original que desencadenó todo es Aniversario. Cada 10 de mayo a la misma hora, Dávila reproduce en el patio interior de manzana en el que ella hablaba un discurso de la Señora grabado el 10 de mayo de 2008, fecha del aniversario de la primera vez que salió a su ventana en el año 2001.

Dávila aporta un giro artístico. Graba la emisión del discurso de ese día para generar una segunda grabación con más ruido de fondo: esta toma es la que reproduce al año siguiente. Y entonces, repite el ejercicio: vuelve a grabar el mensaje para difundirlo doce meses después. Al final, con el ruido de fondo acumulado a lo largo de los años, el discurso de la Señora será totalmente inaudible.

«Por un lado, su discurso tiene presencia espacio-temporal y, a la vez, debido al sonido ambiente de cada año, se va autodestruyendo de cara al futuro. A través del arte se le da visibilidad a este pequeño acto de rebeldía de una mujer sola en un triste patio de vecinos, que tiene la grandeza de simbolizar todas las batallas perdidas del ser humano y que, en definitiva, representa a los perdedores y olvidados de la sociedad. Por eso, aun siendo apasionantes sus discursos, la idea es transmitir ese fondo aunque la forma se deforme o se pierda».

Como ocurría cuando la Señora salía todas las tardes a su ventana, cada vez que Dávila emite el discurso, los vecinos cierran ventanas y persianas. También tiran objetos o insultan a la grabación como hacían con ella.

«Después, vuelven a darle la espalda y sigue un discurso de 20 minutos que nadie escucha», explica Dávila, cuyo principal objetivo es utilizar esa circunstancia para exponer la soledad, el vacío y el menosprecio de la sociedad hacia aquellos que incomodan o que están fuera de toda regla establecida. «No es un proyecto para los vecinos».

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