Cuando fueron a su habitación para despertarla y ayudarla a vestirse, la anciana reina no podía apenas moverse. Tenía un color raro, entre amarillo y verde, y apenas podía decir ninguna palabra de lo débil que se encontraba. Enseguida llamaron a los médicos reales para que le aplicaran un remedio que consiguiera devolverle la salud. Pero no daban con el remedio adecuado porque no eran capaces de diagnosticar qué tenía.
«Ese color amarillo verdoso denota malestar de hígado y de alma», decía uno de los galenos. «¿Amarillo verdoso?, querrás decir verde azulado tirando a gris», respondía otro. «Ni amarillo ni verde, su cara es roja claro con tonos anaranjados. Sin duda, un exceso de sol»… Y mientras unos y otros discutían sobre el tono de la piel de la vieja reina, esta, casi moribunda, solo acertó a decir en un hilo de voz antes de fenecer: «¡Que me muero, cabrones!».
Parece sencillo, pero los colores no siempre son fáciles de escribir. ¿Es jugadores azulgrana o azulgranas? ¿La mesa es marrón clara o marrón claro? Como la cosa tiene su miga, vamos a ello.
LOS LÍOS DEL GÉNERO
Empecemos por el género. Los nombres de colores, cuando funcionan como sustantivos, son todos masculinos (el verde, el amarillo…).
Pero cuando funcionan como adjetivos, si son de dos terminaciones (blanco/a), serán masculinos o femeninos en función del sustantivo al que acompañen: falda roja, vestido amarillo.
A no ser que designen matices y el nombre del color vaya, a su vez, modificado por otro o por un adjetivo como claro, oscuro, etc. Entonces, según el uso mayoritario —dice la RAE—, se usarán ambos términos en masculino, incluso si hacen referencia a un sustantivo femenino: una mesa marrón claro, aunque también se acepta la concordancia en femenino: mesa marrón clara.
LOS LÍOS DEL NÚMERO
Si el género tiene su cosa, el número, en concreto el plural, no se queda atrás.
Si son sustantivos, seguirán las reglas generales (los blancos, los verdes…). Pero si, para designar matices, el nombre de color va acompañado de otro sustantivo, este último permanece invariable: los verdes botella, los grises perla…
Cuando funcionan como adjetivos se dan dos casos.
Si designan únicamente colores, concuerdan con el sustantivo que al que modifican: faldas rojas, ojos azules.
Si esos nombres de colores coinciden con los de una fruta, una flor o un objeto o sustancia que tienen ese color característico, pueden permanecer invariables en plural (faldas naranja) o concordar con el sustantivo (faldas naranjas).
Y si, para designar matices, van acompañados de otro o de claro, oscuro, etc., lo normal es mantener ambos elementos invariables en singular, según el uso mayoritario: pantalones verde botella, ojos azul oscuro…
Ya veis, para gustos los colores, y para normas, las de la RAE.