Frida Kahlo y León Trotski se encontraron el 9 de enero de 1937, cuando el petrolero Ruth llegó al puerto de Tampico, en México. A bordo del barco se encontraban el político ruso y su pareja, Natalia Sedova, que llegaban tras una travesía de tres semanas desde Oslo a un país que les prometía asilo político en un momento en el que Stalin había puesto precio a la cabeza de Trostki.
El asilo había sido posible gracias a la intervención del pintor Diego Rivera, abiertamente trotskista y muy influyente en su país. Se lo puso fácil al presidente, ofreciéndose incluso a acoger a los exiliados en la casa que compartía con Frida Kahlo, su mujer.

El día que llegaban Trotski y Sedova a Tampico, no obstante, Rivera estaba hospitalizado, por lo que fue ella –rodeada de una comitiva de funcionarios del gobierno y algún trotskista más– quien fue a recibirlos. Ese fue el primer encuentro y el inicio de una intensa amistad que durante unos pocos meses tomó también forma de romance.
¿Cuándo surgió el amor? Según el escritor francés Gérard de Cortanze, experto en Frida Kahlo, lo de Trotski fue amor a primera vista. «Llega a un lugar totalmente desconocido para él y de pronto ve a una mujer joven que es como una diosa azteca y que lleva el perfume Shocking de Schiaparelli», cuenta en una entrevista.
Ese perfume es clave: muy popular en los años 30 en Europa (el frasco tenía forma de busto y se decía que había sido inspirado por Mae West), es muy probable que Trotski lo reconociera.

En cuanto a Frida, tampoco tardó demasiado en fijarse en el ruso. Se dice que inició el affaire con cierta sed de venganza hacia Diego Rivera por haberle sido infiel con su hermana Cristina (ambos eran infieles con frecuencia, pero que escogiese justo a su hermana le dolió especialmente), pero De Cortanze explica en su libro Los amantes de Coyoacán que en realidad esa motivación extra no era muy necesaria.
Pese a la diferencia de edad (ella tenía 29 años, él 57), el exlíder comunista no era un anciano desvalido, sino un tipo que se mantenía en forma y podría ser considerado atractivo. Además, claro, de ser ya una leyenda.
Aunque no compartieron casa –Kahlo y Rivera se fueron a vivir a una casa en el barrio de San Ángel–, los dos matrimonios estaban juntos a menudo. La aventura amorosa comenzó de forma casi inmediata y delante de Diego y Natalia.
https://youtu.be/45Z0keLaGhQ
Cartas escondidas y guardas burlados
Como buenos amantes, encontraron sus trucos y vías de comunicación clandestinas para mantener a sus respectivas parejas libres de sospecha.
Hubo cartas de amor, que intercambiaban escondidas en los libros que se prestaban el uno al otro (las quemaron cuando acabó la relación amorosa, así que no se conserva ninguna), y se aprovecharon también de que Sedova no hablaba nada de inglés y de que el nivel de Rivera era muy básico para hablar delante de ellos sabiendo que no entenderían lo que se decían.
El nidito de amor tenía también un valor simbólico para Frida: fue el apartamento de su hermana Cristina, que Diego le había comprado cuando tuvieron su aventura. Encontrarse no siempre era fácil; además de evitar a sus parejas, Trotski tenía que burlar a sus guardaespaldas y todo el dispositivo de protección que le había puesto el Gobierno, y escabullirse (creando en algunos casos alarma).
Sedova lo supo posiblemente desde casi el principio, pero Rivera no se enteró hasta un año después. Para entonces, Kahlo y Trotski ya solo eran amigos, una amistad que se mantendría hasta el asesinato del ruso a manos de Ramón Mercader. Aun así, a Rivera no le sentó nada bien saberlo y fue la ruptura definitiva entre ambos: echó a Trotski de casa y le regaló una calavera con «Stalin» escrito en la frente.

Sospechosa de asesinato
Frida se enteró de la muerte de Trotski de la peor forma posible: se lo dijo el policía que las había arrestado a ella y a su hermana como sospechosas de intento de asesinato unas horas antes, cuando el ruso todavía estaba en coma. Cuando murió, el policía llamó a la Casa Azul para comunicárselo a la pintora.
¿Por qué la sospecha? Ya había pasado en el intento de asesinato que había sufrido el ruso unos meses antes. El hecho de que Diego Rivera se hubiese convertido en enemigo público de Trotski (en teoría, por razones políticas) colocaba a Kahlo también en una posición controvertida.
Además, la estrecha relación entre ambos era conocida, como también lo era que Ramón Mercader –que en México era conocido como Frank Jackson y cuya identidad verdadera no se conoció hasta 1953– había ido varias veces a su casa.
No se sabía, y esto habría puesto en más apuros a Frida, que asesino y pintora ya habían coincidido unos años antes en París. Entonces él se presentó como Jacques Mornard, un joven de origen belga, comentarista deportivo y aficionado –sí– al alpinismo. Pero esto es otra historia.