La arquitectura sostenible y bella de Anna Heringer

Anna Heringer

Hay arquitectos que se limitan a diseñar edificios y estructuras porque ese es su trabajo, y otros que conciben la arquitectura como una herramienta para mejorar la vida.

A esta última categoría pertenece Anna Heringer (Rosenheim, Alemania, 1977), una arquitecta visionaria y multipremiada que apuesta por el uso de materiales y técnicas locales para ofrecer un futuro mejor a las comunidades para las que trabaja. De tal modo que sus proyectos se basan en la exploración y uso de la arquitectura como un medio para fomentar el equilibrio ecológico y apoyar a las economías locales.

Y a ella y al conjunto de su obra el Museo ICO de Madrid le dedica la exposición Belleza esencial. La muestra está comisariada por Luis Fernández-Galiano y organizada por la Fundación ICO.

Anna Heringer. Foto: Gerald V. Foris

Para Heringer, «sostenibilidad es sinónimo de belleza, y lo que define el valor estético y sostenible de un edificio es que se encuentre en armonía con su diseño, estructura, técnica y uso de materiales, así como en relación con su ubicación, con el entorno, con el usuario y con el contexto sociocultural».

La arquitecta aboga por el uso de materiales esenciales y locales, algo tan básico como la tierra, la madera, la paja, el bambú, el barro… que puedan extraerse y encontrarse en los lugares en los que se desarrollará el proyecto arquitectónico. ¿Por qué depender de sistemas externos si esos recursos ya están allí y se pueden aprovechar al máximo?

Anna Heringer

Esta filosofía le lleva a implicar a las comunidades locales en la construcción de todos sus proyectos. De esta manera, se asegura de que darán respuesta a las necesidades para las que fueron planteados, y permiten desarrollarse personal y profesionalmente a sus miembros.

Gran parte de los proyectos de esta arquitecta alemana se han desarrollado en India, concretamente en Bangladesh. Allí vivió durante casi un año y medio siendo estudiante, época en la que empezó a trabajar con la ONG Dipshikha. Fue entonces cuando aprendió que la estrategia de desarrollo más exitosa es confiar en los recursos existentes y fácilmente disponibles en lugar de depender de sistemas externos.

Escuela METI, Rudrapur (Bangladesh), 2006. Foto: Kurt Hörbst
Escuela METI, Rudrapur (Bangladesh), 2006. Foto: B.K.S. Inan

En India se ubican trabajos tan impactantes como la escuela rural de METI, en la aldea de Rudrapur (Bangladesh), por la que le concedieron el Premio Aga Khan en 2007. De hecho, allí continúa trabajando en la actualidad y colaborando en iniciativas para el progreso local. El edificio está construido con barro y bambú y en su edificación participaron los propios niños que iban a estudiar en ella. Era la manera, comentaba Heringer, de que pudieran sentir el edificio como algo realmente suyo.

Escuela METI, Rudrapur (Bangladesh), 2006. Foto: B.K.S. Inan
Escuela METI, Rudrapur (Bangladesh), 2006. Foto: Peter Bauerdick

También en esa misma aldea se encuentra el edificio Anandaloy, una escuela para personas discapacitadas que alberga también el espacio de trabajo de Dipii Textiles. En India, la discapacidad es algo que muchas familias asocian al mal karma, a un castigo por algo que han hecho mal. Las personas discapacitadas no cuentan con lugares donde recibir terapias y este edificio supuso una revolución para la comunidad en ese sentido.

Edificio Anandaloy, Rudrapur (Bangladesh), 2018-2020. Foto: Kurt Hörbst
Edificio Anandaloy, Rudrapur (Bangladesh), 2018-2020. Foto: Kurt Hörbst
Edificio Anandaloy, Rudrapur (Bangladesh), 2018-2020. Foto: Kurt Hörbst

Para Heringer, se trataba de demostrar la belleza que se encuentra en lo diferente, en la diversidad. Por eso este edificio rompe, de alguna manera, todos los moldes. Es el único que cuenta con una rampa, una forma de dar visibilidad a estas personas que pasan del olvido a sentir dignidad por estar allí.

EXTENDER ESTA FILOSOFÍA A LA CONSTRUCCIÓN EN EUROPA

Puede parecer normal que optar por la tierra, el barro y la madera para construir edificios duraderos y sostenibles sea más propio de países como India y de continentes como África, donde también ha proyectado edificios. Y se nos olvida que en Europa se construía así. ¿De qué está hecha, si no, la Alhambra? Sí, también en el Viejo Continente existió la tradición de construir con barro. La técnica ya existía, solo hace falta recuperarla.

Para Anna Heringer, los materiales del futuro que se emplearán en Europa son la madera, la fibra, la paja y el cáñamo. Y contamos con la tecnología necesaria para implementarlos. Los límites, dice, están solo en nuestra mente. Es el miedo, asegura, el verdadero problema de la sostenibilidad ya que nos lleva a usar materiales que dañan el planeta. Pero la belleza es más fuerte que el miedo. También es posible crear edificios bonitos con tierra, con barro y con madera.

Birth Space, Frauenmuseum Hittisau, Vorarlberg (Austria), 2016. Foto: Laurenz Feinig

Hasta Europa ha traído también su filosofía arquitectónica, como se deja ver en edificios como la hospedería de Rosana, en Alemania, un alojamiento ayurveda por el que consiguió el Premio New European Bauhaus en 2021. Para su construcción, recurrió a la madera estructural, los revestimientos de sauce y la tierra compactada. Esto supuso una reducción drástica de recursos como el hormigón, la espuma aislante y otros materiales insalubres.

Lo que buscaba era mejorar la salud de sus usuarios finales y la del planeta. El proyecto es una prueba de que la calidad de vida no es cuestión de metros cuadrados construidos, sino de calidad, de proporciones bien pensadas y de materiales naturales y trabajados a mano.

Casa de huéspedes RosAna, Rosenheim (Alemania), 2015. Foto: Gabrijela Obert
Casa de huéspedes RosAna, Rosenheim (Alemania), 2015. Foto: Gabrijela Obert

Otros proyectos que ha desarrollado en Europa han sido el Edificio Omicron Electronics, en Voralberg (Austria), diseñado como una estructura monolítica de piedra y barro, material este último que ayuda a regular el clima interior, por ejemplo, y que a pesar de los materiales empleados en su construcción «es muy high tech».

También, el espacio para el nacimiento y los sentidos que se construyó también en la misma localidad austriaca, y el altar mayor para la catedral de San Pedro, en Worms, Alemania, con el que consiguió generar la participación y la involucración en su construcción de toda la comunidad local, tal y como se hacía en el pasado, cuando los vecinos se unían para ayudar a construir una casa para alguno de ellos. Porque, como afirma Heringer, lo que nos falta es generar relaciones, no materiales.

Zonas de descanso, Omicrom Electronics, Klaus (Austria), 2015. Foto: Stefano Mori
Zonas de descanso, Omicrom Electronics, Klaus (Austria), 2015. Foto: Stefano Mori

Una buena frase que resume la filosofía arquitectónica de Anna Heringer es su lema: menos hormigón, más tierra. Porque en su opinión, nos falta trabajar con nuestras propias manos. Hacerlo así facilita sentir el poder de nuestra creatividad, es enormemente empoderador. La tierra, resume, da alimento, ofrece alojamiento y puede retornar al suelo. Y no está reñida con la arquitectura moderna.

LA SOSTENIBILIDAD DEL UPCYCLING

Una de las salas de la exposición de Anne Heringer está dedicada al textil y a su idea de acercar esta industria a la arquitectura. De sus paredes y techos cuelgan unos tapices hechos con telas recicladas. Son los trabajos que salen de los talleres de la asociación Dipdii Textiles, donde las mujeres de la aldea de Rudrapur reutilizan las telas de sus ropas y alfombras para crear otras prendas con ellas, darles una segunda vida.

Foto: César González

A la vez, el proyecto da una oportunidad de trabajo para estas mujeres con el fin de que no tengan que abandonar su pueblo y emigrar a las ciudades, uno de los motivos del abandono rural.

Edificio Anandaloy, Rudrapur (Bangladesh), 2018-2020. Foto: Kurt Hörbst

Algunas de esas prendas y tejidos se venden en la tienda solidaria que se ha habilitado en el museo. Los beneficios íntegros de las ventas se destinarán a Dipdii Textiles para la continuidad de su actividad.

Foto: Gunter Konig
Foto: Gunter Konig
Foto: Gunter Konig

MANIFIESTO DE LAUFEN

Heringer concibe la arquitectura como un trabajo colectivo en el que se generan ideas. Y esas ideas deben compartirse con generaciones más jóvenes con el fin de alcanzar una alternativa a la forma de construcción actual que genere igualdad a nivel global con la creatividad como herramienta indispensable.

Para alcanzarlo, ella y otros arquitectos en su línea de pensamiento firmaron el Manifiesto de Laufen, que comprende siete puntos:

Colaborar mano a mano

No solo entre arquitectos, sino también entre ellos y las poblaciones locales en las que van a intervenir. El impacto de los procesos participativos va más allá de los resultados del diseño: debe empoderar a los individuos y cultivar una atmósfera constructiva de resultados duraderos. El proceso debe contar con tiempo suficiente para facilitar un diálogo que busque el respeto, la curiosidad, la flexibilidad y el esmero.

Albergue en la Bienal de Bambú de Longquan, Baoxi (China), 2016. Foto: Jenny Ji

Diseñar el trabajo

Cuando se piensa en un proyecto, no solo hay que pensar en el diseño, sino también en quiénes se van a beneficiar de esos edificios y de esos presupuestos. Se trataría de trabajar con empresas locales para fomentar esas economías. Los nuevos modelos de autoconstrucción para poblaciones sin recursos deben ser estudiados y combinados con educación, formación y la generación de beneficios a largo plazo. La creación de empleo sienta las bases para la igualdad y la paz.

Desplegar la belleza

La belleza es una necesidad humana esencial, ligada intrínsecamente a la dignidad. Los esfuerzos deben orientarse a lograr una auténtica armonía que empatice con la población, el genius loci y su territorio. El anhelo de belleza puede ser más fuerte que el miedo, convirtiéndose así en un catalizador crucial para el desarrollo humano.

Identificar lo local

Los proyectos deben estar basados en la cuidadosa observación de las condiciones geofísicas y las tradiciones de construcción local. Todo debe adaptarse al clima local, a los materiales disponibles y a las fuentes de energía disponibles. Si se hace así, se contribuirá a la autosuficiencia y a la generación de economías locales más sostenibles.

Comprender el territorio

La sostenibilidad debe estar basada en materiales que son abundantes, como la tierra. Debe comprenderse el territorio en el que se va a edificar y ver qué materiales existen en él, así como los recursos energéticos con los que cuenta su comunidad.

Los proyectos de diseño realmente humano entienden los ámbitos de impacto e influencia en varias escalas. Operan entre lo local, lo regional, lo continental y lo global, revelando de esta manera un entramado complejo de relaciones sociales, económicas y ecológicas dinámicas que deben ser respetadas, adecuadas y mejoradas según las necesidades.

Albergue en la Bienal de Bambú de Longquan, Baoxi (China), 2016. Foto: Jenny Ji

Educar a los proyectistas

La formación en diseño tiene que evolucionar de forma que los jóvenes puedan tener la capacidad de salvar la brecha entre lo local, lo regional, lo continental y lo global. Se trataría de generar empatía, preocupación por las personas.

Conformar la política

Es necesario un cambio drástico en la manera en la que concebimos, distribuimos y construimos los hábitats humanos. Debemos conectar los procesos de arriba abajo y de abajo arriba con el objetivo de promover intercambios más productivos entre residentes, autoridades políticas, instituciones financieras, los profesionales del diseño y el poder ejecutivo.

Esto requerirá la movilización de medios tanto humanos como financieros. Necesitamos soluciones mejores y más amplias, a un precio inferior, para un mayor número de personas.

La exposición Anna Heringer. Belleza esencial podrá visitarse hasta el 8 de mayo en el Museo ICO de Madrid y se engloba en el programa del Madrid Design Festival, que se desarrollará del 15 de febrero al 13 de marzo.

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Patrick Thomas

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