La cabina telefónica que surgió de la ultratumba

Uno de los mayores logros del diseño industrial del siglo XX esconde sus orígenes en un cementerio en el norte de Londres. En este lugar descansan los restos del arquitecto John Soane junto a su mujer debajo de una estructura elaborada con una mezcla de mármol de Carrara y piedra de Portland.

Fue aquí donde Giles Gilbert Scott tomó las formas de la tumba de Soane como inspiración para diseñar la icónica cabina telefónica roja que hoy es un símbolo mundialmente reconocido.

Tumba de John Soane, cementerio Old St Pancras, Londres. Foto: Grahamc99 bajo lic. CC
La tumba de John Soane en el cementerio Old St Pancras (Londres). Foto: Grahamc99 bajo lic. CC

En 1924, Scott, un arquitecto con una trayectoria reconocida, fue invitado a participar en un concurso para rediseñar la cabina K1. Este primer intento de instalar teléfonos públicos en 1920 no fue bien recibido por los habitantes londinenses, que no dudaron en dejar claro su descontento con el diseño a las autoridades.

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Gráficos: Copyright Richard Coltman The Telephone Box

Tras las protestas, el servicio de correos británico, en colaboración con la comisión real de arte, decidió contactar con varios arquitectos para participar en un concurso restringido que acabó ganando Scott.

En la arquitectura de la época se avecinaba una batalla entre dos bandos: por un lado, los tradicionalistas que abogaban por seguir mirando atrás a los referentes clásicos para proyectar ciudades. En el otro lado del ring, una nueva generación de arquitectos con ideas radicales influenciadas por la escuela Bauhaus querían transformar el paisaje urbano con un énfasis en lo funcional y lo práctico. Frente a estas visiones enfrentadas, Scott era partidario de seguir una ruta más pragmática. “La tercera vía”, como él lo llamaba. “Scott pasó toda su carrera empaquetando la modernidad en el tradicionalismo británico”, explica el perfil que dedica The Design Museum a su legado.

La solución ganadora que proponía Scott se enmarcaba una vez más en esa combinación entre modernidad y tradición que él tanto defendía. El diseño exterior era lo suficientemente clásico para atraer a aquellos que desconfiaban de la tecnología.

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Imagen tomada en el Design Museum de Londres

El interior, en cambio, incluía innovaciones tales como un sistema de ventilación que permitía circular el aire mediante perforaciones en la cúpula. Además, “el cristal estaba dividido en pequeños paneles para ser reemplazado con rapidez en caso de rotura”, añade el perfil del museo de diseño de Londres sobre el proyecto.

Gráficos: Copyright Richard Coltman The Telephone Box

Para el color de la estructura, Scott propuso pintar la parte exterior con un tono plateado y el interior con una mezcla de azul y verde. El servicio de correos, en cambio, insistió en el rojo para mejorar su visibilidad en caso de emergencias, una solución que acabó imponiéndose.

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Foto: Mick Garratt bajo lic. CC

Esta decisión acabaría siendo aceptada en casi todo el país menos en algunas zonas rurales, donde años después las protestas de los residentes (los british son muy protestones en cuestiones de estética) consiguieron cambiar el color de las cabinas a verde para que estuviesen más integradas con los colores de la campiña inglesa.

En total se fabricaron 1.700 unidades de esta segunda generación de cabinas que se instalaron casi exclusivamente en Londres. Dos factores impidieron su propagación por el resto del país: su coste elevado de fabricación y su gran tamaño hacían muy caro transportarla, según Richard Coltman, divulgador de la materia a través de su web The Telephone Box.

Aún pasaría más de un década antes de que los diseños de Scott llegasen a todos los rincones del país. Para llegar a ello hubo que realizar muchas modificaciones antes de dar con un resultado satisfactorio.

K3

Conscientes de las dificultades de fabricar el K2 en masa, los servicios de correos británicos pidieron en 1928 a Scott un nuevo diseño para desplegar fuera de la capital inglesa, esta vez sin concurso.

Siguiendo la base del K2, esta nueva cabina estaba construida con piezas de cemento fijadas sobre una base también de cemento. La nueva versión era más pequeña y con menos decoración que su encarnación anterior y por tanto más barata de fabricar.

Para los colores, se buscó un punto medio optando por el blanco como color principal y el rojo para las ventanas. A pesar de que se hicieron más de 12.000 el cemento resultó un material pobre para este tipo de estructuras y hoy en día apenas quedan unos cuantos ejemplares del K3.

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Gráficos: Copyright Richard Coltman The Telephone Box

El K4 diseñado en 1925 por el departamento de ingeniería de los servicios de correos británicos fue una modificación del diseño de Scott. En un flanco de la cabina se instaló un buzón para enviar correo y una máquina para comprar sellos.

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Gráficos: Copyright Richard Coltman The Telephone Box

Aunque la idea parecía muy práctica el proyecto tardó cinco años en fraguarse y nunca acabó de cuajar. La cabina K4 tenía varios problemas: era demasiado grande y cara para instalar en masa, las máquinas de sellos hacían mucho ruido y molestaban a las personas en el interior de la cabina intentando hablar por teléfono, y no estaban preparadas para las inclemencias del tiempo según las investigaciones de Coltman. Solo se fabricaron 50 y hoy en día apenas quedan cinco en existencia.

K6: la cabina de Scott se convierte en un icono nacional e internacional

El verdadero impulso al legado de la cabina telefónica roja llegaría en 1935 cuando el arquitecto británico recibió un nuevo encargo del Post Office. Se acercaba el jubileo de plata en honor al Rey Jorge V y el servicio de correos quería consolidar la instalación de teléfonos públicos en todo el país.

Con la experiencia obtenida del K2 y el K3 Scott creó una nueva generación de cabinas que dejaba atrás muchos de los problemas que plagaron los anteriores modelos. Para el K6 se redujo considerablemente el tamaño, se simplificó aún más el diseño y se apostó por el hierro fundido como material principal. El rojo, una vez más, volvió a ser el color dominante.

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Gráficos: Copyright Richard Coltman The Telephone Box

Satisfechos con el resultado, se fabricaron 8.000 en los siguientes años y se permitió a localidades de todo el país solicitar una. De aquí en adelante, su propagación masiva por la nación convirtió la cabina telefónica en un elemento ubicuo del paisaje y la cultura británica.

Con la entrada de la década de los 60 este número superó las 60.000 unidades, fecha en la que empezó su declive. En 1959 se introdujo el K7, un diseño según Coltan muy avanzado a su tiempo que no acabó cuajando.

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Gráficos: Copyright Richard Coltman The Telephone Box

El K8, en cambio, empezó a remplazar poco a poco al diseño de Scott.

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Gráficos: Copyright Richard Coltman The Telephone Box

Pero la mayor amenaza reciente para la supervivencia del K6 y sus vertientes más modernas llegó de la mano de los teléfonos móviles. En Reino Unido, como en muchos países modernos, la penetración de los celulares es casi del 100% entre la población, un hecho que va camino de convertir la cabina telefónica en un servicio obsoleto. Sin embargo, muchos K6 resisten. Más de 10.700 unidades siguen siendo utilizadas. Algunas de ellas como cabinas telefónicas, pero también se está encontrando usos creativos para ellas.

En 2012, British Telecom, propietaria de muchas de ellas, lanzó una iniciativa llamada Adopt a Kiosk que permitía a gobiernos locales adoptar una cabina por tan solo una libra esterlina para preservarlas en su comunidad. La campaña ha sido un éxito con más de 1.800 ‘adopciones’. El estado también ha tomado algunas medidas para protegerlas. “Todos los K2 están protegidos por patrimonio nacional y más de 2.000 K6. Esto significa que no pueden ser cambiadas sin permiso. El resto sigue sin protección”, explica Coltman.

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Además de usarlas para hacer llamadas, se le ha dado varios usos creativos a las cabinas de Scott en los últimos años, iniciativas como:

– Centros de información turística.

– Un espacio para instalar desfibriladores en zonas rurales.

Galerías de arte:

Dave Catchpole bajo lic. CC
Dave Catchpole bajo lic. CC
Dave Catchpole http://www.flickr.com/photos/yaketyyakyak/7632499600/sizes/c/in/photostream/
Foto: Dave Catchpole bajo lic. CC
Foto: Dave Catchpole lic. CC http://www.flickr.com/photos/yaketyyakyak/7611247646/sizes/c/in/photostream/
Foto: Dave Catchpole lic. CC 

Zonas de intercambios de libros:

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Foto: Oatsy 40 Foto 2: Eamon Curry

En cajeros:

Foto: Mar Abad
Foto: Mar Abad

Antes de su muerte en 1960, Giles Gilbert Scott acabaría dejando su huella en el skyline londinense con edificios como la central eléctrica de Battersea (mitificada en la portada de Animal de Pink Floyd) o la central eléctrica de Bankside (hoy la Tate Modern). Pero ninguna tendría la ubicuidad ni el impacto de la cabina telefónica roja. Nada mal para una idea surgida de un cementerio que, tras diez años de prueba y error, encontró su máxima expresión en el K6.

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Patrick Thomas

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