¿A que no te atreves a contar la Guerra Civil española en clave de realismo mágico?

La península de las casas vacías

Decir que La península de las casas vacías, de David Uclés, es una novela que habla de la Guerra Civil es simplificar demasiado. Porque sí, su autor relata los tres años que duró el terrible conflicto bélico español a través de la historia de una familia de campesinos, los Ardolento, con la que cualquiera podríamos identificarnos.

Pero las vicisitudes que rodean a este clan encabezado por Odisto y su esposa, María, son, en realidad, las que pasó la propia familia de Uclés, que entremezcla en el relato supersticiones, leyendas y tradiciones de su pueblo que le han ido trasmitiendo las generaciones que le precedieron. Y todo ello contado en clave de realismo mágico, que acerca a esta peculiar familia, tan normal y tan extraordinaria al mismo tiempo, a los Buendía y al Macondo de Cien años de soledad.

Que pueda encontrarse cierto paralelismo con la novela de García Márquez a Uclés le supone un halago. Pero, asegura, «quienes se acerquen a la novela por la aparente similitud con Cien años de soledad descubrirán en algún momento que el andamiaje del libro es diferente. Que les guste más o menos, ya no depende de mí».

No es el único referente literario que se deja ver en la novela de este joven escritor jienense: Unamuno, por ejemplo, está muy presente. Además del recurso del narrador que se manifiesta y habla con los protagonistas, como ocurría en Niebla, del escritor vasco Uclés se quedó «con el existencialismo de sus personajes: con la reflexión de san Manuel Bueno y con las dudas esenciales de Augusto Pérez». Pero también se ven reflejos de Günter Grass, Stratis Haviaras, Olga Tokarczuk, Wenceslao Fernández, Rafael Sánchez Ferlosio, José Saramago, Fulgencio Argüelles, Federico García Lorca, Camila Sosa Villada…

La península de las casas vacías

Invitados especiales

Quince años tardó David Uclés en escribir esta novela. No es de extrañar, a juzgar por la complejidad de la historia, en la que, además de los elementos fantásticos y surrealistas con los que se narran los acontecimientos y el debacle de esta familia, se ofrecen datos reales que obedecen a un concienzudo trabajo de documentación, al que dedicó los últimos cinco años del proceso de escritura. «Me sentía trabajando como para una tesis doctoral, pero sin la seguridad de que nadie leyera lo escrito algún día. Un salto al vacío», rememora.

«El proceso creativo no fue lineal. Fue como rellenar varios cajones al mismo tiempo con un montón de objetos diferentes entre sí (Guerra Civil / realismo mágico / viajes por Iberia / cuarenta personajes que van a morir). No fue fácil, pero los últimos años, con el grueso bien organizado, lo disfruté muchísimo. Para ayudarme a documentarme, empapelé las paredes de una de las habitaciones de mi antigua casa».

La acción comienza en Jándula, un pequeño pueblo andaluz trasfondo de Quesada, el lugar de origen de la familia de Uclés, pero se extiende por todo el territorio español, aquí llamado Iberia, para explicar distintos episodios terribles de la guerra. Junto a Odisto y sus hijos, aparecen en la narración personajes reales e históricos que interactúan con ellos de diversas maneras: Hemingway, George Orwel, Robert Capa, Lorca, Miguel Hernández, Machado, Azaña, el pintor cubista Rafael Zabaleta, el propio Unamuno… y hasta el mismísimo Franco.

Y un personaje muy especial, el propio narrador, que, como si de Dios mismo se tratara, maneja los hilos de lo que ocurre, nos ahorra el trago de asistir a los actos más desagradables y trágicos de la acción cuando lo cree necesario y se dirige al lector continuamente para justificar su propio comportamiento o explicarle qué es lo que va a ocurrir.

«El narrador, además de intentar suavizar algunos episodios, quiere ensamblar y organizar todas las historias de forma equilibrada», explica Uclés su papel. «Para ello, usa todo cuanto está en su mano: mueve la fecha de algunas batallas, baja a hablar con algunos personajes célebres, retira a otros porque los considera prescindibles, detiene el tiempo, lo acelera… Si no hubiera sido por él, no podría haber escrito este libro».

Un pequeño impulso

Nacido en Úbeda (Jaén) en 1990, David Uclés es licenciado y máster en Traducción e Interpretación, además de escritor, músico, dibujante y traductor. La península de las casas vacías es su tercera novela, que comparte con las anteriores el recurso del realismo mágico. Eso le permite «contar la Guerra Civil desde otro punto diferente y jugar así con el color, los tiempos, las físicas y las arquitecturas narrativas —explica—. Me apetecía desmontar toda la guerra y volverla a ensamblar de una forma más expresionista y sugerente. Era un reto y disfruto con ellos. Además, el realismo mágico es el estilo de mis anteriores novelas».

Uclés obtuvo la beca Montserrat Roig y la Leonardo, lo que le permitió poder viajar por todo el país para documentar in situ los hechos que iba a narrar y describir más certeramente los paisajes y lugares en los que se desarrollaría la acción. «La beca Montserrat Roig me permitió perfeccionar los episodios descritos en Cataluña y la beca Leonardo hizo lo propio, pero en todo el resto del país: pude personarme en aquellos lugares que describo con más ahínco. Sin estas becas, el viaje propuesto al lector le sería menos realista».

La península de las casas vacías

Historias extraordinarias que se esconden en las familias

No tuvo que buscar mucho fuera para encontrar la inspiración de esta novela tan especial. Fue su propia familia, en especial la figura de su bisabuelo, la fuente de la que beben Odisto y los Ardolento. «Creo que una crónica familiar, por muy distorsionada que se transcriba después, es siempre más emocionante que una ficción a secas —justifica Uclés—. El pulso atávico de un escritor que escribe sobre la historia de su familia tiene más fuerza emocional y se sostiene mejor que un drama inventado».

Gracias a ellos, podemos entender cómo vivieron las gentes llanas un conflicto al que se vieron, en la mayor parte de las ocasiones, arrastrados. Odisto, el cabeza del clan, insiste en todo el relato en considerarse neutral, en no apoyar específicamente a ninguno de los dos bandos.

«Los de Odisto no eran de derechas ni de izquierdas, eran del árbol que más sombra les daba. ¿Que un ministro progresista prometía una desamortización que les daría tierras y repartiría los bienes de manos muertas? ¡Progresistas! ¿Que la República auguraba reformas agrarias y la modernización del campo? ¡Republicanos! ¿Que el rey les prometía pan y oro regio? ¡Monárquicos! Si no se mojaban más no era por conveniencia, sino porque no sabían de política», describe el autor en un capítulo de la novela.

Por eso resulta inevitable pensar que eso mismo es lo que sintió la mayor parte de la población ante el conflicto. «Me inclino a pensar que en buena parte del pueblo dedicado al campo así fue. En cualquier caso, Odisto es un calco de mi abuelo Luis, que actuaba de esta manera y nunca se metía en política: campo, campo y campo». Y, sin embargo, a pesar de la neutralidad, no se libraron de sufrir la violencia ejercida por uno y otro bando, indistintamente. De ahí que ese descriptivo casas vacías del título sea un buen resumen de ese trágico episodio de la historia reciente de España, y de cuánto sufrieron las familias en él.

«Así es —confirma David Uclés—. De esta forma se quedó el país después de la guerra. Para comprobarlo no hay más que preguntar a cualquier español si sus antepasados sufrieron el horror del conflicto. Da igual de qué bando fueran, la respuesta es siempre afirmativa».

La importancia de conocer la historia

No conocer la historia es quizá una de las razones del creciente auge de la extrema derecha y de quienes se niegan a reconocer la importancia de la memoria histórica. De hecho, rara vez se llega a dar la Guerra Civil en las clases de Historia de colegios e institutos, por lo que no se puede entender lo que no se ha llegado a conocer.

En ese conocimiento no valen posturas políticas, debería primar un interés mucho más aséptico para evitar que este tipo de desastres vuelvan a producirse. «Hace falta que la Guerra Civil se dé en los colegios durante más tiempo, de una manera reflexiva y humana, e intentar quitarnos nuestras lentes políticas contemporáneas para comprender lo que sucedió sin nuestros juicios actuales», confirma Uclés.

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