En el principio, las cartas del tarot eran piezas de arte que las familias adineradas regalaban como dote en la boda de sus hijas. Quizá, si se hubieran quedado con ese matiz artístico, este juego no hubiera trascendido como lo ha hecho. Pero cuando al arte se le añadió el matiz esotérico, buuuuum, explotó todo y aquellas cartas tan monas se convirtieron en un instrumento de adivinación que sigue atrayendo la atención de muchas personas.
En torno al tarot gira la exposición La torre invertida. El tarot como forma y símbolo, comisariada por Pilar Soler Montes, que se exhibe en La Casa Encendida de Madrid hasta el próximo mes de enero. Se trata de una exposición colectiva que comprende obras de 12 artistas (Andy Warhol, Agnés Varda, Fréderic Bruly Bouabré, Johanna Dumet, Dorothy Ianone, Raúl de Nieves, Niki de Saint Phalle, Aldo Urbano, Betye Saar, King Khan & Michael Eaton, Suzanne Treister y Plastique Fantastique) que han usado el tarot, su significado y posibilidades en sus creaciones.
Pongámonos en antecedentes
El tarot nació en el Renacimiento, en el norte de Italia, y las familias adineradas encargaban estas piezas a reconocidos artistas como regalo de bodas de sus hijas. Más que algo esotérico, se asociaba con un juego psicológico, lo que le ayudó a escapar de la persecución de la Inquisición.
«A los naipes normales de origen oriental se les añadía una serie de figuras llamadas triunfos y con ellas formaban un juego misterioso llamado tarocchi», explica la comisaria, Pilar Soler Montes, en el catálogo de la exposición.
Esas cartas y la manera de nombrarlas estaban relacionadas con las procesiones triunfales de la época, donde una serie de carros llamados triunfos representaban alegorías para la celebración combinando teatro, música, poesía y sofisticadas escenografías. Se trataba, pues, de una manera diferente de narrar, de contar un acontecimiento.
«Esos artistas y escritores, entre los que se encuentra Petrarca, van usando todos estos elementos que venían del neoplatonismo y del cristianismo para crear la baraja que se va a formalizar y que va cambiando a lo largo del tiempo», puntualiza Soler.
Tres siglos tuvieron que pasar para que el tarot se convirtiera en un instrumento de adivinación, y entonces, al elemento narrativo, se unió también el componente mágico, lo que convirtió al juego de cartas en algo realmente atractivo. Sin embargo, el verdadero bum llegó en el siglo XIX, asociado a un periodo de crisis y a los recientes descubrimientos arqueológicos en Egipto, pero también asociados a los rosacruces y a los masones.
«En el siglo XIX hay un bum del esoterismo con toda una crisis de lo racional en Europa —aclara la comisaria de la exposición—, y ya, con las vanguardias, se sofistica y se empiezan a subvertir los símbolos. Después de la Segunda Guerra Mundial hay un desprestigio de todo este pensamiento mágico. Y es en los años 60 cuando, desde la contracultura, se vuelve a recuperar el tarot, que en ese momento era un elemento popular de la baja cultura».
La exposición
Los artistas que están presentes en La torre invertida van desde los años 60 hasta hoy. Quizá el denominador común de todos ellos sea esa reapropiación de símbolos de la baja cultura que los artistas recuperan para el arte, pero subvirtiéndolos y llevándoselos a su terreno.
Estos artistas utilizan el tarot tanto por lo que significa como por su forma, «porque es como un libro», explica Pilar Soler. «El tarot funciona como un libro que tiene una estructura muy laberíntica y que te da muchas posibilidades de relato».
Se apropian, pues, de su iconografía para subvertirla con relatos subjetivos y políticos. «Lo están usando como elementos para pensar en la utopía, para pensar en otras posibilidades de futuro, para hablar de autoconciencia… como otra posibilidad de pensar en contra de un pensamiento mucho más racional y reglado».
El tarot se convierte en el vehículo para repensar unos símbolos que, en momentos de crisis, han quedado vacíos. Ocurrió en los 60 y ocurre hoy también, de ahí, quizá, ese renacer en el interés por lo esotérico y la cartomancia en general. Una búsqueda para escapar de lo racional, en definitiva. «Yo creo que llega un momento, que es justo en tiempos de crisis, en el que hay que volver a pensar. Y el tarot les ha servido a los artistas para esto», confirma la comisaria.
La exposición no está concebida en ningún orden. Simbólicamente, está pensada como una tirada de cartas, donde los naipes se eligen aleatoriamente. A Pilar Montes, sin embargo, le gusta comenzar la visita por la sala en la que se exhiben obras de Aldo Urbano y Raúl de Nieves, y un vídeo con una escena de la película Cloe De 5 a 7, de Agnés Varda, donde se representa una tirada de tarot. De ahí ha salido el título de la exposición, que hace alusión a la figura de la carta de La Torre, un arcano de mal augurio que, sin embargo, cuando aparece invertida en la tirada, anuncia una transformación, un cambio.
Se inicia así un diálogo entre la película de Varda y las obras de Raúl de Nieves y de Aldo Urbano (autor de la única obra creada ex profeso para la exposición, una baraja de tarot) en torno a la transformación personal, a ese destruir para recomenzar. En el fondo, otra manera de subvertir los cánones basándose en sus propias historias personales de renacimiento y muerte, que dan como fruto una nueva visión.
Y así, de diálogo en diálogo, cada una de las tres salas que componen la muestra recogen las obras de artistas que utilizan el tarot para contar sus relatos. En unos casos, porque lo esotérico, lo mágico, forma parte de su propia cultura, como ocurre con Betye Saar. En otros, porque la estructura de las cartas se utiliza para mostrar su propia cosmogonía (la obra del africano Fréderic Bruly Boaubré Legende de Zignonkplebhlo); o una historia de amor que cambió radicalmente su vida (Dorothy Ianone con (Ta)Rot Pack) o como un viaje iniciático (Niki de Saint Phalle, con sus bocetos, dibujos y maquetas que lo que luego sería su famoso jardín del tarot).
Pero también se utiliza como herramienta de denuncia política (elementos usados por el colectivo Plastique Fantastique en su performance Your Future in Foolish Memes); de reinterpretación de la historia (Suzanne Treister, Hexen 2.0) y adaptación de los símbolos del tarot a personajes relacionados con el movimiento Black Power (King Khan & Michael Eaton con su Black Power Tarot).
«Todos ellos se han aproximado al tema desde un interés por el elemento simbólico entre lo consciente y lo inconsciente a través de un juego laberíntico en su forma, donde los significados son múltiples, las combinaciones infinitas, el camino oscuro y la interpretación subjetiva», concluye Pilar Soler Montes sobre La torre invertida.