El valor de una buena vida nocturna para una ciudad es incalculable. En el caso de Berlín es uno de los grandes reclamos que ha contribuido a atraer a millones de personas a vivir allí y a visitarla. Pero durante los últimos años esta cultura nocturna se ha visto afectada por fenómenos socioeconómicos y la creciente regulación que está coartando la posibilidad de operar libremente al sector de la noche berlinesa.
Según un artículo de Der Spiegel, la gentrificación en los principales barrios de la ciudad está acabando con muchas discotecas y locales de música en directo. Los dueños de las propiedades se están negando a renovar las licencias de algunos de los locales más conocidos de Berlín. En su lugar quieren construir pisos de lujo para la creciente población de personas con alto poder adquisitivo que quieren trasladarse a la ciudad en busca, paradójicamente, de esa vitalidad. Otros simplemente no quieren tener a estos sitios en las cercanías de su casa y lo hacen saber a las autoridades.
La rapidez con la que está sucediendo ha llegado hasta tal punto que el ayuntamiento ha decidido tomar cartas en el asunto con la creación de un fondo de 1 millón de euros para ayudar a mantener abiertos algunos de estos locales. Se prevé que este dinero se utilice también para promocionar la música en directo, buscar nuevos sitios para trasladarlos y asesoría legal para las partes involucradas.
En la esfera política local parece haber un consenso que se necesita hacer algo. Miembros del partido conservador y el partido socialista (actualmente en el poder) colaboran para intentar frenar el cierre de muchos de estos locales. Actualmente el artículo dice que hay 15 locales que están bajo riesgo de cierre inminente.
Los responsables del ayuntamiento quieren evitar que el resto de la ciudad acabe como Prenzlauer Berg, un barrio del antiguo este de la ciudad que, según el reportaje de Der Spiegel, está en peligro de convertirse en un “barrio dormitorio”.
Lo que sucede en Berlín no es nada nuevo. Forma parte de los procesos de gentrificación, en los que la diversidad y bajos precios de un determinado barrio o ciudad ayudan a atraer a personas acomodadas. El problema es que en el proceso se acaba perdiendo todas las facetas que la hicieron especial. Los únicos afectados no son solo la vida nocturna. De hecho, esto es solo una pequeña parte del problema. Los verdaderos perjudicados son los residentes de los barrios de rentas bajas que se ven obligados a dejar el lugar debido a la subida indiscriminada de los alquileres. La solución, como todo, muchas veces está en encontrar el equilibrio entre todas las partes involucradas.
El caso de Berlín encierra muchas paradojas. Cada vez que se hace la vida imposible a salas de conciertos o lugares donde florece cultura nocturna, contribuyen a acabar poco a poco con su personalidad. Ser una ciudad aburrida es una opción, pero para un lugar que vive de lo opuesto, esta política está llena de riesgos. La vida nocturna es patrimonio de una ciudad y hay que protegerla.
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