La cosa es interesante. Una secretaria se pinta parsimoniosa las uรฑas con una laca 08 Pirate, de Chanel. Un diseรฑador, su jefe, entra en la oficina y, de pronto, tiene una idea reveladora que cambiarรก su vida y su empresa. Una idea que recuperarรก una simbologรญa adorada por aquellos que quieran ser alguien: la simbologรญa del poder, de las relaciones, de las pasiones, de la persuasiรณn. La simbologรญa de una vieja aristocracia, una clase ociosa que ya desapareciรณ sin dejar rastro. El diseรฑador es Christian Louboutin; el color, el rojo, el rojo 08 chanel pirata. La idea: hacer sus zapatos con la suela roja.
Serรก Luis XIV, el pequeรฑo Rey Sol, quien en un intento de crecer unos centรญmetros para la promociรณn y venta de su mismo personaje decida encaramarse a unos buenos tacones escarlata. Desde ese momento, allรก por el lejano siglo XVII, la uniรณn de una prenda de vestir, los zapatos, y un color, el rojo, ha vivido una larga historia con vaivenes varios. Primero fueron sรญmbolo de distinciรณn, cultura y alta alcurnia.
Luego el color, el rojo, cambiรณ de lugar y de los pies se subiรณ a la cabeza. El mundo se puso patas arriba. Lo que antes era majestuoso se tornรณ ridรญculo, y los que antes decidรญan que era ridรญculo perdieron su cabeza y ya no dijeron nada mรกs. Por el efecto lรณgico de toda buena revoluciรณn, la reciรฉn nacida ciudadanรญa establecerรญa los nuevos sรญmbolos sartoriales.
[pullquote]Lo que antes era majestuoso se tornรณ ridรญculo, y los que antes decidรญan que era ridรญculo perdieron su cabeza y ya no dijeron nada mรกs[/pullquote]
Los zapatos rojos, como tantas otras prendas, pasarรกn a mejor vida. Durante un tiempo prudencial desaparecerรกn completamente del รกrea de lo pรบblico. Si querรญas conservar tu cabeza sobre tus hombros, mรกs te valรญa ponerte el rojo de gorro y evitarlo a toda costa en el calzado.
El regreso de este extraรฑa pareja, el calzado y el color, serรก inquietante. La reentrรฉ de los lustrosos escarpines carmesรญ vendrรกn asociados a todo lo que la Iglesia condenaba en el comportamiento de una mujer. Asรญ, los zapatos rojos tendrรกn una vuelta triunfal de la mano de Karen, la niรฑa pobre y protagonista del cuento de Hans Christian Andersen Los zapatos rojos.
Primero serรกn zapatillas de remiendos y luego unos lustrosos y brillantes escarpines de charol, como aquellos en los que Baudelaire gustaba verse reflejado. La vanidad se paga y la pobre niรฑa Karen serรก arrastrada a un frenรฉtico baile con sus piececitos adheridos al malรฉfico charol: ยซTendrรกs que bailar con tus zapatos rojos hasta que estรฉs pรกlida y frรญa, y la piel se te arrugue, y te conviertas en un esqueleto. Bailarรกs de puerta en puerta, y allรญ donde encuentres niรฑos orgullosos y vanidosos llamarรกs para que te vean y tiemblen. Sรญ, tendrรกs que bailarโฆยป.
[pullquoteยป]Los zapatos rojos son un sรญmbolo inquietante. Quizรก apelan a una falta de libertad y a un inminente peligro[/pullquote]
Karen tendrรก una misiรณn. Serรก el apรณstol de las buenas costumbres y las correctas seรฑoritas. Las gentes de Hollywood se sintieron inspiradas y en 1948 lanzaron el musical que cambiรณ los charoles por la zapatillas de bailarina. Una espectacular pelirroja, bella pero tozuda, acabarรก con sus huesos desparramados en una escalera. Morirรก por ser ambiciosa, por vanidosa y por obsesiva. En suma, por hacer lo que le daba la gana.
Los zapatos rojos son un sรญmbolo inquietante. Quizรก apelan a una falta de libertad y a un inminente peligro. Por eso el mes pasado la Puerta del Sol de Madrid estaba llena de zapatos rojos. No habรญa tantos como en la puesta en escena original de la obra de Elina Chauvet, quien, entre 2009 y 2013, ha llevado a tรฉrmino la instalaciรณn Zapatos Rojos. Esta vez, pese a preservar esa idea, el colectivo Ve-la-Luz ha sido mรกs discreto sin perder por ello la fuerza de una imagen.
El valor simbรณlico, testimonial que homenajea a las mujeres asesinadas por sus parejas no deberรญa hacernos olvidar que, desde el XIX, portar zapatos rojos era un autรฉntico riesgo y que, paradรณjicamente, aquellos magnates de la moda, que se creen en el derecho de reivindicar la exclusividad del uso del color rojo en las suelas de sus productos para marcar a sangre a aquellas damas de glamour y satรฉn, no dejan de ser, como indica el propio nombre del color rojo Chanel originario de esta historia, unos autรฉnticos piratas que no se han enterado de nada.