Abra usted el grifo. Ponga un vaso bajo el chorro de agua y llénelo. Acerque el recipiente a sus labios y beba hasta hartarse del potable elemento. Repita la operación las veces que usted crea necesario y sacie su sed.
Este proceso que para usted y cualquiera de sus conocidos es un acto rutinario, resulta imposible para cerca de 700 millones de personas en 43 países situados en zonas de escasez de agua, a las que habría que sumarles los millones que habitan allá donde la que sale del sistema público no sea muy potable. Según calcula la ONU y debido al cambio climático, para 2030 al menos la mitad de la población mundial vivirá en lo que se llaman parajes de estrés de agua, en las que el líquido elemento disponible es de unos escasos 1,000 a 1,700 metros cúbicos por persona y por año. Además, esta situación endurecerá la vida en los lugares áridos, llevando al desplazamiento de entre 24 y 700 millones de personas. Por no hablar, como advierten analistas y algunos Gobiernos, de futuras guerras por el abastecimiento.
Esta problemática es la que, asegura al otro lado de la línea el CEO Shimmy Zimmels, ha impulsado a la empresa israelí SunDwater a crear una destiladora de agua que funciona con energía solar. “No sé si lo sabes”, comienza Zimmels, “Israel está al borde del desierto y por muchos años sufrimos una carencia de agua”. Esta sequía llevó al país creado en 1948 a desarrollar una serie de soluciones, como “unidades de desalación, recolección de lluvias y aguas subterráneas, reciclado”, gestión inteligente de los recursos… que han hecho que “Israel esté liberado de cualquier preocupación por el agua”.
“Pero nosotros estábamos preocupados por otras partes del mundo”, dice el CEO, “donde no tienen la habilidad ni las infraestructuras necesarias para resolver este problema”. Y una de las ideas que les vino a la cabeza fue copiar a la naturaleza. La primera parte del ciclo del agua, que en su acepción más básica que cualquiera con la enseñanza básica debería conocer, consiste en tres fases. La primera es la que el agua se evapora de los océanos, mares y ríos, incorporándose a la atmósfera. Allí se condensa, formando las nubes. Cuando las gotas de agua que las forman se enfrían, se acelera la condensación, por lo que las gotitas se agrupan en unidades más grandes y, al ser mayor su peso, se precipitan (sí, como dicen en los telediarios) a la superficie terrestre.
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“No somos los primeros en pensar eso”, concede Zimmels, “pero es muy complicado crear la evaporación y una vez que tienes el vapor recondensarlo en agua es muy costoso y antes no funcionaba bien”. “Así que nos propusimos mejorar el proceso”. Detrás de la mejora está Shimon Ben Dor, diseñador de la unidad desalinadora y del que Zimmels, amigo de la infancia, destaca su “mente dotada para la ingeniería”. El aparato, “de muy sencillo manejo e instalación ya que la gente sobre el terreno muchas veces no tiene la habilidad ni los conocimientos”, calienta el agua “muy rápidamente” usando calor solar y por “otra técnica”- que lógicamente no quieren desvelar- recondensa el agua en cuestión de minutos.
En total, la unidad básica de SunDwater puede purificar 400 litros a la jornada de luz solar de cualquier tipo de agua, ya sea “salada, contaminada, con bacterias… ya que cuando la evaporación ocurre se separa lo que haya en el agua”. Con un precio de unos 10.000 dólares, el objetivo son las “aldeas aisladas, las comunidades sin acceso a infraestructuras, lugares que no tienen suficiente electricidad…”. En SunDWater están dispuestos a trabajar con distribuidores o organizaciones que quieran hacer una operación masiva. “Por mucho que queramos ayudar a alguien que está en México”, dice Zimmels, “no podemos ni por la distancia ni por financieramente, ya que no nos es rentable trabajar individualmente”.
-Hemos resuelto un problema–dice con voz de orgullo Zimmels– que llevaba irresoluto desde…. no voy a decir miles de años. Sonaría demasiado arrogante.
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Foto: Public Domain