Don Draper fue el último macho alfa de la televisión. Compartió puesto con Heisenberg (Walter White), sucediendo a Tony Soprano (el primero de su especie). Alrededor de ellos, una decena de aspirantes sin lustre, todos desaparecidos (médicos cascarrabias y capos sin carisma). Unos y otros intentando seducir a los hombres entre 18 y 45 años: el target. Espectadores huérfanos de ídolos que sean a la vez fuertes y vulnerables; villanos y honestos; estúpidos y brillantes. Ídolos que lloran como los hombres de verdad. Espectadores que dicen: «No somos niños: no seguimos a nadie».
Así lo parece: «Fulano es un crack del fútbol», dicen. «Mengano escribe como un dios y no hay voz como la de zutano». Pero estos huérfanos de ídolos no compran camisetas con los rostros de fulano, mengano y zutano con sus frases. «No somos quinceañeras», piensan.
Pero aparecen tipos como Tony Soprano, Don Draper o Heisenberg y estos espectadores compran camisetas con sus caras y sus frases; visten, beben y comen lo que sus héroes y se les escapa —como enamoradas— menciones a ellos. Si ven la oportunidad dicen: «Como dijo Don Draper: «Hazlo simple, pero significativo»» o «»Sólo jodemos al que merece ser jodido», dijo Tony Soprano». Saben en qué círculos sociales colocar las citar para recibir la sonrisa cómplice de los oyentes.
Muchas referencias a Don y Heisenberg perderán sentido con el tiempo. Las de Tony quedaron entre los nostálgicos y los auténticos seriéfilos (los desmenuzadores de escenas; los estudiosos de la narrativa).
TONY: EL HOMBRE QUE NO SOPORTA A SU FAMILIA
Los hombres con madres opresivas y familias absorbentes tienen en Tony Soprano un espejo. David Chase, el creador de los Soprano, tomó a su madre como referente para Livia Soprano (la mamá de Tony). De hecho, Tony es David: ambos son jefes de cientos de personas; ganan mucho dinero; son obsesivos y están profundamente insatisfechos. A Chase no le gusta la televisión: siempre ha querido ser Fellini o Godard o Kubrick.
«Pero no podía renunciar a la teta, al salario mensual, a la bonita casa de Santa Mónica». Palabras de Chase (Hombres fuera de serie, por Brett Martin).
Hay hombres que son el Tony atrapado en una comodidad —cada cual en la suya— que detesta.
DON: EL HOMBRE «NO VOLVERÉ A HACERLO»
Don Draper es el hombre que por un lado hace lo que sabe (es un mago de la publicidad) y por otro lado se lamenta por saltar de cama en cama. (Los placeres pueden llegar a ser así de puñeteros). Y detrás de todo esto un pasado que le tortura. No todos tenemos un pasado como el de Don Draper, pero cargamos con nuestros errores; decimos: «Debí haber hecho otra cosa» o «¿por qué no lo pensé bien»?
WALTER: EL POBRE HOMBRE
Por su parte, Walter White es el tipo que recibe un empujón en la cola del supermercado, el que aguanta las bromas del cuñado, el que teniendo conocimientos y talentos sobrados trabaja por una miseria. También es el hombre que no tiene más plan de vida que tirar para adelante. Como muchos.
Ningún hombre quiere ser el Tony sometido a la familia ni el Don torturado ni el triste Sr. White. Ninguno quiere porque ya es uno de ellos o una mezcla de dos o de los tres. El hombre quiere todo lo demás: el poder y escaparse a los placeres sin culpa de Tony; la brillantez de Don y su capacidad de seducción; y la inteligencia y la meteórica carrera de Walter White como Heisenberg (y disfrutarlo).
No debería extrañarnos que las mujeres de estos hombres sean consideradas zorras por los más fanáticos. Estos seguidores no quieren comprender —NO QUIEREN—que las madres son las madres: miran por la familia y por ello intentan poner límites a los excesos de sus hombres. Los aspirantes a macho alfa no quieren entender esto porque a través de Tony, Don y Walter canalizan las frustraciones diarias. Ya tienen madres, esposas e hijas, cuñados, primos y sobrinos.
PUESTO VACANTE
En las series actuales no hay machos alfas (no como el triunvirato desaparecido): hay hombres buenos y villanos sin escrúpulos. También detectives obsesivos como siempre los hubo. Hay un enano inteligentísimo y carismático, pero nadie quiere ser un enano con una cicatriz, perseguido hasta los confines del mundo. Ningún hombre quiere dirigir una caravana a través de un país de zombis ni contener el orden en una ciudad plagada de fumadores silenciosos.
Tampoco hay quien estando en su sano juicio tome como referente a tipos como Hannibal o Lorne Malvo (Fargo), auténticos sádicos. Tony o Walter White matan en defensa propia o para sobrevivir: nunca hay placer en las muertes que encargan o realizan por propia mano. Son gajes del oficio. Estos capos del crimen pueden pasar por buenos chicos. Y todos los hombres nos consideramos buenos chicos, incluso los más canallas: cuestión de perspectiva.