Don Draper graba en 8mm la fiesta de cumpleaños de su hija (cap. 3, temporada 1ª). La cámara de Don no registra las voces, sólo recoge las sonrisas y los saludos de los invitados. Una imagen idílica de los 50, igual que otras muchas para la imaginación popular. La realidad es otra, muy distinta. La secuencia del cumpleaños encierra la esencia de Mad Men.
Leemos o escuchamos las palabras “años 50” y la cabeza se nos va a Los Estados Unidos: las casitas de madera con su jardincito, las ilustraciones publicitarias, las comedias de Doris Day… Y, por supuesto, las grabaciones de familias felices en 8 mm.
Cuando Sally Draper sea adulta y vea la grabación recordará su pasado en colores saturados, como un sueño.
LA REALIDAD
LA FELICIDAD EN 8MM
Cuando Don Draper coge la cámara, los invitados cambian las malas caras, las envidias y las intrigas por sonrisas falsas, saludos y brindis con las copas en alto.
Don Draper acaba asqueado de las máscaras ajenas: es terrible verse reflejado en los demás.
La secuencia del cumpleaños es perfecta (y debería ser estudiada en todas las escuelas de guión). Se emplea una cámara de 8mm —un artilugio de la época— para exponer los defectos de un tiempo y un lugar idealizados. Y de paso, se expone la esencia de Mad Men.
Los hombres y mujeres de entonces parecen estrellas de cine, pero son como nosotros: tenemos los mismos defectos y virtudes, los miedos y los deseos de salir adelante en un mundo incierto.