Afirmaba Pierre Bourdieu en 1972 (hace más de 42 años), que «si las encuestas de opinión captan muy mal los estados virtuales de la opinión y, más exactamente, los movimientos de opinión, ello se debe, entre otras razones, a que la situación en la que aprenden las opiniones es completamente artificial».
La importancia, relevancia e influencia de las encuestas –como también la de los medios de comunicación- depende de las alternativas que tengamos para establecer mecanismos que nos permitan comprender y manejar la actualidad (entendida como realidad).
Y, como sabemos, –en estos momentos– la credibilidad y el contrato de confianza que tienen con sus audiencias no es la mejor de los posibles –tanto las encuestas como los medios–.
La metodología de las encuestas, a veces guardada como una fórmula mágica, tampoco ayuda demasiado en una cultura del conocimiento abierto donde los errores y los fracasos se viralizan mucho antes y con mayor alcance que los aciertos. En este sentido, los medios de comunicación deberían hacer accesibles los datos en bruto de las encuestas con el propósito de que sus audiencias o públicos tengan también la oportunidad de hacer su propio sistema de valoraciones (open journalism). Cuestión aparte es que también se pueda ‘mentir’ con datos abiertos.
Por otra parte, los actores políticos que durante años han establecido las reglas del sistema y mejor conocen su funcionamiento son también los más reacios a entender –o querer entender– un nuevo contexto de cambio, con reglas y marcos de actuación que ellos ya no pueden controlar.
Para poder interpretar los resultados de las encuestas, entre otras cuestiones, tenemos que empezar teniendo en cuenta: ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Con qué objetivos?
1. La legitimidad de las encuestas publicadas en medios de comunicación no atraviesa su mejor momento. En los siguientes gráficos, con resultados de las elecciones europeas de mayo de 2014, podremos entender mejor la relación:
2. No siempre resulta tan sencillo hacer una correlación entre la supuesta orientación del medio y ‘sus’ estimaciones.
En cualquier caso, saber si el análisis de una encuesta está o no firmada por el periodista de cabecera del medio en estos temas (incluido el titular elegido) puede indicar su actitud como empresa ante los resultados de la misma (la marca personal del periodista frente a la marca del medio).
3. La importancia de conocer la metodología. ¿Son encuestas telefónicas o puerta a puerta? ¿Cómo se realizan?
La muestra de Metroscopia está basada en 1.000 entrevistas. Por su parte, la encuesta del CIS está diseñada para realizar 2.500 entrevistas personales en los domicilios.
⁃No todo el mundo tiene teléfono fijo en casa (del mismo modo, se puede tener ADSL y no tener teléfono fijo).
⁃A priori, será más difícil localizar a personas con una jornada laboral a tiempo completo que a personas en paro o jubilados.
⁃¿Se obtiene un mayor índice de respuesta al recibir una llamada telefónica o cuando se presentan en la puerta de casa?
⁃¿Tiene esto una correlación con el voto?
4. ¿Cuánto dura el presente? ¿Cuándo se realizó el sondeo?
Como enseñó Bernard Cohen en 1963, «la prensa no tiene mucho éxito en decir a la gente qué tiene que pensar, pero sí lo tiene en decir a sus lectores sobre qué tienen que pensar» (Agenda Setting). Es decir, es más importante entender cuándo se realiza la encuesta que cuándo se publica.
Por ejemplo, la fecha de realización del trabajo de campo de la encuesta de Metroscopia fue el 28 y 29 de octubre de 2014, en plena Operación Púnica. La encuesta del CIS se llevó a cabo entre el 1 y 13 de octubre, en pleno escándalo de las Tarjetas Black de Cajamadrid.
5. La metodología de las encuestas no ha sido capaz, de integrar, con eficacia y realismo el verdadero alcance del movimiento Podemos (que no solo está compuesto por sus votantes y por sus fundadores).
Desde las instituciones demoscópicas se toma como principal argumento la singularidad de no tener datos de esta formación –al no haberse presentado a las anteriores elecciones generales y autonómicas– y la dificultad que esto supone para integrarlos en su modelo estadístico.
Sin embargo, y como mostró Bourdieu hace más de cuatro décadas, un modelo que no es capaz de integrar una marea de tal relevancia quizá simplemente sea un modelo que ya no sirve.
Considerando además que, en un posible escenario de tripartidismo, el método de análisis que puedan utilizar antes de las elecciones generales puede que, posteriormente, no sea útil para canalizar la realidad que intenten reconstruir.
6. La diferencia entre intención directa y estimación de voto.
Otro de los problemas estriba en la relación que se establece entre intención de voto y estimación (la llamada cocina). El profesor Alberto Penades explica muy bien en este artículo la importancia de resolver esta cuestión y cómo ha funcionado tradicionalmente la ‘cocina electoral’. En ella se tienen en cuenta factores como la intención directa, el valor de la participación (mayor o menor que en elecciones similares anteriores), la no respuesta, la configuración de la abstención y el voto en blanco o nulo, el recuerdo de voto (como hemos visto complicado de resolver en el voto de Podemos), los indecisos, el voto estimado, etc.
Por una parte, es posible que la intención directa necesite también de un ajuste en los mecanismos previstos para su análisis. Esta normalmente es bastante baja (el miedo a decir el partido que se va a votar, la lejanía de las elecciones, etc. pueden justificarlo), pero las circunstancias históricas actuales hacen que el relato ciudadano de cambio no solo pretende alzar la voz de manera individual sino también a través de mecanismos de influencia personal y colectiva («no es ira ni indignación. Tampoco esperanza, sino alegría»).
La última encuesta de Metroscopia para El País le otorgaba 10 puntos más a Podemos en intención directa de voto, pasando del 12,3% al 22,2% en solo un mes, mientras que la de PSOE estaría en un 13,1% (frente a una estimación del 26,2%) y la de PP en un 10,4% (con una estimación del 20,7%). Algo completamente insólito desde el punto de vista de estos sondeos.
Por su parte, a priori lo llamativo del último barómetro del CIS es que mientras Podemos es primera fuerza política en intención directa (17,6%), es tercera en estimación (22,5%). El PP es primera fuerza política en estimación (27,5%) y tercera en intención directa de voto (11,7%).
Uno de los principales problemas que tienen que resolver tanto el CIS como las empresas que realizan encuestas para los medios de comunicación es la columna de la derecha.
En primer lugar, ¿cómo es posible que haya aumentado tan significativamente respecto a 2009 el valor que decide la estimación de voto, si es evidente que tanto la intención directa como las nuevas opciones políticas han modificado el panorama electoral?
En segundo lugar, si modificamos la cocina de los partidos del cambio, también será necesario modificar –muy probablemente a la baja– los mecanismos de análisis para los partidos del sistema.
En cualquier caso, parecería evidente pensar que cuanto más nos acerquemos a las elecciones, más posibilidades tienen las encuestas de afinar en sus pronósticos.
Sin embargo, sigue existiendo el problema de no poder publicar encuestas durante la última semana de campaña electoral, junto a la no eficacia de la jornada de reflexión –pensemos en el 13M o el 15M– (pérdida de valor que compartía en mayo de 2011 el actual Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez). Sin olvidar que ya muchos medios tienen mecanismos sencillos –publicarlo en otro país y replicarlos– para evitar la prohibición de publicar encuestas (no solo se hace en España).
Esta actitud paternalista, puesto que supone que el ciudadano no debe cambiar su voto por las encuestas sino por los ‘argumentos de campaña’ y por la ‘maduración del voto’, no es sino el reflejo de un desfase legislativo y sociológico del concepto de ciudadanía que se ha roto –principalmente– con las redes sociales, la cultura de internet y con el desarrollo de una cultura de la transparencia que busca profundizar en los mecanismos de participación democrática.
En este nuevo sistema, no es más poderoso el que más información tiene, sino el que más densidad significativa sea capaz de crear con esa información. Y la coherencia de los relatos ya no se establece solo con los parámetros tradicionales (izquierda/derecha, arriba/abajo) sino también –y sobre todo– por una oposición entre la cultura de la transparencia y la cultura de la opacidad junto a la aparición de nuevos mecanismos de comunidad.
El papel de la horizontalidad ha hecho que incluso el día de las elecciones sea muy relevante para movilizar el voto. Para entenderlo solo hay que mirar el timeline de @ahorapodemos el pasado 25 de mayo y la forma en que generó un clima de cambio, esperanza y alegría con la movilización al voto (a través de los retuits de sus recién nacidos votantes).
En este sentido, los analistas demoscópicos tienen que crear nuevas metodologías que integren la excepcionalidad del momento histórico, la open culture, la horizontalidad de las redes sociales, la consolidación del lobby ciudadano como una forma de hacer política, la forma de definirse como ciudadano dentro de diferentes comunidades y, sobre todo, la actitud ante el signo encuesta.
Como apuntaba muy acertadamente el profesor Francesc Pujol, «cuando el centro pivota hacia el lobby ciudadano, el poder del relato se dispara».
Por el momento, lo único que las encuestas parecen decirnos con claridad es que –con diferentes formas y resultados– estamos ante una nueva transición democrática donde lo importante ya no es pensar en si habrá cambio sino de qué forma vamos a gestionar individual, social y colectivamente ese cambio.
Como bien nos explicó el sociólogo francés Pierre Bourdieu, la «opinión pública es un simple y puro artefacto cuya función es disimular que el estado de la opinión en un momento dado es un sistema de fuerzas, de tensiones, y que no hay nada más inadecuado para representar el estado de la opinión que un porcentaje», puesto que «todo ejercicio de la fuerza va acompañado por un discurso cuyo fin es legitimar la fuerza del que la ejerce».
Mientras que las encuestas no ofrezcan pautas para resolver las nuevas problemáticas, mejorar el conocimiento de la realidad y, simplemente, pretendan ser un impulso para generar «profecías que se autocumplan» (ganar unas elecciones), será necesario redactar continuamente un manual de uso para no interpretar las encuestas electorales.
Raúl Magallón es doctor en Periodismo.
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