Si un chimpancé se depila, aparece un hombre. Es una ilustración de Marco Melgrati: un mono, gracias a una técnica y a un artilugio de creación propia, modifica su cuerpo y altera, de pronto, su identidad. Una metáfora atinada de la historia de la civilización; un recordatorio de que la soberbia humana nos la guisamos y nos la comemos solos.
Melgrati compone sus láminas como un lenguaje. Le interesa la idea. La estética ocupa un segundo plano en su orden de prioridades.
Un paseo por su perfil de Instagram demuestra su capacidad para encontrar tropiezos en nuestra forma de procesar el mundo (la civilización, la psicología, el gusto…). Melgrati aplica el foco sobre esas encrucijadas o realidades o conexiones que ignoramos por obra del instinto de simplificación, los prejuicios o la pereza.
Son críticas, deslumbramientos, deseos, ambiciones, ingenuidades, amenazas, claves. Usa varias estrategias poéticas para lograrlo. Veamos algunas.
Rotura del relato
El ilustrador toma ideas asumidas como ciertas y plantea la posibilidad de que estemos, sin darnos cuenta, ante una ficción. Nos hace preguntarnos si, igual que edulcoramos nuestra propia vida, no habrá muchas historias y sueños que, en realidad, nacen de una falsificación semejante.
Aquí, el cuento romántico se quiebra, y la fuente de esa sospecha es la propia poética (el encuadre, el color, el brillo): ¿no serán los lirismos excesivos y grandilocuentes una forma de ocultación o de autoengaño? Elige, además, el cristal como símbolo: lo que creemos conocer al desnudo nos llega siempre filtrado, trastocado por una lente imperceptible.
O Aladín que tiene que dejar de ser quien es para llegar a su amada. La alfombra voladora se convierte en una Visa Oro. Entonces, a partir de ese ascenso claramente material (no del alma, no del amor), alcanza el balcón de la princesa.
Solapamiento
Se trata de encontrar una conexión íntima entre dos elementos que plasmen de un golpe un complejo sistema de causas y consecuencias. En este afiche, Melgrati escenifica la estructura de poder terrenal (la voluntad de opresión organizada) que sostiene el cuerpo de las religiones.
Emplea la forma natural de la barba para moldear un nikab. La barba, característica viril, oculta el cuerpo y el rostro de la mujer. La mujer solo puede mostrar los ojos. Pero incluso esa porción que parece pertenecerle es usurpada por el hombre.
En el dibujo el hueco de su mirada lo ocupa la boca masculina. Los ojos reciben información, son pasivos. La boca es activa: emite palabras, crea. Melgrati parece mostrar cómo la boca del hombre se impone a los ojos de la mujer y no le deja ni siquiera el derecho de elegir cómo interpretar el mundo.
Voltear símbolos
El dibujante italiano logra a veces reinterpretar las formas para que confiesen sus vergüenzas. Aquí, analiza la figura de la almohadilla para encontrarle una función que exprese su cometido: un pescador cosiendo hashtags para confeccionar una red con la que cazar likes.
El hashtag es una forma de definirse y también de participar en la comunidad; de conseguir que nuestras ocurrencias o exhibiciones sean clicables y accesibles. Con el hashtag uno se suma al tema de moda para obtener un beneficio propio: para intentar alimentarse de algún que otro pulgar levantado.
También recrea a Sócrates en una cadena de montaje transformando, martillo sobre yunque, las exclamaciones y los gritos en dudas y preguntas. Una ironía: representa mediante un trabajo manual y repetitivo un ejercicio intelectual y libre.
Cambio de papeles
Los extraterrestres visitan a los humanos en zoológicos, o usan el cuerpo de un astronauta de reposapiés mientras mecen una copa de algún coñac galáctico. En otro dibujo, hay una píldora que no contiene los compuestos necesarios para anestesiar el dolor y la ansiedad sino que encarcela y secuestra al paciente, que grita de pánico.
Melgrati es un dibujante italiano afincado provisionalmente en Tailandia. Tiene residencia en Vilnuis (Lituania), ha vivido en México. Peregrina para dibujar. Las ilustraciones se pagan baratas, quedarse en Italia era insostenible: «No alcanzaba para vivir y me veía obligado a buscar otro tipo de trabajo».
El precio era descentrarse, frenar su evolución artística. Decidió mudarse a México. Allí podía mantenerse con menos cantidad de trabajo. «Como puedo trabajar desde internet aprovecho para disfrutar y encontrar lugares más baratos».
Trabaja para medios de comunicación, por eso muchas de sus creaciones se agarran a la actualidad: economía, inmigración, guerras, política, redes sociales… «Me mandan el artículo y me piden que encuentre una ilustración que sintetice el contenido», expresa.
Sobre las redes, posee una opinión agridulce. Reconoce su utilidad para su profesión, las oportunidades que brindan para que un buen trabajo prospere al margen de los medios económicos disponibles. «Son democráticas, aunque también hay muchos ilustradores buenísimos que no consiguen reunir seguidores», reconoce.
Sin embargo, el exhibicionismo le produce escozor. «Ves un poco de locura en Instagram, hay quienes suben 30 stories al día, enseñando el plato de pasta, enseñándolo todo, y no le veo mucho sentido».
Melgrati confiesa su admiración por compañeros como R. Kikuo Johnson, Yan Kebbi o Santiago Sequeiros. Su estilo no se asemeja al de ninguno de ellos; él prefiere dejarse impregnar por artistas disonantes con su estética. Busca más inspiración de ideas que de trazo.
Entre todas las láminas del italiano, hay también hueco para los sueños. Como ese preso que juega a volar en el patio y arroja una sombra enorme de águila desplegada. Una escena ingenua, negada por el propio escenario de la cárcel, pero que no desmerece el valor de la fantasía en ningún momento. O la profesora que elimina el cañón de un rifle borrando la pizarra. O ese joven naufragado en el océano que se desvive, flotando y ayudándose de una pluma estilográfica, por alcanzar la playa.
[…] Marco Melgrati, ilustraciones: http://www.yorokobu.es/marco-melgrati/ […]