A veces, es necesaria una mirada externa para darnos cuenta de lo que sucede en el interior. El director creativo y realizador Gonzalo Hergueta está afincado en Estados Unidos, pero sigue con el corazón ligado a España, especialmente con sus colaboraciones con la identidad gráfica de la productora Little Spain, fundada por Santos Bacana, Cristina Trenas, Rogelio Gonzalez y Antón Álvarez (C. Tangana).
Después del éxito arrollador de La guitarra flamenca de Yerai Cortés, Goya al Mejor documental, la agrupación artística vuelve la atención sobre el diseñador mallorquín Miguel Adrover en The designer is dead, un viaje de ida y vuelta, de Nueva York a Calonge, en el que Hergueta relata, con puro interés contemplativo, por qué un artista en la cresta de la ola a comienzos de los 2000 decidió abandonar las pasarelas y los titulares.
Veinte años más tarde, parece que la personalidad de Adrover se ha erigido, transformado en artista plástico, conceptual y crítico, y vuelve a acaparar la atención de los medios. Parecería que la polémica petición del diseñador a la cantante Rosalía, de posicionarse públicamente en contra de la masacre en Gaza, formase parte de una estrategia de marketing, pero nada más lejos de la realidad: Hergueta defiende la singularidad de un tipo como Adrover, que traza su propio camino mientras lo transita, y que ni siquiera asistió a la premier de su propia biografía.
The designer is dead, presentado en el Atlántida Mallorca Film Fest este agosto, llegará a la plataforma Filmin próximamente y está previsto que clausure la sección Made in Spain del Festival de San Sebastiá. En su paso por la isla balear, Hergueta explicó en exclusiva la atracción que sintió por el que define como uno de los grandes artistas españoles del siglo. También uno de los más desconocidos. Con su primera película, espera poner fin al olvido generalizado, y reivindicar a Adrover como el alquimista de las texturas, el mestizaje, y el mensaje politizado.
Entre el estreno del documental en el Atlántida Mallorca Film Fest, y la polémica con Rosalía sucediendo la misma semana, parece que todo el mundo habla de Miguel Adrover.
A mí me parece que es muy guay. Me pasó con los Talking Heads: de repente escuché un disco de ellos y fue como: «¿Dónde ha estado esto toda mi vida?». Espero que con Miguel pase lo mismo.
Desde La guitarra flamenca de Yerai Cortés [C. Tangana, 2024], el público ha tenido mayor acceso al guitarrista biografiado y La Tania. ¿Crees que se reivindicará más la obra de Adrover a partir de este documental?
Creo que Miguel ya está reivindicado. Lo que pasa es que hay una parte que no se ha comunicado mucho, que es el pasado de Miguel, que es lo que nosotros vamos a intentar aclarar con la película. Intento que se afiance el personaje, no solo mirando atrás en su pasado, y viendo todo lo que hay, sino también lo que hay detrás de todas sus fotografías. Hay un trabajo muy arduo. Me parece uno de nuestros artistas más importantes y creo que no se le da la importancia que debe tener. Con todo lo que ha pasado recientemente con Rosalía, me he dado cuenta de que mucha de la prensa especializada no tiene ni puta idea. Y es como: «Vale, pues aquí tenéis la peli».
¿Qué grado de participación ha tenido Miguel en el proceso de la película?
Al principio, mucho. Yo he tenido muchas conversaciones hasta que me permitiera hacer lo que yo quería contar: una historia sobre él y sobre su trabajo. Y sobre la relación que tiene él con el trabajo. Me costó mucho llegar a ello. Miguel se implicó durante los rodajes y luego, en la parte fotográfica de la película, él fue la persona que dictaminó qué fotos iban a aparecer. Más allá de eso, me ha dejado libertad para tener mi visión sobre el personaje.
¿Y cómo llegaste tú al personaje?
Yo vivo en Estados Unidos desde hace más de 15 años. Trabajo en la industria creativa, tengo un estudio y he trabajado con muchas marcas de arte y moda. Vi el documental de Alexander McQueen y de repente veo que alguien dice: «Miguel Adrover». Era la época de Virgil Abloh, del streetwear llegando a la pasarela, del reciclaje, de las marcas que empiezan a colaborar entre ellas. Y de repente veo a Miguel Adrover y que este señor lo hizo todo hace 20 años. Y es de Mallorca. Y no puedo encontrar nada. Y fue como: «¡Guau!». Lo busqué, y de repente me di cuenta de que estaba Kanye West intentando colaborar con él. Y él publicó unos e-mails riéndose de Kanye. «Imposible», pensé. Así que le mandé un e-mail.
Originalmente, me llamó para decirme que no. Pero después de un año y medio de conversaciones, al final entendió que mi intención era la de hablar de su trabajo y no ser sensacionalista. Miguel era, durante mucho tiempo, mejor amigo de Alexander McQueen, pero cuando hicieron la película McQueen [I. Bonhôte y P. Ettedgui, 2018], él rechazó estar ahí. Dijo que no quería que la gente hablase de él como si estuviera muerto. Cuatro años después, hemos parido esta obra, que yo creo que no es un documental al uso. Y creo que intenta entrar mucho en lo que es la psique de un artista, con un ejemplo como es Miguel, que es completamente inverosímil.
¿Cómo llegó la asociación con Little Spain?
Llevo toda la identidad corporativa de Little, y cuando empiezo a buscar una productora que me apoye en esto, la cara que me pone la gente es de: “Eres un colgado”. Y cuando llegué a Little fue lo contrario: «¿Quieres hacer esta pedrada? Ok, nos acaba de entrar dinero de no sé qué proyecto, toma, vete, no queremos saber nada». Adrover es un personaje que ahora tiene 100.000 followers, pero en la época era un Instagram de 4.000. Y he tenido a toda la gente diciéndome: «¿Qué coño me estás contando, tío?». De hecho, es sorprendente saber que tiene Instagram, debido al retiro que decidió hacer de lo público.
Esto ha pasado en el último año. Creo que si intentara hacer la película ahora, sería muy distinto encontrar la financiación, pero también creo que Miguel no me hubiera dejado. No estaba en el punto de mira en ese momento, y a mí me resultaba muy interesante. Yo tenía fe de que el trabajo era bueno, y la métrica moderna que es Instagram me ha dado la razón. La película comienza desde esa oscuridad de la cueva donde Adrover realiza sus creaciones, y pasa por toda esa iluminación de las pasarelas a modo de flashback.
¿Cómo decidiste estructurar la historia?
La cueva es un aljibe, que es como un pozo de aguas clásico mallorquín. Y eso está en todas las construcciones antiguas. Era un pozo de aguas y él lo utiliza como taller. Había dos cosas que me obsesionaban, que era esta idea del vaivén, y ese paralelismo: encontraba muchos puntos en común entre lo que hace ahora, y su vida del pasado. Y luego, había una cosa que conecta con algo que a mí me encanta, que es una de mis pelis favoritas, París, Texas de Wim Wenders [1984], con esa sensación de un tío andando en el desierto. Aquí ves a un tío entrando en un aljibe con un maniquí y dices: «Esto puede ser
cualquier cosa». Al final bajas al aljibe con él y, creo que nadie se espera que, la persona que era un genio de la moda, siga trabajando con maniquíes en ese lugar.
Imagino que como artista, y además viviendo en Estados Unidos, puedes llegar a empatizar mucho por esa ansiedad que pudiese haber tenido Adrover en el pasado, con la presión de vivir en un sitio tan caro donde hay tantas expectativas como artista.
Eso es lo que a mí personalmente más me ha transformado esta historia. Hubo un momento en el que yo, después de hablar con Jenneffer Hoffmann por primera vez [la mano derecha de Adrover en Nueva York], acabé llorando. Me iluminó el hecho de pensar que un día hagas algo que tenga tremendamente éxito y pienses que eso va a ser la solución. Y de repente darte cuenta de que puede que sea eso lo que te mande a la mierda. Miguel me decía que no buscase ese momento, porque lo verdaderamente guay es lo que te pasa
ahora. Me ha cambiado mucho la forma de ver mi trayectoria profesional, sin duda alguna.
¿Qué crees que hubiera pasado en una realidad paralela, si Adrover hubiese aguantado las presiones de la industria de la moda? ¿Seguiríamos hablando de esa firma “Miguel Adrover”, o hubiese mutado en una supermarca?
Nunca lo sabremos. Podría haber sido un gran diseñador de moda, pero es que no estaría haciendo lo que está haciendo ahora. Si observas la carrera de Goya, imagínate que no le hubiera dado la tuberculosis: no tendrías las pinturas negras. Imagínate que no hubieran bombardeado el Guernica, no hubieras tenido el cuadro de Picasso. En muchos casos, estos giros que da la vida generan las mejores obras de los artistas. En 20 años, el Reina Sofía estará haciendo una retrospectiva y yo fardaré con mis nietos. Te digo una cosa: no
he visto algo semejante en mi puta vida. Recuerdo estar a 30 grados en ese aljibe durante 6 horas, y pensando que Daniel Viñal, mi director de fotografía, me iba a matar. El tío flipó, y yo también, y por eso creo que Miguel va a ser un clásico, sin duda.
Todo esto que ha pasado con Rosalía se entiende que va en coherencia con la personalidad de Adrover y con su modo de hacer moda cuando se mira el documental. Nunca ha separado sus obras del mensaje. ¿La gente debería ver la película para entender lo que está pasando?
Así lo pienso. Cuando leo un mensaje que dice “oportunismo”, dices, «¿Oportunismo de qué?». Si Miguel se ha pasado ya el juego. Está en una fase en la que su obra está entrando a museos. Full respect a Rosalía, me encanta y es queen, pero para él es una comisión comercial con un artista. Eso es menor que hacer una retrospectiva. Su confirmación no va a ser colaborar con Rosalía. Este es un tío que está en el Metropolitan y en el Victoria and Albert. Lo que queda 50 años después, es el arte, estas tonterías se olvidan.