La vida de ilustrador no es sencilla. Lo habitual es que los encargos no sean suficientes y se esté siempre a la cuarta pregunta. El caso de Miquel Muerto es el contrario. Cada vez que intenta trabajar exclusivamente en la ilustración, «¡viene alguien y me saca!».
Cuando no son encargos de cómic, son trabajos de diseño gráfico. «A ver si termino el año con un portafolio competente para volver a un mercado en el que, entre una cosa y otra, nunca estuve».
Tampoco hay que exagerar. Miquel Muerto, o Pollo Muerto, nombre con el que era conocido en el mundo del arte urbano, se inició en la ilustración profesional antes de dejar los estudios. «En el último año de la Escuela de Arte Llotja me encargué de dibujar la portada para un libro. El proyecto me lo pasó la escuela y, a partir de ahí, decidí que el trabajo final de carrera fuera un cómic. Una tarea que compaginaba con trabajos de diseño gráfico».
Los encargos de diseño comenzaron a sucederse y Miquel tuvo que abandonar el cómic una temporada. Sin embargo, en septiembre del año pasado tomo una drástica decisión: «dejé el trabajo y me propuse trabajar a jornada completa como ilustrador».
La dedicación que exige cualquier cómic o una novela gráfica hace muy complicado poder vivir de los tebeos. Ademas, los criterios comerciales de las editoriales no siempre coinciden con los intereses creativos del autor. Por eso, junto a las editoriales profesionales, florecen y se marchitan constantemente cientos de proyectos independientes. Aunque son casi tan ruinosos como los proyectos de edición profesional, permiten mantener la libertad creativa.
«Es muy difícil vivir del cómic con las ventas que hay a nivel nacional. En mi caso, comencé haciendo un webcomic, pero de repente la escena fanzinera nacional lo empezaba a petar fuerte otra vez y no pudimos resistirnos. La autoedición es una vía perfecta para experimentar y conocer gente. Si a eso le sumas que me gusta tener el control de todo el proceso editorial, lo de manejar un tumblr al final me sabía a poco».
Surgió así Termita Press. Un proyecto independiente formado por Miquel Muerto y dos amigos más, a los que había conocido en la escuela.
«La autoedición está bien, pero implica sacrificio y dinero, así que acompañado se está un poquito mejor. En Termita Press tiene cabida todo aquello que nos apetece, sin depender de nadie. Poco a poco el proyecto va madurando y quizá algún día seamos una editorial independiente, donde podamos editar a otra gente. De momento nos sirve como plataforma para disfrutar y seguir mejorando».
Tal vez en el futuro, Termita Press edite, por ejemplo, la continuación de Pale Blue Dot. Una obra inacabada de Miquel Muerto, que se ha quedó colgando de un «continuará» que está siendo casi definitivo.
«Suelo bromear con que lo recuperaré cuando cumpla diez años como autor de tebeos, pero no sé. Ahora estoy con otra historia que seguramente sea la que se convierta en mi próximo cómic. Irá un poco en la misma línea, para adultos, con tintes de ciencia ficción, pero más largo y complejo. No puedo conformarme con lo que tenía. Tengo que darme cabezazos contra un muro nuevo. Sin embargo, la historia de Pale Blue Dot me sigue interesando. Creo que podría dar tanto para una una trilogía como para algo más corto. Supongo que volverá de forma natural, aunque las páginas ya hechas se irán a la basura. Por tanto, tampoco hay prisa por aprovechar ese material».
Aunque en cierta manera Pale Blue Dot pueda ser una fase superada en la carrera de Miquel Muerto, en ese primer trabajo están presentes algunos de los elementos claves de su estilo. Cosas como los cigarrillos y los personajes que fuman o los alfabetos inventados.
«Los cigarros son una cosa que me flipa. Plásticamente, en el cine o los cómics, es algo que me puede. En la vida real lo detesto, pero soy un hijo de Mad Men y el cine negro de gánsteres. En cuanto a los alfabetos inventados, me parece interesante establecer una barrera idiomática cuando coexisten referencias a nuestra cultura o modo de vida. Al final es un poco lo que nos pasa cuando vemos anime o thrillers coreanos. Reconocemos muchas cosas, suficientes para sentirnos identificados, pero toda la información escrita, como los rótulos de la calle o los periódicos, nos parecen algo totalmente alienígena».
Todo el trabajo de Miquel Muerto tiene una apariencia alienígena. Como si sucediera en otro planeta o en un futuro en el que los escenarios a lo Blade Runner conviven con lugares con vegetación, amplios bosques y referencias a druidas y elementos célticos.
«Siempre he recurrido a lo que me queda cerca. Una ciudad con mucho color pero, al mismo tiempo, muy gris. También a lo espacial, a la ciencia ficción. Pero dudo que haya mucho dibujante que le guste pintar naturaleza. Mi último proyecto fue un fracaso personal. Necesitaba cambiar de aires y acepté el encargo de Sallybooks para hacer La senda de los druidas. El guión era perfecto para desarrollar mi estilo en entornos naturales y no me lo pensé demasiado. Después de casi un año, es difícil ahora quitarse el habito y sigo enganchado a dibujar árboles y hojas volando. Pero no creo yo que tarde mucho en volver a los desiertos rojos y estériles de planetas pochos».
A pesar de lo sencillo y sintético que es por definición un desierto, en los últimos tiempos Miquel Muerto los está dibujando aún más depurados, más concretos. Algo que achaca a su evolución como dibujante. Cuanto más destreza con el lápiz, menos detalles.
«Antes utilizaba texturas basadas en el degradado y el ruido. Detesto el degradado digital plano, suave y el ruido, por su parte, lo arregla todo. Le aporta ese grano que lo acerca a la acuarela, pero manteniendo colores vivos y brillantes. Sin embargo, ahora estoy intentando quitarme un poco de todo eso. Los grandes referentes que controlo se depuran, sintetizan. Lo ideal sería encontrar el equilibrio entre detalle e información, para narrar con efectividad sin que el trabajo te lleve años. Cada día que pasa intento utilizar menos colores, menos matices. Me interesa la resta. Me interesa terminar el trabajo en el menor tiempo posible, quedándome contento y volver con los videojuegos, que es lo que más me gusta en la en la vida».
En lo que se refiere a los videojuegos, Miquel es muy sincero. «Podría decir que lo que más me inspira es pasear por Behance, o consumir cine y cómics. Pero qué va. A mí lo que me mueve el cerebro es tener un mando en la mano. Ya sea por tener el cerebro medio apagado jugando a algo mecánico y repetitivo, o con alguna pequeña obra maestra que me estimule cada una de las neuronas. Por eso hago trabajos de ilustración para revistas de videojuegos. Por gusto y por aprovechar de alguna manera “la enfermedad”. Espero que algún día eso me permita trabajar en el departamento artístico de algún videojuego».