Cualquier cosa es susceptible de llamar la atención de este fotógrafo «muy cercano a documentalista», como se define Monty. Fundamentalmente escenas mundanas que le llaman la atención por todas partes y en cualquier momento. «Creo que hay algo especial sobre encontrar belleza en lo mundano, como tener rayos X», explica. Caminando es como encuentra esas escenas, aunque el resultado no es siempre fruto de la casualidad. «Con los años he aprendido a, no preparar, pero sí modifcar a gusto».
Su nombre es Federico Javier Kaplan y nació en Argentina, pero se considera un nómada incapaz de fijar su residencia en un único sitio. «Cuando paso mucho tiempo en un solo lugar me aburro, me frustro».
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Y ese mismo espíritu inquieto le lleva a afirmar que no tiene una única fuente de inspiración, o al menos, una inspiración constante. Si embargo, asegura, si se detiene un momento a contemplar toda su obra, descubre algunos patrones, cosas, objetos y escenas que se repiten.
«Para mí son los árboles. Son un imán para mí. Tengo muchísimas fotos de árboles, en todas partes del mundo. No sé qué significa todavía o si es que tiene algún significado. Un día en el futuro serán un interesante conjunto. Quizá en algunos años termine de mover una pieza de rompecabezas en mi cabeza y descubra por qué me llaman tanto la atención».
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Él no lo dice, pero otra característica de sus fotos es la luz tenue, casi oscuridad. «La luz, cuando es intensa, termina por aplastar todo, democratiza cualquier escena», opina. «La falta de luz o la luz tenue crean una sensación muy especial, un misterio o un enigma. La oscuridad tiene una reacción psicológica inmensa en nuestra percepción del mundo. Cuando no podemos estar del todo seguros sobre lo que estamos viendo, esa pequeña duda tiene enormes cualidades narrativas».
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Quizá esa atracción por la oscuridad nació en su infancia, cuando veía el cine negro de Fritz Lang y Robert Siodmak. «Algo de esa estética de esas sombras duras y blancos detallados me quedó impregnada en la cabeza».
Si le piden elegir entre el color y el blanco y negro, Monty elige ambos, pero para usos muy distintos. Aunque se describe como ecléctico, admite que el blanco y negro tiene un mayor poder de abstracción que le resulta muy interesante. «Una escena en blanco y negro puede ser muy difícil de clasificar en tiempo y espacio, hay una desconexión que nos sucede por la falta de color, y eso abre mucho las posibles lecturas de la foto».
Monty no cree que exista la foto perfecta, pero las que él prefiere son misteriosas y no tienen una lectura rápida. Igual que en todas las artes, el fotógrafo argentino opina que la fotografía funciona mejor cuando quien la contempla tiene que poner algo de sí. El artista muestra algo, pero el espectador debe dar su lectura sobre ese algo. «En otras palabras, me gustan las fotos que son casi como un ejercicio. Las ves, tienes una reacción inicial y después tienes lugar para seguir inspeccionando, para adentrarte más en el submundo de la foto».
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