No es una provocación. Es un hecho. En Europa la extrema derecha ya está prohibiendo libros, borrando familias y silenciando identidades. La exposición Mucho que perder reúne a 14 artistas que no solo exhiben su obra, también su rabia, su historia y su derecho a no dar ni un paso atrás.
«En tiempos de aparentes conquistas cuesta recordar que todo puede desmoronarse, que lo ganado es más frágil de lo que pensábamos, que los derechos pueden desaparecer de la noche a la mañana», señala Mateo Fetén, uno de los artistas participantes en la muestra. «No es una exposición sobre el miedo, sino sobre la conciencia. No es una elegía, pero tampoco una ingenuidad».
Mucho que perder reúne a un grupo de artistas que no solo comparten espacio físico, sino también una sensibilidad por lo que está en juego, como el derecho a existir sin pedir perdón, el derecho a amar sin ser corregido, el derecho a construir familia sin disfraz, el derecho a ocupar el espacio público sin disolverse. Todo eso se defiende aquí, no con pancartas, sino con arte.
Basta con mirar alrededor para entender por qué esta exposición, además de una celebración, es una advertencia. En Hungría, el gobierno de Orbán ha prohibido hablar de diversidad sexual en escuelas o en medios infantiles. En Polonia, las zonas libres de LGTB aún marcan municipios donde la discriminación se ha institucionalizado. En Italia, bajo el mandato de Meloni, se ha prohibido registrar a hijos de parejas del mismo sexo como hijos de dos madres o dos padres. Rusia considera «extremismo» cualquier contenido que represente la diversidad sexual. En Uganda, ser homosexual puede llevarte a ser condenado a cadena perpetua.
Pero no hace falta salir de España para entender el vértigo. Aumento de agresiones homófobas (más de 1.700 incidentes registrados en 2023, según el Ministerio del Interior), recortes en políticas autonómicas de diversidad, discursos normalizados en parlamentos que hablan de lobbies, de ideologías y de adoctrinamiento.
Todo esto, ese retroceso sutil o brutal, según mire, es el contexto de esta exposición.
Estudio refugio
Estudio Inverso, además de ser un espacio de creación compartida, se transforma en esta ocasión en un refugio estético y político. Sus integrantes (Alain Cugnec, Álvaro Sonson, Cervera-Grau, Chema Perona, David Ortega, Diego Conte, Marcelo Mendonça, Mateo Fetén y Sebastián Boesmi) han abierto sus muros, pero también sus discursos, para invitar a otras voces, como las de Cristian Camilo, Erik de Giles, Tomás Valdivieso y Víctor Algora (Zarigüeya del Infierno), que se suman a la muestra como cómplices y agitadores.
«Cada pieza, ya sea pintura, instalación, objeto, imagen, parece señalar una grieta en el presente, pero también una trinchera desde donde resistir con belleza, porque aquí el arte no es solo adorno, también es una herramienta», apunta Marcelo Mendonça.
Mucho que perder no cae en la autocomplacencia habitual de ciertas narrativas del Orgullo. No todo está bien. No todo está hecho. No todo está ganado. El contexto exige una mirada lúcida, firme y sin miedo. Esta exposición la ofrece, pero lo hace sin renunciar a la alegría. «Porque resistir también es celebrar, amar también es un gesto político y exponer, en todos los sentidos, es un acto de generosidad», afirma Chema Perona.
Hasta el 31 de julio de 2025, en pleno barrio de Malasaña, Estudio Inverso lanza una pregunta envuelta en forma de arte: ¿Qué estamos dispuestos a perder?