En el universo de Pedro Almodóvar cada color cuenta una historia. No es un mero recurso estético: el rojo, el verde, el albero, los tonos mostaza… todos ellos construyen atmósferas, insinúan emociones, reflejan el alma de los personajes. Su cine ha convertido el color en narrativa. Y ahora, esa narrativa traspasa la pantalla para instalarse en el espacio doméstico.
Durante la Milan Design Week 2025, Roche Bobois presentó una colaboración insólita: una colección cápsula inspirada en el universo visual de Almodóvar. El resultado es una fusión de cine y diseño que celebra el arte de vivir con intensidad.
Una de las joyas de esta colaboración es una edición limitada del sofá modular Lounge, creado en 1971 por el diseñador Hans Hopfer, numerada y firmada por el propio director. Las telas del sofá recogen imágenes icónicas de su filmografía (carteles, escenas, rostros…) como si la butaca del espectador se transformara en escenario. A su lado, el emblemático sofá Bubble, diseñado por Sacha Lakic, se reinventa con nuevos tonos seleccionados por Almodóvar. Colores vibrantes, contrastados, eléctricos, que remiten directamente al tecnicolor de su infancia: «Trato de buscar los colores del tecnicolor; eran explosivos, poco realistas… pero profundamente expresivos», dice el director.
Lo más interesante de esta colaboración no está solo en la estética, sino en su filosofía. Para Almodóvar, «estos muebles son mucho más que simples objetos: son piezas de vida que transmiten una energía profundamente positiva». Y eso se nota en cada alfombra, lámpara o mesa auxiliar que compone la colección. No son decorados. Son relato.
Según el director manchego, su forma de trabajar un espacio, ya sea una escena o una casa, tiene un gran componente emocional. «Cuando decido una imagen que incluye la pared, el suelo, el mobiliario y el actor, trabajo como un pintor», explica. Primero elige el color de la pared y del suelo. Luego, hace pruebas de tejidos, muebles, vestuario. Y al final, la magia: el actor aparece en ese entorno como parte de una gran composición. Lo mismo sucede ahora con los muebles de Roche Bobois. «Me encantaría ver quiénes son esas personas que van a vivir con ellos», confiesa.
El color casi obsesivo que destaca en toda su obra también guía esta colección. «El rojo siempre ha estado presente en mis películas. El verde lo usé por primera vez en ¡Átame!, con un sofá en el que aparecía Victoria Abril. Y los tonos albero… son como la tierra de las plazas de toros. Los usé por primera vez en La ley del deseo, y luego en Mujeres al borde de un ataque de nervios. Ese tono combina muy bien con todo».
Pero el universo Almodóvar no se limita al color. También al diseño, al objeto, al símbolo. Muebles italianos minimalistas, mesas de Jonathan Adler, piezas pop de los 60. Su casa está llena de objetos que fueron decorados de sus películas. «A veces parece una tienda de muebles, una boutique», bromea. Lo cierto es que hay una simbiosis entre su espacio íntimo y el de su cine. «Especialmente si miras Dolor y gloria, es mi casa. Vivo rodeado de cuadros, muebles, lámparas… Cada pieza cuenta algo».
Esta conexión vital entre arte y vida también se refleja en su admiración por la cultura francesa. Francia es el país donde mejor han sido recibidas sus películas. Y lo atribuye a una cinefilia genuina y profunda. «Francia entiende que el lugar natural del cine es la gran pantalla, y que el espectador debe ser muy pequeño frente a ella».
Esta colección es como una película más de la filmografía de Pedro Almodóvar: te cuenta algo, te invita a soñar y te cambia el estado de ánimo. «Creo que el simple hecho de levantarte y caminar sobre esta alfombra o sentarte en uno de estos sofás puede darte un cierto optimismo», apostilla Almodóvar.