La luz de sol, el agua bendita, los ajos, una estaca de madera en el corazón… son su kriptonita. Cosas que acaban con su vida y, al menos esta última, también con la de cualquiera. Pero con este titular no me refiero a eso. Me refiero a que su último estertor es más notorio de lo normal.
Los mortales estamos abocados a una muerte aburrida; tanto en la vida real como en la ficción, suele acabar en un momento. Algo que en un guion cinematográfico quedaría como: «Gerundino se desploma en el suelo y muere». Pero los vampiros quizás, como por extensión de su propia y excéntrica no-vida, dejan este mundo siempre con una fantástica hipérbole, como si todos esos ademanes estrafalarios se vieran recompensados con una muerte teatral, muy por encima de las nuestras. Y para muestra un botón.