Los exploradores que viajaron por el interior de un cadáver

27 de diciembre de 2015
27 de diciembre de 2015
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K. Szczepański murió hace tiempo. Lo único que queda de él es un puñado de párrafos, en una circular, donde el NSIDE habla de la vida de este hombre. En el informe, escrito a máquina, el Nanotechnology Scientific Institute Death Exceed no incluye nada de su infancia. Nadie tiene referencias de aquella época. Los primeros datos lo sitúan en la Revolución de los cadetes. Eso ocurrió en noviembre de 1830. En la escuela de oficiales del ejército polaco, en Varsovia, un grupo de jóvenes se alzaron contra los rusos. Hasta 1831 se produjeron algunas batallas y también algunas victorias. Pero, al final, las fuerzas de ocupación rusas los aplastaron.

Unos 20.000 polacos emprendieron esas duras riadas migratorias que provocan las guerras. K. Szczepański estaba entre los desplazados. El aspirante a militar paró en Verona. Ahí empezó a trabajar con el equipo de investigación del físico y sacerdote Giuseppe Zamboni. En 1846 el cura murió repentinamente y otra vez se produjo una sombra en la biografía del polaco.

En 1857 apareció una nueva huella. Szczepański publicó un artículo en el New York Morning News titulado ‘Las leyes de la ciencia y la ley de Dios’, y a partir de ahí, empezó a ser conocido en los círculos científicos e intelectuales de Nueva York por sus experimentos sobre los impulsos eléctricos en el ámbito celular.

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Su hijo, K. Szczepański Jr., continuó las investigaciones. En 1880 publicó ‘Mutaciones celulares en busca de una vida eterna’ en la prestigiosa revista Science. Pero todo el conocimiento de esta familia se esfumó de repente un día de 1892 en que la vivienda ardió en llamas con todos dentro. El único heredero que encontraron después fue F. Szczepański, un primo segundo que vivía en Lodz.

El emporio fue pasando de generación en generación hasta el 14 de marzo de 2115. Ese día murió el último descendiente de esta saga, M. Szczepański. El incidente pilló por sorpresa a la institución y también a la expedición de exploradores que estaban dentro de su cuerpo. Habían entrado en una revisión de radiaciones el 14 de mayo del 2112 y se habían quedado ahí para dilucidar una sospecha del instituto científico: todos los Szczepański, desde aquel cadete hasta el actual jefazo de la corporación, eran la misma persona.

Ahora solo quedaban nueve días para averiguarlo. El décimo sería tarde. El cuerpo del último Szczepański, para entonces, estaría descompuesto.

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Esta historia empieza con dos personajes reales: el sacerdote y el cadete. Poco después, comienza a desbarrar. Ni el polaco inició una tradición científica ni el mundo ha llegado al 2115. El relato es una ficción que montó el colectivo editorial Ultrarradio para construir un cómic colaborativo titulado Necronautas.

Los ilustradores Davín y Buba Viedma inventaron la historia. Después invitaron a 24 dibujantes para que cada uno hiciera una parte del cómic. Los únicos colores permitidos eran el rojo y el negro. «En el tebeo, conforme avanza el tiempo, van apareciendo unas páginas con el cadáver dentro del ataúd en proceso de descomposición. Hay cuatro fases y cada una de ellas ha sido dibujada por un ilustrador», explica Buba Viedma. «A los autores de historietas pedimos que eligieran una parte del cuerpo de Szczepański y que narraran una aventura dentro de ella».

Los últimos nueve días del polaco han sido relatados por Alexis Nolla, Bernat y Marc M. Gustà, Bol García, Buba Viedma, Carla Berrocal, César Esteban, Cinta Villalobos, Davín, Jagoba Prida, Javier Monsalvett, Jorge Monlongo, Koko, Victor Puchalsky, Magius, María Durán Montes, María Herreros, Néstor F, Pablo Camarero, Pieruz, Puño, Sien, Zer y Zoraida Zaro. De estos autores, y de su imaginación, depende el misterio de los Szczepański.

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