Desde que Sonny Curtis cantase que peleó contra la ley y ganó, al rock le ha perseguido siempre una imagen de rebeldía que lo convertía en algo peligroso, como el aceite de colza o eso que tu abuela dice los desconocidos te echan en la bebida cuando te distraes en un bar. Este post es un homenaje a esos músicos que, con su escasa destreza y nulo gusto, hacen que podamos apreciar lo que de verdad tiene calidad. La parte más baja de la escala de medición, en píldoras de prealmuerzo.

El peligro del rock se puede palpar. Literalmente. Tocar sobre un escenario es una tarea de mayor riesgo que, por ejemplo, subir el Everest. Prueba de ello son los daños físicos que se pueden llegar a sufrir por la falta de pericia interpretativa o el exceso de ímpetu a la hora de dar espectáculo.

Otro ejemplo que, a estas alturas, es ya un clásico de YouTube.

The Final Countdown, la canción que Europe popularizó en los años 80, merecería un post para sí misma. parece que existe un ansia a nivel planetario por crear la peor versión de la canción. En este kit de tres interpretaciones está, al final, la que hará que el universo se pliegue y se destruya engullido por un agujero negro.

Como dice la cantante de esta banda, «with metal, everything is possible». No sé si se refiere a que con metal se pueden hacer armas y cubiertos o a que el metal es fuente amor y entendimiento entre razas. En cualquier caso, el origen de la campaña de Adidas Impossible is Nothing salió de este vídeo.

A pesar de que está bien feo meterse con las personas que tienen problemas, estos chicos no han tenido problemas para pasarse por ahí a la figura de Axl Rose y crear, para sufrimiento de sus familias y amigos, esta versión de Sweet Child O’Mine. Duele. Duele mucho.

Esas locas fiestas universitarias en las que los efervescentes jóvenes, que se encuentran en una etapa de la vida de exaltación de la creatividad aplicada a cualquier actividad, se calzan unas gafas de sol, compran instrumentos feos y se atreven a invocar al maligno sin ningún miedo a que se abran las puertas del infierno. Luego pasa lo que pasa.

El rap no es rock. Pero cómo iba a permitirme dejar fuera de la selección esta perla en forma de batalla de rimas. Yo!

Una prueba más de que Kurt Cobain murió, es que no ha ido con el rifle que guardaba en busca de Miley Cyrus por hacer esta versión de Smells Like Teen Spirit. Probablemente se hubiera encontrado a su padre, Billy Ray Cyrus, armado hasta los dientes, pero esa es otra historia.

Y, finalmente, una prueba de que lo del peligro tampoco es para tanto. Si pueden dejar a un chico de siete años con Ozzy Osbourne en un escenario y que éste no le arranque la cabeza de un mordisco allí mismo es que se ha convertido en algo para todos los públicos.

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Patrick Thomas

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