Eres tan normal que te mereces una placa en tu calle

Normal Ese poder extraordinario

Tuvo que venir una pandemia mundial para recordárnoslo. Lo de que íbamos a salir mejores que cada uno lo valore en su justa medida; pero que la normalidad siempre fue extraordinaria no lo niega prácticamente nadie. Que sí, que negacionistas de casi todo haberlos haylos, pero he aquí una verdad como un templo hasta para los menos lúcidos del lugar.

Lo plasma el artista Carlos Yuste a raíz de su proyecto Normal. Ese poder extraordinario. Una creación muy personal que supone una oda a la cotidianidad y a los superhéroes que, sin capa ni espada, como se suele decir, sortean los escollos del día a día con estoicismo y cero artificios.

Normal Ese poder extraordinario

«En la época más cruda y descarnada de la dictadura de las redes sociales, de la tiranía de la imagen y de la ostentación del éxito, este trabajo viene a reivindicar la normalidad como el auténtico motor de la vida y condición sine qua non para cualquier avance de la sociedad. Lo cotidiano, por el mero hecho de serlo, se aleja del foco, se desprecia y se esconde. Sin embargo, sin ello, sin ellos, todo se detendría», reflexiona el autor de esta idea.

PLACAS EN HOMENAJE A LA GENTE NORMAL

De una manera muy gráfica, Normal. Ese poder extraordinario explica que, mientras los genios y todas las figuras excelsas en cualquier disciplina abren caminos insospechados, trazan tendencias y revolucionan el mundo, quien realmente ejerce de locomotora para que todo fluya es la gente normal. La que no recibe homenajes. Ese hombre o mujer que arregla la vitrocerámica a Mick Jagger o el tendido eléctrico de la casa de Bill Gates.

Esos tipos que pagan sus impuestos sin rechistar y logran que los servicios públicos funcionen mejor o, quién sabe, que alguien gane un Premio Nobel en investigación; esa señora que escribe una carta al director del periódico para pedir una mejora social en su barrio; o esos abuelos y abuelas que no se echan la siesta porque tienen que recoger a los nietos del cole y, aun así, van siempre con una sonrisa. «Y no se trata de quitar honor ni mérito a los que actúan como un GPS y nos invitan a avanzar, sino de reconocer también el mérito de los que empujan a diario para llevarnos a esos destinos», aclara Carlos Yuste.

Normal Ese poder extraordinario

Creativo publicitario de profesión, en un principio barajó como título de esta muestra El día a día que nos lleva al mañana. Y sobre el formato o soporte elegido para este tributo a la normalidad, confiesa su fuente de inspiración: «Vi una de estas placas en la calle Sainz de Baranda en Madrid y pensé que era un medio perfecto». Las musas fueron, en efecto, esas placas que vemos loando a celebridades en muros, paredes y viviendas por doquier. ¿Pero por qué no dedicárselas a quien vive en el anonimato y, sin embargo, con sus acciones aparentemente insignificantes, consigue que la Tierra gire con la precisión de un reloj suizo, pasito a pasito, sin estridencias? O, recurriendo al sabio Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo».

LA RESILIENCIA DE RAFA NADAL, PUNTO DE PARTIDA

 El autor, que afirma llevar una vida tan anodina que a su lado «un monje budista parece un DJ de Ibiza», vuelve a fijar aquí su mirada poliédrica en lo rutinario, lo común, el valor de esa realidad que tantas veces supera a la ficción.

Pero antes de materializar esta colección de placas laudatorias, todo comenzó con la efigie del tenista Rafa Nadal. Mejor dicho: con su tío y exentrenador Toni Nadal. «La conceptualización surge de ver decenas de charlas suyas hablando de la resiliencia del deportista», apunta Carlos Yuste.

Normal Ese poder extraordinario

«Está claro que le tengo un respeto y una admiración absolutas, ¡pero ojo con el parado al que ni le cogen el teléfono en el SEPE, ese hombre o mujer que sigue intentando buscar curro o formarse, sin odiar el mundo, sin que su enfado y sensación de abandono le inciten a saltarse una cola, no pagar el parking o cerrar la puerta del ascensor para que al del sexto, que tiene nómina, le toque subir andando!».

La resiliencia, desde luego, también reside ahí: en quien no se viene abajo a pesar de los pesares. Ese individuo que va siempre hacia delante con optimismo, respetando el turno en la pescadería o los turnos de palabra en un diálogo. Ese ser humano con sus propios problemas que, como recalca el artista, convive «ayudando en todo lo que puede, sin tirarse en el sofá abrazado a una lata de Skol».

Normal Ese poder extraordinario

La resiliencia como punto de partida. Total, que gracias a esta iniciativa relucen algunos nombres propios bastante insólitos: «Aquí vivió de 2015 a 2018 la dependienta Pepa Rojo. No faltó ni un día a su trabajo en la Casa de las Carcasas»; «En esta casa vivió de 1982 a 2001 Antonio Castillo. Nunca dejó a los colmados de Aluche sin Gublins ni Grefusitos»; o «En esta casa vivió de 1970 a 2000 el comercial de Jarmauto David Bellido. El 2º mejor vendedor del concesionario Skoda de Ajalvir».

LA POSTERIDAD, A LA VUELTA DE LA ESQUINA

«¡Pues ha tenido mejor aceptación de lo que creía!», exclama el creativo. «Lo presentaba como mi proyecto más normal y corriente, como el auxiliar administrativo de mis trabajos, como el revisor de metro del street art, el celador de ambulatorio del arte conceptual… Es decir, como uno más. Y, sin embargo, ¡ha sorprendido mucho!», concluye Carlos Yuste con humor y gratitud.

Todo un canto a la normalidad, que siempre fue extraordinaria.

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