Empezaron como si fueran científicos: con prueba y error. Probaron trazos en los que los números se disolvían entre líneas rectas, curvas, flechas y signos. No funcionó.
Decidieron entonces crear un «sistema más modular y organizado» para diseñar esta numerografía para la revista impresa de octubre de Yorokobu, cuentan sus autores, Carlos y Rafa San Emeterio. «Un sistema en el que cada número se transforma de forma aleatoria y se adapta al espacio que tiene».