¿Puedes definir el actual momento de tu vida con uno de estos términos?
GENIAL
MUY BUENO
BUENO
NORMAL
MALO
MUY MALO
TERRIBLE
Es una escala que establece el psicólogo cognitivo Rafael Santandreu en su libro El arte de no amargarse la vida.
LA VIDA GENIAL de Piper Chapman
Para Piper Chapman la vida era GENIAL o MUY BUENA.
Unas tetas perfectas.
Un novio adorable.
Sin obligaciones.
Sin horarios.
No tenía que preocuparse por la limpieza de su apartamento.
Un negocio de cosmética casera con ingredientes naturales, ecológicos, tan sanos como ella.
Además, es la niña de papá y mamá.
Pero cometió un error diez años atrás: formó parte de una banda de narcotraficantes, aunque en realidad era “la chica” del gángster, la chica de la peligrosa Alex Vause. Un par de años más y hubiera prescrito el delito de pertenencia a banda criminal. Mala suerte. El resultado: 15 meses de condena.
LA VIDA MÁS QUE TERRIBLE DE Piper Chapman
Ir a la cárcel no es divertido. Es una experiencia que mejor nos ahorramos. Pero para Piper es mucho peor que eso. A ella le cae el mundo a los pies. No es tanto el hecho de ingresar en prisión como no poder actualizar su blog (cosa que encarga a su chico), no poder ver los episodios de Mad Men, dejar atrás la comida ecológica y los cosméticos naturales. Y lo peor, dejar de ser la niña de mamá y papá.
«Mi madre ha dicho a sus amigas que me he ido voluntaria a África», dice Piper a su novio.
“Esto no es Oz”, dice el paternalista alcaide a Piper en su primer día, haciendo referencia a la serie carcelaria de HBO (pendiente de ser redescubierta por la comunidad seriéfila). Esto explica, en parte, el triunfo de Orange is new Black, que quizá haya sorprendido a la propia Netflix, que da otro campanazo tras House of Cards.
Mientras que la vida de las cárceles de Oz y Prison Break muestra una violencia que el espectador considera irreal y gratuita, el correccional de Litchfield, Nueva York, se asemeja más un estricto internado de señoritas o un campamento militar. Es tan simple como genial.
Todos somos Piper Chapman (más o menos)
Orange is new Black apuesta por el realismo y gana puntos sobre otras series carcelarias para un espectador urbanita que se siente identificado con Piper Chapman. ¡Nosotros somos Piper Chapman! De hecho, Piper existe, realmente se apellida Kerman, pasó un año en prisión y escribió My Year in a Women’s Prison, base de la serie de Netflix que ha adaptado Jenji Kohan (creadora de Weeds).
Un personaje fuera de lugar
La regla más básica de la comedia —Orange is New Black es una comedia dramática— nos pide que saquemos al protagonista de su entorno, de su zona de confort y lo coloquemos fuera de lugar. Y Piper Chapman está fuera de lugar. No solo porque nunca haya pisado la cárcel. Está fuera del mundo real porque no conoce la calle. Su vida transcurre entre barbacoas en casas perfectas con césped perfecto, playas limpias sin domingueros y áticos de Manhattan. No sabe qué son las facturas. Su novio es un tipo “working on my novel”, hijo de papá abogado-judío-prestigioso. No ha visto a dos mujeres peleándose. Porque sí, porque hay violencia, pero no tanta como pudiera haberlo en una zona de guerra.
Calan a Piper nada más llegar
“¿Qué vestido te gusta más?”, dice una de las reclusas amables a Piper. “Pareces saber de esto. Quiero algo que exprese mi personalidad…”
No solo le piden consejos de moda o estética, también le piden que redacte apelaciones de revisión de condena “bien escritas”.
Lo cierto es que las compañeras de celda son majas; tratan de hacerle la vida fácil, pero Piper vive en esta cárcel-internado-de-señoritas como una estancia en el Purgatorio. Para Piper la cárcel no es MALO o MUY MALO ni TERRIBLE: se sale de la escala.
“Todo es cuestión de perspectiva”, dice Yoga Jones, reclusa que vive de acuerdo con la filosofía oriental. Y esta es la lección que deberá aprender Piper: las cosas no son buenas ni malas, son cosas. Cómo te sientas respecto a ellas es cosa tuya.
No son reclusas, son mujeres
Otro de los aciertos de Orange is New Black es mostrar el pasado de las reclusas a través de flashback dramáticos. Vemos que antes fueron “mujeres normales” con sus familias y sus hijos, y sus trabajos. Mujeres que tomaron malas decisiones, que fueron chicas de gángster —como Piper—, o tomaron la justicia por su mano. (Todavía debemos analizar cuánto debe la escritura de series a Lost).
Por otro lado, la Ley tiene entre sus filas tanto a tipos que solo hacen su trabajo con más o menos mano blanda a tipos que “dan cosas” a cambio de sexo. Atención: estos tipos, los malos, llevan bigote como aquellos tipos del cine mudo que ataban a las chicas a las vías del tren. Esto convierte a los malos en tipos tan ridículos como grotescos, pero no por ello menos reales.
Tenemos suerte de bajar a la tienda de la esquina
Y aparte de algún que otro funcionario indeseable o incompetente, sí es cierto que hay tipas realmente peligrosas, taradas mentales, pero Yoga Jones tiene razón. Litchfield no es Oz. Si sigues las normas de los altavoces (un abrazo al entrar y otro al salir), vas a los talleres, y no te metes en líos ni pides favores a quién no debes, tu estancia en prisión puede ser más o menos tranquila.
La psicología cognitiva nos pide que nos imaginemos lo que consideremos peor, y cómo realmente en ese punto, podemos hacer cosas.
Orange is New Black puede sustituir a esos ejercicios de imaginación. Somos Piper Chapman, nos quejamos por levantarnos a las 7 o antes, no tomar un buen café o no tener yogur helado como postre. No nos damos cuenta de la suerte que tenemos de poder bajar a la tienda de la esquina a por chicle o galletas, y que nadie nos manoseará a la entrada para ver si ocultamos cosas en la ropa interior.
Piper Kerman estuvo allí. Salió. Escribió el libro.