Otras formas de hacer teatro… por ejemplo, en una peluquería

«El teatro, y la cultura en general, no vive su mejor momento. Al margen de políticos y economistas, están surgiendo millones de maneras de hacer teatro y una reivindicación clara de que la situación actual no tiene que ver con que haya más o menos salas con butacas de terciopelo rojo. Se trata de que tenemos que seguir comunicándonos con la gente y eso está haciendo que se abran locales distintos y muchos profesionales salgan a la calle para interpretar el tiempo que nos ha tocado vivir. Y a mí eso me parece saludable”, señaló la actriz Blanca Portillo en una entrevista televisiva. Y, desde luego, no es la única que piensa así.

Olga Iglesias es otra convencida de esta nueva vida para el teatro. Le bastó mirar a su alrededor y ver infinidad de carteles de ‘Se vende’ o ‘Se alquila’, y comprobar que cada vez es más difícil entrar en el circuito cultural, y que las salas alternativas están asfixiadas, y que en los grandes teatros están los de siempre. Así que un buen día le hizo un planteamiento a su “amiga del alma”, Susana Pérez.  ¿Por qué no compartir el espacio, los recursos, los clientes, los vecinos… con otra gente?

Así nació Teatro Efímero, una compañía cuyo objetivo es hacer teatro en cualquier parte. “Si el espacio es literal respecto al texto, genial. Si no tiene nada que ver, genial también. Un Hamlet en una lavandería también puede tener su rollo. Lo importante es encontrar un nuevo nivel narrativo, que en el caso de Hamlet podría ser lavar el sentimiento de culpa”, dice Olga Iglesias.

Olga lleva años compaginando su trabajo de copy en agencias de publicidad con el de guionista. Escribió una de las primeras web series, Chica busca Chica, que tuvo un éxito inesperado para lo que era internet hace unos años; participó en el musical Enamorados Anónimos, que no fue un pelotazo pero hizo que su nombre figurara en la Gran Vía madrileña, y en una película de cine, Una hora más en Canarias,  de David Serrano (Días de fútbol), entre otras cosas.

En esa época estuvo trabajando en una obra con el director argentino Eduardo Milevich. “Y un argentino es a los directores lo que los suizos a los relojes”, recalca Iglesias al reconocer que fue en ese momento cuando empezó con el runrún de todo lo que se podía hacer en teatro. “En el teatro, la materia prima es la imaginación. Tú sacas una barra de labios y le dices al espectador que se haga a la idea de que es un cohete, y el espectador y tú hacéis ese pacto y ves la barra de labios echando humo”, explica la guionista.

Susana  es directiva en la agencia Orbital BBDO. Juntas habían trabajado en proyectos publicitarios, pero tenían pendiente hacerlo fuera de ese sector. Querían hacer algo que las motivara bastante y que no costara mucho dinero.

Para desarrollar la primera obra de Teatro Efímero contaron con una tercera pata: el estudio de arquitectos Zuloark. La acción de esta obra transcurre en una peluquería y sus responsables querían que se interpretara en una de verdad. Zuloark se encargaría de diseñar el sistema de asientos que permitiera convertir cualquier lugar en un teatro. Pero primero hacía falta encontrar la peluquería.

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“No fue tan fácil”, recuerda Olga Iglesias, “muchas peluquerías prefieren dar un curso intensivo de keratina a que se interprete una obra en su local”. Además, no todos los locales pueden ser un Teatro Efímero, solo hay unos pocos que han nacido para ello. Tiene que haber una conjunción de estrellas determinada para que el local tenga espacio y mucho encanto, y el dueño, tiempo y ganas de montar un sarao, evento o cita cultural como esta.

“Buscamos mucho… pero como el triunfo es de los pacientes, o de los cabezotas, o de los que le cuentan sus penas a los amigos una y otra vez, al final, fue uno de estos el que nos habló de un local llamado Garret Salón de Belleza, un lugar maravilloso, cerrado en la actualidad y decorado hace 30 años”, explica Olga Iglesias.

Todo eso ocurrió en el último año, mientras la copy y guionista se preparaba para dar el salto a la dirección. “Afortunadamente este año me sirvió para aprender muchísimo, para atreverme a dirigir y para no odiar a los actores como seres de emotividad incontrolable y ego desmedido. La tonta era yo que no me atrevía a meterme de lleno a trabajar con el material sensible que supone una persona”.

Ilusión no les falta. Dinero sí. Por eso Susana sale de trabajar y, mientras amamanta a su hijo, se pone a diseñar la web, los carteles, las entradas… y se encarga de los papeleos, en tanto que Olga tan pronto está retocando el guion y dirigiendo como comprando pelucas o pasando la aspiradora en la peluquería. Lo importante es que al final el telón se levanta —metafóricamente hablando, ya que no hay telón en una peluquería— y las protagonistas de Tú no, princesa se suben a las tablas (también metáfora) para contar una historia, mitad drama y mitad comedia, de personas con muchos sueños y muy poca suerte.

Además, Teatro Efímero se ofrece a todos aquellos que tengan un establecimiento o negocio y quieran promocionarlo mediante el teatro, captar clientela por métodos que nada tienen que ver con el marketing o darle una segunda vida al local. También a aquellos que tienen una obra y no consiguen representarla en un teatro convencional y compartan con los fundadores de esta compañía ideas como que el espacio es un actor más, que el espectador necesita formas de ocio y cultura diferentes o que lo que permanece en la memoria es la experiencia y el sentimiento.

Tú no, princesa se estrenó el pasado mes de julio. Durante el mes de noviembre vivirá su segunda temporada. La obra habla del triunfo y el fracaso de tres mujeres en tres actos que se corresponden con tres épocas: los 80, los 90 y los 2000. Ellas son  Carla (Jaime Zataraín), una peluquera transexual enamorada y rechazada,  a la que el espectador verá conquistar el amor y el respeto a lo largo de esas dos décadas; su amiga Alfonsi (Juliana Sesmero), ama de casa abnegada, sufridora, sacrificada y frustrada; y su hija Alba (Ana del Rey), hija de la España del pelotazo y los realities, que pasará de la niñez en los 80 a la pérdida de la inocencia 20 años después. “Tres décadas en las vidas de estas tres mujeres que constatan que el triunfo es una decisión personal y nada tiene que ver con lo que digan los demás”, concluye Olga Iglesias.

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