La hamburguesa azul alojaba un país bajo el pan: México, la patria del sol y los colores radiantes. La preparó Paul Fuentes con dos utensilios mecánicos. El primero fue una cámara de fotos. El chavo de 27 años la llevó a la cocina y empezó a disparar hasta que cada semilla de sésamo quedó en el lugar apropiado. El segundo fue un ordenador. El diseñador gráfico caminó hasta su estudio y encendió la computadora. Abrió el Photoshop y empezó a guisar.
El olor era distinto y ahí saltó la sospecha. Esa hamburguesa no desprendía tufarada a frito ni chorreaba grasa. Del pan se descolgaban gotones de pintura azul y eso llevó a los observadores a una conclusión: Esto no se come.
No era la primera vez que Paul Fuentes había travestido la comida. Poco antes del verano de 2015 apareció en su perfil de Instagram un plátano enfundado en una cáscara violeta. A la semana siguiente había una naranja rosa, una hamburguesa de pan flúor, un huevo con la yema azul y un par de lonchas de bacon formando una cruz. Después llegaron quesos, bocadillos, helados, patatas fritas, pasteles, limones, huevos, plátanos, chupa-chups, batidos, pulpos, galletas, rosquillas, cocos, donuts, perritos calientes, cereales con leche y gominolas.
—¿Y ese gusto por la comida?
—Tiene que ver con la parte divertida del pop art y el consumismo en el que vivimos. Y también porque de pequeño jugaba con la comida.
Los colores los tomó de las fachadas mexicanas. Nació en Ciudad de México y desde que era un niño se fijaba en ellas. «Mis imágenes contienen un poco de imaginación infantil», explica. «Hablan de mi niñez. De los deseos, travesuras y cosas que imaginaba y que muchas veces no podía expresar del todo en dibujos. Con estas fotografías pretendo recordar a la gente lo imaginativos que eran en su niñez».
Las imágenes de este diseñador gráfico suelen partir de la mezcla. De ahí intenta crear «un nuevo objeto interesante por su forma, su trasfondo o, simplemente, por humor», detalla. «En cierto modo, es una burla al pop art por medio del pop art».
Para que este objetivo funcione, y el pop se ría del pop, «son fundamentales la simpleza y la limpieza. Me gusta crear texturas de movimiento como un splash de pintura u objetos derretidos». Eso encaja bien con su obsesión por la geometría y su emoción al ver «cómo reaccionan los objetos en diferentes fondos y temperaturas tonales». El diseñador editorial dice que intenta crear «imágenes que únicamente son posibles con manipulación digital». Por eso, en los últimos meses, ha desarrollado «una técnica para poder dar ese efecto 3D render a las imágenes».
A este chavo que también hace música, que toca el piano y la batería, y que ha editado dos discos de electrónica, le atraen las superficies limpias. En sus imágenes, el fondo es liso e inmaculado. Lo hace así «para que las personas puedan apreciar la belleza de lo simple sin distracciones», especifica. «En todo lo que vemos, ya sea creado por el humano o por la naturaleza, hay diseño. Aparecen muchos elementos que pasamos por alto. Por eso, en mis diseños, propongo que nos cuestionemos más las cosas que nos rodean».
En todos esos alrededores se hallan las señales que le hacen imaginar una nueva imagen. Cuenta que busca la inspiración en lo cotidiano e intenta «hacer arte a partir de algo tan básico». A veces, también, pretende retratar chistes o juegos de palabras. Le interesa crear «objetos que no sirven absolutamente para nada, solo para provocar sonrisas». Porque lo que más le importa es que el espectador se sienta identificado con sus imágenes. «Me gusta darle cierta libertad al mensaje y me obsesiona poder crear surrealismo que se perciba como algo absolutamente realista».
La hamburguesa azul, entonces, merece un bocado que llegue hasta el final de la línea de dientes.