Cuando cumplió 13 años, a Mar Armengol le bajó la regla por primera vez. Su cuerpo cambió. Empezó a engordar, le salió vello, granos, estrías… Y ahí empezó un doloroso camino de rechazo a su físico. «Me pasé muchos años sintiéndome mal con mi cuerpo; sintiendo que con ese cuerpo no era válida; sintiendo vergüenza por cada parte de mi cuerpo», cuenta la que fue aquella niña acomplejada y que hoy se ha convertido en fotógrafa.
Armengol dejó de hacer muchas cosas en aquellos años por miedo al qué dirían de ella si mostraba un cuerpo que se salía de los cánones de belleza normativos. «Vivía escondida, avergonzada, con miedo, y sobre todo, creando una imagen horrible de mí misma. Soñaba con arrancarme la piel o desabrochármela y quitármela como si de un disfraz se tratara; soñaba en nacer en otro cuerpo, soñaba con desaparecer».
La vida de Armengol, como la de tantas otras mujeres sometidas a la dictadura de la belleza normativa, podía haber seguido en la sombra. Pero un día, cuenta, empezó a ser ella misma otra vez. Descubrió el feminismo y conoció a otras chicas por redes sociales que se mostraban empoderadas y orgullosas de sí mismas y de sus cuerpos; chicas que se sentían libres y a las que el qué dirán les importaba una mierda. «Empecé a sentirme bien, a deconstruir todos los pensamientos negativos sobre mí; a ver que no era la única, a ver bonito todo eso que la sociedad me había hecho esconder y odiar de mí misma. Empecé a quererme».
Con su autoestima recuperada, hace unos años empezó el proyecto Pelillos a la mar para dar voz y visibilidad a personas con cuerpos no normativos.
«Lo que me hizo cambiar el chip fue descubrir el feminismo y el body positive. Por una parte, el feminismo me ayudó a entender que este mundo está hecho por y para gusto y placer del hombre (blanco, cis, heterosexual); es decir, el famoso patriarcado y también el capitalismo. Eso me llevó a cuestionarme y deconstruir mis pensamientos».
Y empezaron a flotar las preguntas en su cabeza. «¿Por qué odio mi cuerpo?, ¿quién ha hecho que lo odie?, ¿qué beneficio sacan de que yo odie mi cuerpo?, ¿por qué me comparo?, ¿quién me ha enseñado a comprarme?, ¿por qué y para quién me depilo?, ¿lo hago porque quiero o por obligación?, ¿por qué mi cuerpo es menos válido que el de una actriz de cine?, ¿es menos válido un cuerpo gordo que uno delgado?, ¿por qué? Y así un sin fin de preguntas más».
Por otra parte, el movimiento body positive en redes sociales le ayudó muchísimo; mujeres empoderadas, libres y seguras de sus cuerpos, disfrutando sin importarles una mierda lo que la sociedad pensara de ellas.
Desde su cuenta de Instagram, esta fotógrafa de Vilassar de Mar, en Barcelona, muestra sin pudor, sin filtros y sin complejos cuerpos cuya belleza resulta incómoda para las mentes cerradas. ¿No quieres caldo? Pues toma tres, cuatro, veinte tazas.
«Yo lo que hago en redes sociales es básicamente esto, plantear cuestiones y dar visibilidad a cuerpos. Creo que es muy importante que veamos cuerpos, que no nos creamos que solo hay un cuerpo válido, porque muchas veces lo que no vemos creemos que no existe, y que somos las únicas que tenemos celulitis, estrías o pelos. Dando visibilidad a estos cuerpos sé que puedo ayudar a muchas mujeres, porque yo es lo que hubiera necesitado».
Solo mostrando otras bellezas se puede conseguir la meta que Mar Armengol se ha propuesto: romper tabúes y estereotipos impuestos, ayudar a las personas a sentirse libres con sus cuerpos, a vestir o a hacer lo que quieran y como quieran.
Solo mostrando otras bellezas se puede conseguir la meta que Mar Armengol se ha propuesto: romper tabúes y estereotipos impuestos, ayudar a las personas a sentirse libres con sus cuerpos, a vestir o a hacer lo que quieran y como quieran. Enseñar «a amar y a respetar su cuerpo», en definitiva. «Porque todos los cuerpos son válidos. Es un trabajo muy difícil, complicado y largo, pero se puede».
«A una chica con poca autoestima le recomendaría que intente dejar de seguir en redes sociales a toda esa gente que no le aporta nada bueno; al contrario, son cuentas que te bajan la autoestima ya que no haces más que compararte y sentirte mal por no tener ese cuerpo, esa cara, esas operaciones estéticas…», afirma con rotundidad. «Las redes sociales están haciendo mucho daño a muchas personas. Hay que ser conscientes de que pasamos muchas horas al día recibiendo información de las redes y lo que vemos afecta muchísimo a nuestra salud mental. Sigamos cuentas que nos aportan cosas buenas, a aprender, a querernos, a vivir».
Así dicho, parece fácil, pero llevar esa teoría a la práctica suele resultar mucho más complicado. Más todavía, afirma Armengol, en una sociedad donde las mujeres que vemos en la moda, el cine y la publicidad son figuras irreales, con doscientas capas de Photoshop encima. «Parece que ni el paso del tiempo ni la gravedad nos tenga que afectar a nosotras, como si fuéramos muñecas. Por eso hay que dar visibilidad a nuestros cuerpos y dejar de esconder nuestras diferencias, que no defectos, porque no salimos de un molde. Enseñar que puedo ser feliz y aceptar mi cuerpo tal y como es».