El poliamor no es más satisfactorio en el sexo que la monogamia

poligamia
Fotograma de 'Vicky, Cristina, Barcelona'

Es la duda del siglo. ¿Estaríamos más satisfechos abriéndonos a amar a más personas o, por el contrario, nos introduciríamos en una incertidumbre que nos angustiaría más? La aceptación del poliamor crece, pregonamos sobre él: nos tienta porque rompe una última barrera de limitaciones en un momento en que asociamos la felicidad a la posibilidad de escoger. Sin embargo, una encuesta a nivel europeo muestra que quienes practican la monogamia se sienten más conformes con su vida sexual.

¿Los datos? El 82% de quienes integran relaciones con una sola persona se encuentran satisfechos; en el caso de las relaciones abiertas, el porcentaje se sitúa en el 71%. En ambos casos, sorprende el nivel de satisfacción, pero, sobre todo, en el de las parejas tradicionales.

Hay un consenso social y científico cada vez más consolidado con el hecho de que el ser humano, por naturaleza, no es un animal monógamo. Ha sido una serie de condicionamientos sociales y evolutivos la que generalizó este modo de organización: el cuidado de los hijos en situaciones de precariedad, la necesidad de asegurar la descendencia, el deseo de aglutinar las propiedades y legarlas en herencia… teorías hay para todos los gustos.

Los científicos han hablado mucho sobre el tema. David P. Barash y Judith Eve Lipton, en su obra sobre El mito de la monogamia, como recogió PlayGround, planteaban algunas claves: «En su intento de mantener un vínculo social y sexual exclusivamente consistente en un hombre y una mujer, los aspirantes monógamos van contra algunas de las inclinaciones evolutivas más asentadas con las que la biología ha dotado a la mayoría de las criaturas, el Homo Sapiens incluido».

La fidelidad eterna es una fantasía: ocurre pocas veces, y cuando lo hace, probablemente el origen sea el pánico a perder una estabilidad material y emocional. Da miedo desarraigarse; la monogamía aporta una sensación de hogar, de vivir con asideros, que puede salir caro deconstruir.

El sondeo lo realizó la empresa alemana Dalia y recogió las respuestas de 11.000 personas de los 28 países de la Unión Europea. En ella, hay un dato que puede inflamar nuestro patriotismo más que ganar una Eurocopa. España aparece como el país más satisfecho sexualmente. El 41% de los participantes aseguran estar «muy satisfechos». Esta misma calificación, en Alemania desciende al 38% y en Italia al 28%.

Hay también una edad de oro para el sexo. Tanto en hombres como en mujeres la mayor plenitud sucede de los 25 a los 30 años, y son ellas las que lo reconocen en mayor medida. El reconocimiento de una satisfacción moderada, en el caso de los hombres, alcanza su plenitud a los 65 años, y la insatisfacción se mantiene estable en todas las edades, sin llegar al 10%.

Pero los datos más llamativos son los que ahondan en el dilema entre libertad o contención. La satisfacción de los solteros, por ejemplo, se coloca por debajo del 50%. Tal vez, la respuesta a estas cifras anide en que, a fin de cuentas, lo social prima sobre lo biológico.

Durante siglos, nuestra sociedad se ha organizado sobre el núcleo la monogamia: esto no solo construye moral, también aspiraciones, escalas de valores, expectativas, ideas de éxito, de autorrealización y de fracaso. Por lo tanto, asumimos que la forma más adaptativa y, en apariencia, menos arriesgada de vivir, es compartir lecho con una sola persona.

El poliamor se plantea en numerosas ocasiones, de forma errónea, como una especie de derecho a la promiscuidad y se señala como solución a la pérdida de pasión sexual en la pareja. Se pone, por tanto, el foco de la felicidad marital en el sexo. Hay investigaciones, en cambio, que contradicen que el centro gravitatorio de la pareja sea el dormitorio. El libro The secrets of enduring love, según contó El Confidencial, relativizaba su importancia.

La publicación partía de una encuesta en la que preguntaron por los aspectos más valorados dentro de una relación. El sexo no aparecía ni siquiera en las 10 primeras respuestas comunes. Se priorizaba reír juntos, compartir valores e intereses, ser los mejores amigos…

No sabemos si estas complicidades pueden ser la fuente de que, a la hora de enredarse en las sábanas, uno se quede más contento si lo hace con la persona de siempre. No obstante, la diferencia que arroja la encuesta de Delia no es excesiva, apenas un 10%. Si algo se demuestra, es que monogamia o poliamor resultan igual de válidos y pueden aportar felicidad en una medida semejante.

1 Comment ¿Qué opinas?

  1. Buenas tardes,

    Me parece interesante que se comente sobre «evolución» y «naturaleza» humanas. Sin embargo, algunas frases me parecen contradictorias.

    «Hay un consenso social y científico cada vez más consolidado con el hecho de que el ser humano, por naturaleza, no es un animal monógamo. Ha sido una serie de condicionamientos sociales y evolutivos la que generalizó este modo de organización:…»

    Lo que yo entendí en las clases de la carrera de Biología es que la monogamia es una estrategia para conseguir desdendencia, como lo es la poligamia y las variantes de ambas. La Teoría de Juegos se aplica frecuentemente para hacer modelos de cómo los individuos de distintas especies optan por una o por otra. Es decir, que el hecho de que una persona se decante, normalmente de forma inconsciente (a través de sentimientos como el miedo, la angustia, el amor,…), por una estrategia, es consecuencia de la evolución, la cultura y la valoración que hace de los recursos (posibles parejas, economía…). Éstas cosas son lo que conforman, a mi entender, la naturaleza de una persona y prácticamente de cualquier animal sexual. Hay más factores, como la plasticidad, pero, en general, son cosas muy complicadas de explicar con palabras.

    PD: «Pa ke quieres saber eso jaja saludos» ;D

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