El afán de los políticos europeos por regular Internet sigue más vivo que nunca. Hoy tenemos el honor de dar la bienvenida a un nuevo miembro: David Cameron. Pero no estará solo. En el interior de este club podrá fraternizar con su homónimo francés Nicolas ‘Hadopi’ Sarkozy y la ministra Sinde.
Pero Cameron es un tío listo. Ha aprendido de los errores del pasado. Sabe que la excusa de la piratería ya no vale. Lo más ‘in’ ahora es resaltar la lucha contra la pornografía y el efecto que tiene sobre los niños que acceden inconscientemente a ella. Por eso, el primer ministro británico ha llegado a un acuerdo con las principales operadoras del país para que los nuevos contratantes de servicios de Internet especifiquen si quieren ver páginas de contenido explícito o no.
En caso de marcar la opción no, el operador ofrecerá una web pulcra, libre de páginas web pornográficas. El criterio está aún por determinar.
No dudo de las buenas intenciones del líder conservador y el sindicato de madres británicas que impulsa la iniciativa pero surgen muchas dudas sobre su operatividad.
¿Quién decide que es explícito y que no? ¿Quiénes son los policías?
¿Yorokobu estará en la zona roja de Internet por publicar una noticia sobre guerilla de ganchillo que incluye a una mujer semidesnuda?
¿Obras de literatura que contengan algunas palabras ‘obscenas’ también serán sujetas a la benevolencia del censor?
¿Es una ley Sinde por la puerta de atrás?
¿No es mejor dejar a cada familia que implante los filtros que vean necesarios para sus hijos?
¿Se podría implantar una ley similar en España apelando a la necesidad de recuperar la moral y proteger a los niños?
Son muchas dudas. Todavía no tenemos las respuestas.