La bota del siglo 21

19 de junio de 2013
19 de junio de 2013
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Una bota. Una vieja bota heredada de su abuelo le sirvió a Vicente Porres para decidir que ese sería el producto con el que trabajaría en su estudio los siguientes meses. Los premios de Artesanía de Castilla-La Mancha fueron la excusa que Vicente y su equipo –Noviembre Estudio– encontraron para lanzarse a la arriesgada aventura de rediseñar un producto tan tradicional y sentimental como la bota de vino. Bastó una primera visita a la empresa botera Jesús Blasco, de Sigüenza, para adivinar que la colaboración iba a ser productiva.
Y de hecho, así ha sido. La bota H20 no solo ha llamado la atención de los jurados de varios premios nacionales de artesanía y diseño, sino que, además, poco a poco está ganando adeptos entre ciclistas y excursionistas que ven en el tradicional pellejo una alternativa a la botella de aluminio. Puede que sean sus llamativos diseños, o su capacidad de conservación; o simplemente porque solo con verla nos traslada a tiempos pretéritos, a la casa del pueblo, al abuelo y su vieja bota. El caso es que la H20 despierta sonrisas y pellizca el corazón.
Vicente Porres, el responsable del producto junto con Susana Sancho (ambos fundadores de Noviembre Estudio), cuenta que haberse metido en la lista de los finalistas de los Premios Delta, que se entregan el día 27 en Barcelona en el marco del FadFest, es todo un triunfo. Y sobre todo, la demostración de que la producción artesanal sigue siendo un camino de futuro viable.
El requisito era trabajar con artesanos. ¿En qué momento se os enciende la luz y aparece la bota?
Es un producto muy emocional. Yo tengo la bota de mi abuelo, que está ya hecha polvo, pero que sigue conectándome con momentos de mi infancia. Esa conexión sentimental era lo único que necesitábamos. En el estudio me decían: ¿y con esto nos basta para dar forma al producto? ¡Yo estaba convencido de que sí! Hacían falta unos reajustes. El contexto social de uso ha cambiado mucho. Antes, para desayunar, se metían un litro de vino, y hoy eso ya no pasa. Había que ir un paso más allá de la tradición y conseguir que la bota fuera un objeto que te pudiera acompañar día a día, en un uso más amplio, no solo relacionado con el vino.
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Y aparece entonces el tema del ciclismo…
Sí. Desde el principio quisimos que fuera un elemento válido para el mundo del ciclismo en particular, y el del excursionismo en general. Sabíamos que competíamos con la clásica botella de aluminio y con los camlebak, y que era difícil. Pero las propias características de la bota la hacen única. El interior está hecho de látex, que es súper resistente y no deja sabor en el líquido. En el exterior, la piel de cabra es un gran aislante y conservador. Y su resistencia global es muy alta. ¡Se heredan generación tras generación!
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Con el tiempo parece que los ciclistas no son los únicos a quienes la H20 ha seducido…
Nos ha sorprendido el uso que le da la gente. Muchos la usan para hacer senderismo. Otros la llevan colgando del carro del niño, como contenedor de agua fresca o para rellenar el biberón de los críos. Los golfistas también la usan. Y en general, en cualquier actividad que esté relacionado con la mochila y el aire libre. La idea original era que fuera usada como recipiente para bebidas isotónicas y agua, pero la gente le mete de todo. En Hong Kong, por ejemplo, la usan para el té. Para nosotros es un sustituto natural de la botella de plástico, sea cual sea el usuario.
¿Qué dificultades entrañaba el rediseño?
En realidad no muchos. La bota tiene muy pocos piezas, y en ese sentido es todo muy fácil. Lo que sí queríamos es que se mantuviera de manera firme sobre el portabebidas de la bicicleta, sin arrugarse. El botero aplica rellenos de piel extra para que gane consistencia sin que se reduzca la capacidad (aproximadamente medio litro de líquido). Ahora estamos trabajando en un brocal nuevo, que puedas abrir con los dientes, sin necesidad de usar las dos manos. El tema, como siempre, es la financiación. El objetivo es asentarnos en el mercado con lo que tenemos, vender en los lugares que queremos vender y a partir de ahí mejorar la gama.
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Trabajáis codo con codo con Botas JB Sigüenza. ¿Qué tal la experiencia colaborativa con estos artesanos?
Nos ha sorprendido su energía y la profesionalidad. El primer día que te presentas en el pueblo te imaginas a un tipo cerrado en un ambiente antiguo. Pero ¡qué va! Llevan ya 5 generaciones y están en Facebook y Twitter. Desde Sigüenza venden a todo el mundo. Y luego, nunca te dicen que no a nada. ¿Esto se puede hacer? Y, si tienen tiempo, lo hacen. Es una botería del siglo XXI. Y yo creo que es un ejemplo de hacia dónde va la producción del futuro.
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¿Menos industria y más artesanía?
En mi opinión, este modelo de producción funcionará en la medida que los artesanos entiendan el tiempo que les está tocando vivir. Si a eso le unes una impresora 3D, ya ni te cuento. Es perfectamente válido juntar tradición y modernidad. La nueva artesanía está en YouTube, lo puedes ver a diario, gente emprendedora que se busca la vida en la red. Los emprendedores han sido siempre artesanos. Yo creo que se puede vivir perfectamente de la artesanía.
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