Nos dijeron que en el siglo XXI por fin éramos libres pero, de nuevo, nos volvieron a engañar. Los trabajadores de las fábricas de la época industrial no son más esclavos que los empresarios de hoy. Al contrario. Ellos, según el filósofo Byung-Chul Han, eran más libres.
Aquellos empleados tenían un ‘deber’ en su puesto de trabajo. Pero el ‘deber’ tiene un límite. En cambio, ahora, legiones de empresarios, profesionales libres y autónomos se hallan ante el ‘poder hacer’. Eso se traduce en la filosofía laboral del ‘éxito del emprendedor’ y ‘el hombre que se hace a sí mismo’ exportada desde Estados Unidos.
Byung-Chul Han llama a este tipo de trabajador «sujeto neoliberal como empresario de sí mismo». Es un individuo que se cree libre pero, en realidad, por su propia presión y dedicación, es «un esclavo absoluto». «Sin amo alguno, se explota a sí mismo de forma voluntaria. No tiene frente a sí un amo que lo obligue a trabajar. El sujeto del rendimiento absolutiza la mera vida y trabaja. La mera vida y el trabajo son las dos caras de la misma moneda».
El neoliberalismo que surgió de la mutación del capitalismo ha convertido al trabajador en empresario y por eso es «un sistema muy eficiente para explotar la libertad», escribe el filósofo en su libro Psicopolítica. «Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno es amo y esclavo en una misma persona».
En este espejismo, «se extiende la ilusión de que cada uno, en cuanto proyecto libre de sí mismo, es capaz de una autoproducción ilimitada». Pero si esto no ocurre, si el individuo ‘fracasa’ en la sociedad del rendimiento, «se avergüenza y se hace responsable a sí mismo en vez de poner el sistema en duda». Así surgen dos de las enfermedades propias de la actualidad: la depresión y el síndrome de burnout. «Son un signo patológico de que hoy la libertad se convierte, por diferentes vías, en coacción».
Esa actitud de asumir la culpa supone una potente garantía para perpetuar el sistema neoliberal. El individuo frustrado y deprimido nunca se levantará en armas. En cambio, «en el régimen de explotación ajena, es posible que los explotados se solidaricen y juntos se alcen contra el explotador», escribe el académico. «Esta autoagresividad no convierte al explotado en revolucionario, sino en depresivo».
El poder del neoliberalismo es inteligente, según el profesor de Filosofía y Estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín. Es «silencioso, flexible, sutil y escapa a toda visibilidad». «El sujeto sometido no es siquiera consciente de su sometimiento (…). De ahí que se presuma libre».
El sistema de dominación hoy es refinado. En lugar de someter, utiliza métodos más eficientes para que «las personas se sometan por sí mismas al entramado de dominación. (…) Su particular eficiencia se debe a que no actúa mediante la prohibición y la sustracción, sino complaciendo y colmando. En lugar de hacer a los hombres sumisos, intenta hacerlos dependientes. (…) Este poder amable es más poderoso que el poder represivo».
LA LITERATURA DE AUTOAYUDA
La movilidad tampoco nos ha liberado. Ni el teletrabajo, ni los dispositivos portátiles, ni la flexibilidad de horario y ubicación. Al revés. Nos han esclavizado más aún, de acuerdo con el académico de origen coreano. «Los movimientos restringidos del trabajador ponen límites a la productividad. (…) El empresario elimina la limitación mediante nuevas formas de movimiento».
Ese poder suave se manifiesta también en las técnicas de dominación del neoliberalismo. Dice el filósofo que, para aumentar la productividad lo más posible, este sistema vende las ideas de «motivación», «competencia», «optimización», «proyecto» o «iniciativa».
«La psicopolítica neoliberal encuentra siempre formas más refinadas de explotación. Numerosos seminarios y talleres de management personal e inteligencia emocional, jornadas de coaching empresarial y liderazgo prometen una optimización personal y el incremento de la eficiencia sin límite», escribe Byung-Chul Han. «Todos están controlados por la técnica de dominación neoliberal, cuyo fin no solo es explotar el tiempo de trabajo, sino también a toda la persona, la atención total, incluso la vida misma».
La literatura de autoayuda estadounidense va domando a los empresarios. «Los predicadores evangélicos actúan hoy como managers y entrenadores motivacionales», indica, «y predican el nuevo evangelio del rendimiento y la optimización sin límite».