En el interior de un pequeño bunker antibombas en medio del barrio obrero de Old Katammon, una pequeña minoría de jóvenes palestinos de Jerusalén Este se mezcla con una cincuentena de jóvenes judíos. Están aquí para seguir las lecciones de Gershon Luxemburg,o un guitarrista, poeta y excampeón de varios combates internacionales, originario de uzbekistan, que entre golpes asegura que «aquí no hay razas; dentro del ring todos nosotros somos boxeadores, todos somos hermanos».
El Jerusalem Boxing Club abrió sus puertas en 1981 y ha sido la cuna de muchos campeones de combates a nivel internacional, incluyendo campeonatos del mundo, y también galardonados con varias medallas olímpicas.
¿Cómo te enteraste de la existencia del club de boxeo?
A.B: Hace unos meses, cuando estaba ultimando toda la información para llevar a cabo mi reportaje sobre el turismo religioso en Jerusalén, tuve una sensación horrible al saber que iría a una zona donde el dolor y el terror se palpa cada día. La injusta ocupación y los miles de asesinatos que sigue ejerciendo el estado de Israel sobre el pueblo palestino son aún habituales y sentí que tenía que aportar mi pequeño grano de arena al asunto. Para mí la fotografía es una forma de mostrar la realidad de unos pocos a través de mis ojos, siempre intento darle la vuelta a la forma de mostrarlo dándole un toque optimista, así que empecé a buscar noticias o cualquier tipo de información por internet acerca de alguna historia distinta de lo que nos llega cada día. Fue así como encontré un pequeño artículo en la prensa inglesa que hablaba de un club de boxeo en el centro de Jerusalén.
¿Qué ambiente se respiraba en este lugar de entrenamiento?
En el interior del búnker anti-bombas la música tecno rusa hace temblar los cristales de las vitrinas de trofeos mientras los jóvenes boxeadores dejan en sus mochilas sus creencias y las de sus familiares haciendo lo que más les gusta, boxear. El ambiente era afable y entrañable ya que el boxeo, siendo un deporte muy violento, es uno de los más pacíficos con los que me he encontrado. En las sesiones de entrenamiento y de combate todos entrenan a la par. Imagínate, un musulmán y un judío dentro de un ring dándo lo máximo de sí, termina la sesión y ríen, se abrazan y se felicitan por el último gancho. Yo sería incapaz de creerlo si no hubiera estado ahí.
¿Lograste hablar con algunos de los boxeadores? ¿Qué te contaron?
Intento hablar siempre con la gente a la que fotografío, ya que las historias personales de cada uno son incluso más importantes que la propia foto. En el caso del club de boxeo me interesaba la vida de cada uno, de dónde viene, de qué trabaja o qué estudia, cuáles son sus hobbies, qué opinión política y religiosa tiene. Lo gracioso era que la gran mayoría desviaban todas las preguntas a la misma temática, el boxeo. Algunos lo hacen por hobby, a otros les interesa estar en forma, otro entrena duro para competir en combates internacionales y como no, algunos quieren ser el number one, firmar autógrafos y estar rodeado de chicas.
¿En algún momento llegaste a hablar de la situación política?
Fui para allá con la idea de que los judíos odian a los musulmanes y que éstos contrarrestan sus ataques, pero estos jóvenes me demostraron que no siempre es así. Está claro que lo que está pasando en tierra palestina desde hace más de cincuenta años es muy cruel y es una grave falta a derechos humanos. Todos tenemos que denunciar los abusos económicos/territoriales, y sobretodo los asesinatos de civiles musulmanes por parte del gobierno israelí, pero en este caso la gran mayoría coincidía en lo mismo. Todos comentaban que el problema en Israel lo tienen los políticos, me decían que ellos quieren vivir en paz con sus familiares y amigos. Otra cosa es lo que sientan realmente.
¿No hay una paradoja entre la violencia controlada que supone el boxeo y la violencia que rodea a muchos de estos jóvenes?
Israel es un país completamente militarizado, el servicio militar es obligatorio para todos los jóvenes incluyendo a las chicas, sólo se salvan los ultraortodoxos. Esta militarización es la razón de ser de un país que se siente amenazado constantemente por los países vecinos musulmanes, vayas donde vayas siempre puedes ver a militares vigilando y pidiendo la documentación a jóvenes musulmanes y hasta padres paseando con sus niños con un Kalashnikov a la espalda. Al sumergirme en el Jerusalem Boxing Club, entre golpes, jadeos y gritos fue donde encontré la harmonía y la paz que esperaba de la ciudad tres veces santa.
¿Hay un contraste entre la mezcla de culturas que se encuentra en el interior del club y la segregación que domina en el exterior?
Sí, posiblemente hablamos de un caso entre un millón aunque hay mucha gente que lucha por un estado de paz. En Jerusalén la situación es tensa a diario ya que las tres principales religiones creen que el terreno les pertenece y no dan su brazo a torcer. Los habitantes de Israel están acostumbradas a convivir con su supuesto enemigo, como vecinos y hasta como compañeros de trabajo. Me gustaría aclarar que en tierra palestina hay dos clases de palestinos, los del West Bank y los israelíes que son los que tienen derecho a vivir en Jerusalén. Éstos se mezclan continuamente, palestinos e isrealíes comparten clase en la Universidad, comparten trabajo, aficiones, aunque muy raramente mezclan sus vidas personales. Quizá en el club de boxeo, sus vidas realmente se encuentren y quizás surjan amistades para toda la vida.
¿Lograste entrevistar a Gershon Luxembourg? ¿Cómo fomenta que vayan personas de todas las culturas a entrenar aquí? ¿Qué te contó?
Gershon es un inmigrante más de la antigua URSS de los tantos que fueron a Israel a partir de los años cincuenta. Es un tipo muy agradable nacido en un pequeño pueblo de Uzbekistán. Fue militar durante muchos años y campeón de varios torneos de boxeo a nivel internacional. Ahora es el director y profesor de la escuela de boxeo mejor valorada del país. Siempre me ofrecía café y cuando me sentaba con él me mostraba sus libros de poesía. Dicen sus alumnos que es bastante conocido como poeta y guitarrista clásico. Es un apasionado coleccionista y recopila cualquier tipo de imagen sobre boxeo, hasta el nivel que en su coche cuelgan fotografías pegadas en los cristales traseros. Dejando aparte lo kitsch, es un hombre enamorado de su deporte y hace cualquier cosa para inculcar sus valores a los más jóvenes. Entre sorbos de café me lanzó un chorro de esperanza, »Todos los seres humanos tienen derecho a ejercer un deporte sin importar su color o creencia, con guantes todos somos iguales porque dentro del ring todos somos boxeadores, todos somos hermanos».
¿Cómo se financia el centro?
Se trata de un club de boxeo situado en el interior de un búnker anti-bombas en el centro de Jerusalén en el cual entrenan jóvenes de distintos estatus sociales y religiones. Aún así, no deja de ser, como comentaron todos los boxeadores, un centro de boxeo normal y corriente donde la gente boxea y aprende sobre la vida. Todos pagan una mensualidad a Gershon, fue gracioso cuando algunos se pusieron en fila en la puerta de su despacho para entregarle el dinero, no hay cuentas corrientes ni transferencias bancarias cuando hablamos de Gershon.
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Reportaje fotográfico de: Albert Bonsfills
Preguntas: Marcus Hurst