Durante los últimos años de los 70´s y la década de los 80 hubo un hombre que se convirtió en icono de la cultura mediática del deporte. Su nombre es «Rockin» Rollen Stewart, gustaba de llevar una peluca de color arco iris, taparrabos de piel y se hizo famoso por hacerse notar en los fondos de los estadios de medio mundo.
Mientras las cámaras se centraban en los deportistas en primer plano, Rollen se colocaba estratégicamente y se esmeraba en levantar un cartel que ponía «Juan 3:16», un versículo de la Biblia.
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en él, no se pierda, mas tenga vida eterna».
Stewart era por aquella época un cristiano profundamente obsesionado con hacer público el mensaje de Dios a través de la televisión. Llegó a ser tan famoso que incluso puso cara a un anuncio de Budweiser y hasta el Saturday Night Live le hizo una parodia, donde fue interpretado magistralmente por Christopher Walken.
En su época de máximo apogeo mediático, llegó a aparecer en una media de dos grandes eventos televisados a la semana, mientras recorría cerca de 60.000 millas al año, pagadas de su bolsillo, para asistir a los estadios.
Pero después de más de una década de su bautismo con una pancarta en la finales de la NBA en 1977, parece que este mensaje no caló lo suficiente en su propia persona: el hombre del “John 3:16” lleva recluido en un penal desde 1992, año olímpico, al ser condenado a 3 cadenas perpetuas por un esperpéntico secuestro, 3 vidas enteras por las que tendrá que mostrar arrepentimiento.
El 22 de septiembre de aquel año, Rollen Stewart, con 47 años, volvió a ser noticia en la televisión, esta vez, en las noticias de las 6. Impulsado, dice, por visiones apocalípticas potenciadas por la marihuana, fue detenido después de un enfrentamiento en el Hotel Hyatt, cerca del Aeropuerto Internacional de Los Angeles, durante el cual entró en una habitación vacía con dos hombres a los que estaba tratando de secuestrar.
Allí sorprendió a una empleada doméstica que estaba haciendo la cama, que logró encerrarse en el baño y a la cual también unió al combo de raptados.
Después de cerrar a cal y canto la puerta de la habitación, «el hombre del arcoiris» (como cariñosamente se le conocía) le dijo a la Policía que quería tomarse su tiempo para emitir un mensaje al mundo de parte de Jesús.
Durante un enfrentamiento de ocho horas, Stewart, que estaba armado con un calibre 45, arrojó bombas fétidas a los policías y despertó temores de que podría tener como objetivo disparar a los aviones que aterrizaban en las pistas del aeropuerto, a unos 1.000 metros de distancia.
Un equipo de los SWAT entró poco después a través de la puerta con un artefacto explosivo y, tras ser detenido y juzgado, le condenaron al castigo eterno por triplicado.
No había sido su primer problema con la justicia. A finales de 1980, comenzó una insólita cadena de ataques con bombas fétidas cuyos objetivos incluían catedrales, ayuntamientos, cadenas de televisión y hasta librerías cristianas. Incluso llegó a intentar un ataque oloroso en los American Music Awards de aquel año para mostrar al público que «Dios piensa que esto apesta».
También salió fuera de EE.UU a predicar. En los Juegos Olímpicos de invierno de 1984, en Sarajevo, fue detenido por el ejército yugoslavo que le tomó por un espía de la CIA, ya que pensaron que el «John 3:16» en el cartel era una especie de mensaje codificado.
No fueron los únicos a los que la oscuridad del alma les confundía. Su arrebato más estrambótico llegaría en las series mundiales de beisbol de 1986, cuando su mujer Margaret, con la que se había casado cuatro veces, sufrió en sus propias carnes la máxima del «Dios aprieta pero no ahoga».
Su esposa le denunció en comisaría porque intentó estrangularla hasta la muerte en el Shea Stadium de Nueva York. ¿Su error? Colocarse de pie en el lugar equivocado con su pancarta de Juan 3:16, lo que propició que no fuera enfocada por las cámaras de televisión y que le quitara la exclusiva un paracaidista que cayó del cielo, como un ángel, con otra pancarta. Y con mejor pelo que él, todo hay que decirlo.
En 1992 se divorció definitivamente y comenzó a vivir en su coche, después de haber gastado todo su dinero en conducir por todo el país para asistir a eventos deportivos. En verano se ese mismo año, desquiciado, pasó la línea secuestrando a tres personas. Después de haber rechazado un acuerdo con el fiscal por 12 años Rollen decidió ir a juicio y se sorprendió al enterarse de que el veredicto de culpabilidad dictado significaría que pasaría tres cadenas perpetuas consecutivas tras las rejas.
A día de hoy Rollen pasa su tiempo en la prisión del condado de Folsom despotricando sobre las organizaciones de noticias que informan sobre el fin del mundo. El febrero pasado celebró su 66 cumpleaños mientras le denegaban por tercera vez su petición de libertad condicional.
En una entrevista para la revista People en 1992, días después de entrar en la cárcel para no salir nunca, confesó que había perdido su pasión por convertirse en «el hombre más famoso sobre la faz de la tierra», en lograr materializarse a la imagen y semejanza del mismísimo Jesuscristo.
«Los psiquiatras me preguntaron al entrar aquí si sigo oyendo voces». «Yo les respondí: ‘No, no estoy oyendo voces. Pero he estado escuchando la voz de Dios durante años”.
Fuente y fotos: Wikipedia, Revista People y este vídeo que glosa su vida.