Al otro lado del telón de acero también jugaban a las recreativas. No lo hacían en locales llenos de humo, ni con máquinas llamadas Pong, Space Invaders o Asteroids, pero tenían sus Parques de Esparcimiento y Cultura, como el cinematográfico parque Gorki de Moscú, con máquinas como Morskoy Boy, Magistral, Gorodki o Safary. Con la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética, las consolas occidentales (o clones de máquinas occidentales, como la Dendy, una copia tailandesa de la Nintendo) empezaron a cruzar las fronteras y firmaron la sentencia de muerte de las máquinas rusas.
“Comparadas con las consolas de Sega, con la Dendy o con los juegos de ordenador, nuestras máquinas soviéticas no eran tan atractivas”, me cuenta por correo electrónico Yulia, una de las comisarias del Museo de las Recreativas Soviéticas de Moscú. En los años 90 abrieron algunos salones recreativos a la occidental en la nueva Federación Rusa, pero no sobrevivieron mucho más que las del resto del mundo.
“La mayoría de las máquinas fueron vendidas a tiendas y parques, pero no tenían posibilidad de repararlas y cuando se rompían las vendían como chatarra”, explica Yulia.
El Museo de las Recreativas Soviéticas se ha encargado en los últimos seis años de localizar esa chatarra y restaurarla para devolverle a varias generaciones de rusos un trocito de su niñez. El proyecto empezó con tres amigos que decidieron buscar una máquina recreativa, la Morskoy Boy, un juego electromecánico en el que hay que derribar barcos a misilazo limpio mirando por el periscopio de un submarino.
Los barcos eran piezas metálicas moviéndose ante un fondo pintado a mano, mientras que los misiles se representaban con luces. Los tres amigos consiguieron reparar la recreativa y se lanzaron a buscar más máquinas para compartir con el mundo lo que ellos sintieron al reencontrarse con un juego después de veinte o treinta años.
No les ha ido mal. En este tiempo han conseguido poner a funcionar medio centenar de recreativas en el museo de Moscú y han podido abrir otra sede en San Petersburgo con otras cuarenta máquinas en marcha. Muchas veces son los propios visitantes del museo quienes les avisan de recreativas en desuso que todavía están cogiendo polvo en bares o cines de pueblecillos de la periferia. Los propietarios del museo van viajando a estos sitios, negocian la compra, y llevan las máquinas a los técnicos.
“Tenemos especialistas que conocen bien la electrónica soviética”, dice Yulia. Normalmente compran tres recreativas de cada tipo para juntarlas en una. “Incluso cuando encontramos una máquina en buen estado puede faltar algún detalle, así que tenemos que fijarnos en otra máquina para arreglarlo”, explica.
Muchas de las máquinas soviéticas eran electromecánicas, al igual que la Morskoy Boy. Este tipo de juegos sobrevivió más tiempo en el bloque socialista que en occidente, donde los videojuegos barrieron prácticamente todo excepto las mesas de pinball, que gozaron de buena salud hasta la muerte de los salones recreativos.
Esto no quiere decir que los rusos no tuvieran videojuegos. Máquinas del museo como Autorally-M, Magistral o Gorodki son títulos completamente electrónicos que se juegan en pantalla. Yulia menciona también un mueble llamado Photon, que era un ordenador modificado que permitía jugar a varios videojuegos, entre ellos el Tetris.
El Tetris es la aportación más importante que han hecho los rusos al videojuego, y seguirá siéndolo hasta que alguien haga un videojuego basado en la vida de Putin. Yo me lo imagino como un thriller diplomático con mecánicas de aventura conversacional en la que puedes interrumpir la charla con un buen guantazo en cualquier momento. Y a partir de ahí, todo es acción, desmesura y peleas contra osos de varias toneladas con el puño desnudo.
Me he ido del tema, volvamos al Tetris. El Tetris es la aportación más importante que han hecho los rusos al videojuego, pero ellos vivieron su expansión y su auge de una forma distinta a la nuestra. Alexey Pajitnov era ingeniero en la Academia de las Ciencias de Rusia. Desarrolló la primera versión del juego de los tetrominos en 1984 para el ordenador ruso Electronika 60 y, un año más tarde, tenía una versión a color cruzando el país de mano en mano. El Tetris triunfó en el boca a boca antes que en las estanterías de las tiendas.
“Mientras que todo el mundo estaba jugando al Tetris en la Game Boy”, explica Yulia, “los rusos no vivimos la época dorada de las consolas y todavía disfrutábamos de estos juegos en el Electronika y en réplicas de las Game&Watch”. La segunda ola de popularidad del Tetris en su país natal llegó con aparatos chinos mucho más baratos, con pantallas de baja resolución que “se extendieron fácilmente a las masas por su bajo precio; todos los chavales tenían uno”.
A pesar de todo, no somos tan diferentes. Si nos fiamos de las creencias de internet (signifique eso lo que signifique), en la Rusia soviética todo funciona al revés y los caballos te cabalgan a ti, el espacio te explora a ti y los videojuegos juegan contigo. Bueno, a lo mejor todo eso es cierto (no, Víctor, no lo es), pero, eh, ellos también tenían futbolines. No podemos ser tan diferentes.
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Créditos: Las fotos son de la página y del blog del Museo de las Recreativas Soviéticas.