La mitad de los estudiantes universitarios y casi la mitad de los jóvenes profesionales de España consideran internet un recurso tan vital como el aire, el agua, la comida o la vivienda; y seis de cada diez de ellos dicen que no podrían vivir sin la red. Se pone de manifiesto así algo cada vez más evidente: la importancia de internet en nuestras vidas crece y crece sin cesar. Pero… ¿quién paga internet?
Los usuarios, los primeros
Quienes tienen un ordenador en su casa con el que navegan por la red lo tienen claro: ellos pagan internet. Y en gran parte tienen razón. Sumando todos sus recibos resulta que en 2010 los hogares españoles pagaron unos 2.592 millones de euros por acceder a la red a través del ADSL, el cable o, muy residualmente, la red telefónica básica.
Este dato coincide, más o menos, con el que se facilita desde el otro lado, desde el de las compañías telefónicas. Estas empresas aseguran que en 2010 sus ingresos por banda ancha de los hogares fueron 2.656 millones; 64 millones más. Una diferencia lógica dadas las distintas metodologías empleadas para realizar los estudios.
Un dato importante: la cifra de 2010 fue un 61% superior a la de 2006, cuando se alcanzaron los 1.647 millones. Es decir, como consecuencia principalmente del aumento de la penetración de internet, la contribución de los hogares españoles a la financiación de la red en el último lustro se incrementó en 1.000 millones de euros.
El gasto anual por hogar, en cambio, mantuvo una cierta estabilidad y pasó de 297 a 314 euros en esos cinco años, un 5,6% más. La máxima de que la liberalización y la competencia traen consigo descensos de los precios, en cualquier caso, parece que no se cumple (Recuadro: Un ADSL caro, caro).
Además de los hogares, hay otro colectivo de usuarios que paga por acceder a internet: las empresas, que en 2010 desembolsaron 801 millones por ese concepto, prácticamente lo mismo (un 0,4% más) que los 798 millones de cinco años antes.
Con la cifra total —3.457 millones de euros—, ¿puede darse por contestada la pregunta ‘quién paga internet’? No. Las cosas no son tan sencillas.
Además, el móvil
Los españoles acceden a internet desde sus ordenadores, pero también —y cada vez más— desde terminales móviles (smartphones, tabletas y portátiles equipados con datacards o ‘pinchos’). En 2010, las compañías telefónicas ingresaron por sus tarifas de datos (que sufragan el acceso desde este tipo de terminales) 1.960 millones de euros, un 323% más que los 463 millones de 2006.
No existen datos desagregados por hogares y empresas pero, si se toma como referencia el número de líneas con acceso a internet móvil, el 65% de los ingresos por datos (1.274 millones) procedería de los primeros y el 35% restante (686 millones), de las segundas.
En resumen, entre 2006 y 2010 el dinero pagado por los usuarios (hogares y empresas) por acceder a internet pasó de 2.908 millones a 5.417 millones de euros, un 86,2% más. De esta última cifra puede estimarse que en torno al 73% lo habrían pagado los usuarios domésticos y el 23% restante, las empresas.
¿Sería esto lo que paga internet? Sí y no. Todo depende de si se considera exclusivamente el pago por uso (y entonces la pregunta estaría contestada) o si se atiende también a la presencia en la red.
Un mundo poco conocido
La extensión de internet y la progresiva digitalización de buena parte de las actividades económicas y sociales han hecho que cada vez haya más empresas interesadas en estar presentes en la red y su primer paso suele ser contar con un sitio web. Entre 2006 y 2010 las empresas españolas que disponían de uno pasaron del 38,5% al 48,2% y este último año, un 16,6% más tenía previsto disponer de web a medio plazo.
Sin embargo, dada la relativa novedad del fenómeno, aún no se han desarrollado completamente las estadísticas que permitan conocer el impacto económico de internet en la empresa española y, con frecuencia, los datos referidos a las inversiones en el hardware y software para operar en la red se inscriben dentro de capítulos más amplios referidos a las inversiones en tecnología de las compañías. Es difícil por ello conocer cuánto pagan las empresas por estar en internet.
Según un estudio oficial, la cifra de negocio del segmento Actividades informáticas ascendió en 2010 a 27.421 millones de euros. Dentro de ese apartado se recogen conceptos directamente relacionados con la actividad en internet (el negocio de los servidores —hosting— o los portales web) junto a otros que nada tienen que ver (reparación de ordenadores) y otros (programación y consultoría informáticas) en los que resulta imposible distinguir cuánto cabe adscribir a internet.
A grandes rasgos, los recursos que una empresa destina a esta actividad se dedican a la compra de equipos específicos para operar en la red; al diseño, alimentación y mantenimiento de las páginas web; a la compra de los dominios; al alojamiento en servidores y, en el caso de webs con gran volumen de tráfico, a la contratación de CDNs (redes de servidores que albergan copias de algunos contenidos que se sirven a los usuarios sin necesidad de hacerlo desde el servidor principal) y a las inversiones en SEM (Search Engine Marketing) y SEO (Search Engine Optimization), con las que las empresas buscan publicitarse y obtener notoriedad en la red.
En relación a estos últimos, una asociación sectorial, el IAB, anunció el año pasado que ponía en marcha un proyecto para comenzar a medir no solo la inversión publicitaria en medios interactivos (como viene haciendo), sino, más ampliamente, el dinero destinado por las compañías anunciantes al marketing digital. Comenzarían así a contabilizarse las inversiones en generación de contenidos (sus webs, blogs y microsites), campañas de marketing por correo electrónico (mail marketing), publicidad en juegos (o advergaming) e inversión en SEO.
Por el momento, la cifra de la que se dispone es la de la publicidad interactiva que en 2010 ascendió a 790 millones de euros frente a 310 millones en 2006, con un crecimiento del 154,3%. Esta cifra se reparte prácticamente a partes iguales entre la publicidad contextual (los enlaces patrocinados y la publicidad en buscadores) y la publicidad gráfica (los banners, robapáginas, publicidad en vídeos y los anuncios clasificados).
Según el informe ya citado, el negocio del hosting radicado en nuestro país y de los dominios ronda los 200 millones anuales, mientras que el de los portales web ascendió a 569 millones en 2010, cifra que incluía, además de la publicidad online, los servicios de difusión de información (financiera, inmobiliaria, laboral, turística, educativa).
Estas cifras, fragmentarias, indican que aún el volumen de recursos dedicado por las empresas a internet se mueve en niveles modestos. Las cifras disponibles muestran que las inversiones anuales de las pequeñas empresas (con menos de 10 trabajadores) en tecnologías de la comunicación suelen situarse por debajo de los 6.000 euros y que sólo las grandes empresas (con más de 50 empleados) suelen realizar inversiones superiores a los 30.000 euros, si bien se observan grandes diferencias de unos sectores a otros.
Un tercero en discordia
Además del uso y la presencia, un tercer factor está llamado a convertirse en un financiador relevante de internet: el comercio electrónico. Las transacciones económicas que se mueven en la red han alcanzado en un corto espacio de tiempo un gran volumen. Según datos oficiales, el comercio electrónico B2C (es decir, de las empresas a los consumidores) alcanzó los 9.114 millones de euros en 2010, un 54% más que en 2007.
Sin embargo, la mayor parte de esa cifra consiste, en realidad, en compras de productos que antes se adquirían por otras vías —desde un billete de avión hasta unos zapatos o un libro— y a las que la red solo aporta una forma más eficiente de transacción.
Existe, sin embargo, una gama de artículos objeto de comercio electrónico que subsisten porque existe la red; se trata de los contenidos digitales que se comercializan por internet y que, en cierto sentido, también ‘pagan’ internet.
La medición de este comercio, al igual que sucede con la contribución de las empresas, está en sus albores y no es sencilla. Dos estudios tratan de medir anualmente la industria de los contenidos digitales, dentro de los cuales se inscribirían los que se comercializan por internet.
Dentro de estos se incluirían: la música que se descarga o que se escucha en streaming, las películas y programas de TV que se ven también en streaming, las cuotas de la TV por internet y de la TV en el móvil, los libros digitales (e-books) y los pagos por leer las versiones digitales de los diarios y las revistas. En total, y según se desprende del informe de Red.es, los consumidores pagaron en 2010 por estos contenidos 563 millones de euros, a los que habría que añadir 363 más correspondientes a los videojuegos online y para móviles, recogida en el estudio de Ametic.
Más cuestionable sería incluir en el capítulo de ‘contenidos’ el juego online, un segmento de negocio creciente que ya se sitúa en torno a los 370 millones de euros (según datos de la Asociación Española de Juego Digital) que, indudablemente, también salen del bolsillo de los usuarios particulares.
Y con toda seguridad, habría que incluir en este apartado la asignación presupuestaria anunciada por el Gobierno para sustituir al eliminado canon digital y cuyo importe se situó en los últimos años en el entorno de los 300 millones de euros, según las estimaciones de la plataforma Todos contra el canon.
¿Piratas?
Las cifras indican que, en su mayor parte, internet lo paga —por unas vías o por otras— el consumidor individual. Y que, además, las cantidades que destina a sufragar la red son crecientes. Y dado el impacto, cada vez mayor, de internet en el PIB español, es fácil deducir que es ese consumidor quien se convierte en importante financiador del crecimiento económico aportado por la red.
Otra cosa diferente es que los recursos que aportan consumidores y empresas se repartan de la mejor manera posible y que las auténticamente beneficiadas de la expansión de internet sean las compañías telefónicas. En este punto no está de más recordar que la tecnología ADSL (la de acceso mayoritario) ha permitido exprimir unas más que amortizadas redes que, en su extremo final —el que llega al hogar del consumidor—, siguen consistiendo en un cable de cobre tendido hace años, lustros e, incluso, décadas. El porcentaje de usuarios que recibe la banda ancha a través de cable es pequeño y a través de fibra, testimonial.
Todo ello debería tenerse en cuenta a la hora de abordar determinados debates. Desde la necesaria neutralidad de la red o de la mal llamada piratería (¿desde cuándo los piratas pagan algo?) hasta la aportación presupuestaria por copia privada anunciada por el Gobierno que sustituye al canon digital. Si el consumidor paga, sus intereses tienen que ser tenidos en cuenta.
Un ADSL caro, caro
No es un tópico. Cada año dos informes —el de la Asociación de Internautas y el de la CMT— ponen de manifiesto que los españoles pagan por disponer de banda ancha en sus hogares más que los países de su entorno. Y no pagan un poco más, sino que pagan bastante más.
Según el último informe de la CMT, en el año 2010 el mejor precio (ajustando la paridad entre los distintos países) por el paquete que incluye telefonía fija y banda ancha de 2 a 10 megas fue de 33 € por línea y mes, mientras que en el conjunto de la Unión Europea (UE) fue de 24 €. En otras palabras, en España se pagó un 37,5% más.
La conclusión de los informes de la Asociación de Internautas (AI) apunta en idéntica dirección. Para 2010, sus estimaciones indicaban que el ADSL era en España un 38,5% más caro que la media de la UE, diferencial que se ha reducido en 2011 hasta el 28,9%, consecuencia del incremento del precio medio europeo. España pagaba así la séptima factura más cara de los 27 países.
Como en los últimos años los operadores han aumentado las velocidades de navegación de sus paquetes básicos, la AI ofrece también en su informe el precio pagado por mega suministrado, que en el caso de España es un 51,5% más caro que la media europea, convirtiéndose los 4,09 euros por mega de España en el quinto precio más caro de la UE.
Ojo al dato
Año tras año, en la presentación del Balance económico de la industria del videojuego en España que elabora Adese, los responsables de la asociación facilitan como cifra de negocio del sector la correspondiente a las ventas de unidades físicas. Y, año tras año, Adese se excusa de no facilitar las ventas online de videojuegos, escudándose en que los fabricantes presentes en nuestro país no facilitan ese dato. Como los videojuegos se venden en discos compactos, los informes oficiales —el de Red.es, por ejemplo— recogen la cifra ‘oficial’ de Adese dentro de la industria española de contenidos digitales … y a otra cosa.
En el informe de Ametic sobre la industria de contenidos digitales de 2010 (y empleando un dato de la consultora PriceWaterhouse Coopers), sí se da una cifra de lo que representan las nuevas modalidades de negocios online para los fabricantes de videojuegos (publicidad en videojuegos gratuitos, ventas de videojuegos adquiridos en las tiendas online de distribuidores como Nintendo, Sony o Microsoft, suscripciones a juegos online multijugador o las microtransacciones).
Y la cifra —362 millones de euros— no es pequeña, representa el 36,5% de las ventas de videojuegos en España.
Queda la duda de si el interés por no dar mucha publicidad a este dato tiene o no que ver con la insistencia de Adese en el perjuicio [indudable] que provocan las copias de videojuegos a la industria. Algo que también denuncia machaconamente la Coalición de Creadores, de la que Adese es miembro.
—
Luis Palacio es editor de Digimedios
Gráficos: Luis B