El ADN contiene toda la información necesaria para generar un ser vivo completo. Partiendo de una muestra genética es posible saber el color de pelo, de los ojos, de la piel y otros rasgos físicos que tiene o tendrá la persona. Un hecho científico que amenaza la privacidad de los ciudadanos… y las series tipo C.S.I.
Tradicionalmente, las novelas de ciencia ficción hacían hincapié en los peligros que suponía poder elegir el color de los ojos, el cabello o la altura de los bebés gracias a la ingeniería genética. En lo que no repararon los escritores de anticipación era en que el ADN, además de permitir modificar los rasgos de una persona en el futuro, puede dar información sobre los que tiene un individuo en el presente.
Gracias al sistema IrisPlex, desarrollado por los biólogos forenses Manfred Kayser y Susan Walsh, ya es posible predecir, a partir del ADN, el color de los ojos, del cabello y de la piel. En pocos años será posible conocer muchos más detalles de la persona; posiblemente todos.
Al menos eso se deduce de los estudios realizados por la empresa Human Longevity que, según informa la publicación Smithsonian Magazine, ha sido capaz de generar estructuras faciales en 3D e incluso prever cómo sería la voz del sujeto tomando como referencia únicamente su ADN. Si por ahora no han conseguido ir más allá es porque, para afinar más el método, es necesario contar con una base de datos biométrica mucho mayor de los mil usuarios que Human Longevity ha utilizado en sus investigaciones.
Sin embargo, todo es cuestión de tiempo. Los avances científicos y el interés de muchas administraciones y gobiernos en este tipo de estudios hacen suponer que se conseguirán más avances a medio plazo. De hecho, aunque en la actualidad este tipo de investigaciones genéticas suelen utilizarse en, por ejemplo, investigaciones arqueológicas, gobiernos como el de Australia han mostrado su interés por la aplicación que esta tecnología podría tener en la lucha antiterrorista o en el crimen convencional.
Para ello, el gobierno australiano ha contratado los servicios de la compañía Parabon NanoLabs que afirma poder predecir los rasgos de una persona a partir de su ADN, lo que ha permitido, por ejemplo, determinar los rasgos de un violador en serie que actuaba en la zona de Gold Coast y atraparlo.
Sin embargo, el hecho de que Parabon utilice un sistema predictivo, sin una base biogenética suficientemente amplia y con un sistema que no es público y por tanto que no puede ser chequeado por investigadores ajenos a la compañía, ha hecho que su efectividad haya sido puesta en duda. Un hecho nada insignificante, habida cuenta de que está en juego la privacidad de los ciudadanos e incluso procesos judiciales que pueden poner en peligro la libertad de los mismos. Por otra parte, tal vez el método de Parabon pueda evitar retratos robots que induzcan a la confusión, como el que la policía de Warwickshire hizo público recientemente.
Desde Parabon se defienden diciendo que sus datos no son concluyentes para las investigaciones y que deben ser puestos en común con otras averiguaciones realizadas por la policía. Sin embargo, ante el posible peligro, ya han surgido plataformas que demandan limitaciones sobre el uso que determinadas empresas pueden hacer de los datos genéticos de los usuarios.
En ocasiones, laboratorios de análisis clínicos comercian con los datos genéticos de sus clientes sin que los pacientes sean conscientes de ello. Ante esta situación, las opiniones son diversas. Mientras que unos colectivos demandan una legislación que lo prohiba completamente, otros solo exigen una regulación al efecto y otros más defienden que sea el usuario el que saque ese beneficio económico.
En este último supuesto, hay compañías que han comenzado a remunerar a los pacientes a través de un servicio de encriptación y de comercialización semejante al que utiliza blockchain. De esta forma, la plataforma ADN Luna y Zenome permiten que el usuario aporte sus datos genéticos para la investigación a cambio de una compensación económica. En el caso de Zenome, además, los datos nunca aparecen completos sino fragmentados, cifrados y ubicados en diferentes servidores para que sea casi imposible recomponer toda la información.
Sin embargo, como sucede en toda dinámica de mercado, no todos los datos genéticos tienen el mismo valor desde el momento que no todos son igual de importantes para la investigación. Mientras que cualquier ADN sirve para hacer esa base de datos biométrica que permita en el futuro determinar los rasgos de una persona con exactitud, otros, como los de una persona centenaria o con una enfermedad rara, tienen un interés científico añadido muy alto.
Esto genera un nuevo problema: ¿cederán las personas voluntariamente su ADN para investigaciones que proporcionen beneficios para el conjunto de la sociedad o preferirán venderlo al igual que hacen los laboratorios? Pronto se sabrá.