Los refranes no tienen pasaporte

30 de octubre de 2017
30 de octubre de 2017
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Todos hemos bromeado con la traducción literal de los refranes de un idioma a otro. From lost to the river (De perdidos, al río) don’t take me out from my little houses (No me saques de mis casillas) y muchos otros. La razón de que resulte tan fácil satirizarlos es porque los refranes tienen verdadera dificultad para cruzar las fronteras de los idiomas.

Eso sucede porque tanto los refranes como las frases hechas siempre se han basado en experiencias y aprendizajes del pasado. Y aunque tales experiencias sean las mismas en muchos lugares, las leyendas o la literatura que las relataron (y de cuya fuente se nutrieron los refranes) son totalmente distintas.

Nuestro «De tal palo tal astilla» se convierte en inglés en The apple doesn’t fall far from the tree (la manzana no cae lejos del árbol). Lo mismo sucede con «A quien madruga, Dios le ayuda», que los anglosajones transforman en The early bird gets the worm (el pájaro que madruga se lleva el gusano). En ambos casos, expresiones diferentes para explicitar idénticos conceptos.

Otro tanto sucede con las frases hechas, construidas muchas veces a base de repetirse generación tras generación. Porque siempre hay días en que estamos «frescos como una lechuga», pero si te vas a Noruega tendrás que decir  Frisksom en fisk (fresco como un pescado) para que te entiendan. Porque en aquellos parajes es más difícil encontrarse con la primera que con el segundo.

En Alemania, si quieres señalarle a alguien el peligro de los que abusan de tu confianza, no servirá de nada que le digas que hay gente a la que «le das la mano y se toman el brazo». Tendrás que decirles que wenn man dem Teufel den kleinen Fingergibt, so nimmt er die ganze Hand (si le das al demonio tu meñique, te tomará la mano entera). Aunque la advertencia es la misma, resulta evidente que los germanos se toman mucho más tiempo para describirla.

Los italianos, por su lado, más dados a las imágenes retóricas, te reprocharán tu incapacidad para guardar un secreto con un Non sei capace di tenerti un cece in bocca (no eres capaz de guardar un guisante en la boca). O, por el contrario, te desearán buena suerte con un escueto in bocca al lupo (a la boca del lobo). Es decir, el equivalente a la «mucha mierda» de nuestros lares.

Y para terminar, no podemos olvidarnos de los franceses, tan dados a los grandes vinos y las buenas mesas ( a fin de cuentas, lo de las comidas pantagruélicas procede de su literatura). Para los primeros, si te excedes con alguno de sus famosos Borgoñas, te dirán que eso es Boir comme un trou (beber como un agujero).  Es decir, beber sin fin.  Y, si además, tu desmesurado apetito se te nota en la cara incluso antes de que sirvan los entremeses, serás calificado de Avoir les yeux plus gros que le ventre (tener los ojos más gruesos que el vientre). Vamos, nuestro «comer con los ojos» de toda la vida.

La lista de refranes es inacabable, como inacabable es el origen de los mismos. En nuestro idioma, una de sus fuentes más ilimitadas es, sin duda, la novela de El Quijote.  En ella se encuentran decenas de frases que, reconvertidas posteriormente en refranes, seguimos utilizando sin conocer su procedencia. Lo cual resulta irónico, cuando vemos que el propio Quijote reprochó a Sancho el uso desmesurado de los mismos: «Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito; pero cargar y ensartar refranes a troche y moche, hace la plática desmayada y baja».

Una advertencia muy adecuada, pues si te excedes con el refranero se lo pondrás luego muy difícil a los traductores. Y en este tema, como en tantos otros, better safe than sorry(mejor seguro que arrepentido). O, como diríamos nosotros, «más vale prevenir que curar».

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