Cuando la creatividad y la precariedad se vuelven pareja habitual

remedios zafra

En un mundo saturado de pantallas, aceleración y exposición, la palabra colaborar resuena como una brújula. Para la ensayista, investigadora y docente Remedios Zafra, colaborar es mucho más que una forma de trabajar: es una forma de cuidar. «Es sentir honestamente que tú me importas, que yo te importo, que las personas nos importamos. Ese vínculo humano es lo que puede proyectarnos hacia un futuro más digno y habitable, tanto personal como colectivamente», señaló Zafra en el Día C del Club de Creatividad.

«El trabajo creativo está cambiando», afirma. Y no lo dice solo desde la teoría. Recuerda la confesión de un estudiante que, tras leer poemas creados por inteligencia artificial, se sintió traicionado porque no podía distinguirlos de los escritos por sus autores favoritos. Esa decepción lo llevó a una conclusión amarga: «El trabajo que amaba ya lo hacen las máquinas… y no lo hacen mal».

Lo paradójico, señala, es que tras décadas en las que se nos prometió que la tecnología se encargaría de las tareas más tediosas, ha empezado por ocupar el espacio más valioso: el de lo que amamos hacer. «Es como si los humanos nos estuviéramos tecnificando mientras la tecnología se humaniza», apunta. Frente a esta transformación, Zafra propone una respuesta clara: colaboración.

«Nos han hecho creer que, como amamos lo que hacemos, lo haremos de cualquier modo, incluso sin cobrar. Pero el entusiasmo no puede ser excusa para que abusen de ti»

Colaborar no solo mejora lo que creamos, porque suma miradas diversas y enriquece el proceso. Es también un mecanismo de defensa frente a la precariedad. Esa que se ha convertido, como dice ella, en «pareja tristemente habitual de la creatividad». Durante mucho tiempo se asumió que los creadores vivían de su arte como si no tuvieran cuerpo. «¿Acaso una poeta no come? ¿Acaso un cantante viejo no necesita una pensión?».

Zafra denuncia cómo la motivación y el entusiasmo han sido instrumentalizados para justificar el abuso. «Nos han hecho creer que, como amamos lo que hacemos, lo haremos de cualquier modo, incluso sin cobrar. Pero el entusiasmo no puede ser excusa para que abusen de ti», afirma. Y advierte contra el pago en capital simbólico: visibilidad, likes, prestigio… «Ese pago, especialmente cuando se es joven, se convierte en la norma. Y a veces, incluso hay que pagar por trabajar».

Prisas

En paralelo, la cultura de la velocidad y la hiperproductividad ha vaciado de sentido el proceso creativo. «Es imposible crear sin tiempo para crear», sentencia. La prisa mata el juego, y sin juego no hay desviación, sorpresa ni hallazgo. «Las ideas que toleran la velocidad son las preconcebidas, las que ya estaban en nosotros. Como con las IA, cuando vamos deprisa las respuestas también lo hacen: parecen creativas, pero son epidérmicas, estereotipadas, repetitivas».

«Es imposible crear sin tiempo para crear»

Zafra también pone el foco en la espectacularización de la vida. «Vivimos donde siempre es de día, donde la red nunca descansa», dice. Las pantallas han convertido a los ciudadanos en sujetos producto expuestos al escrutinio permanente. «Nos hemos acostumbrado a vivir como si el mundo fuera un espectáculo. Y cuando el mundo se naturaliza como espectáculo, no extraña que los payasos se conviertan en los reyes».

Asegura que la necesidad de mostrarse, de competir, de acumular más likes, más seguidores, más visibilidad, más dinero… es constante. «Es más iguala los ojos al capital y olvida los valores que importan». Por eso, defiende la necesidad de desespectacularizar la vida y el trabajo, de encontrar espacios donde se pueda simplemente estar, escuchar, pensar.

«El futuro creativo será tecnológico, sí, pero también debe ser profundamente humano». Para ello, propone una imagen cargada de sentido: el futuro comienza en las vértebras, en el gesto de levantar la cabeza de la pantalla y mirar al otro. También empieza en los párpados, «porque parpadear nos diferencia de los animales de ojos duros y secos que ven todo el tiempo». Necesitamos cerrar los ojos, descansar, tener momentos vacíos. Solo así podremos volver a crear con sentido.

«El futuro creativo será tecnológico, sí, pero también debe ser profundamente humano»

Como reflexión final, Zafra comparte una anécdota que habla de lo que nos une. En un taller con niños, se les pidió que dibujaran lo que les hacía felices y lo que les daba miedo. Las respuestas sobre la felicidad eran variadas: familia, verano, regalos. Pero el miedo se dibujaba de forma similar: tinta negra, trazos duros, ruidos amenazantes. «Lo que nos motiva puede ser diferente, pero lo que no queremos suele coincidir. Y quizás, en ese rechazo común a la precariedad, al exceso, a la deshumanización, encontremos el punto de partida para un nuevo modelo de trabajo creativo».

«Un buen trabajo —concluye— siempre comienza por una sociedad mejor».

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Patrick Thomas

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