Se extingue la primera librería internacional de Río de Janeiro donde aún hay libros con precios en pesetas

10 de septiembre de 2015
10 de septiembre de 2015
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Una librería escondida en las entrañas de un edificio, en el centro de Río de Janeiro, esconde un tesoro inenarrable: centenares de libros en español, inglés, francés, alemán, italiano y portugués, algunos todavía con los precios en pesetas.
En el medio de esta torre de Babel, Dona Vanna, la matriarca de casi 90 años, observa serena cómo se hunde el Titanic literario que fundó hace más de 60 años junto a su marido, un rumano que huyó de los horrores de la Segunda Guerra Mundial y acabó vendiendo libros en el país tropical.

Dona Vanna
Dona Vanna

Seis décadas después, la que fue la primera librería internacional de Río de Janeiro está a punto de desaparecer como una especie rara condenada a la extinción. La mítica Leonardo da Vinci ha sido durante años el hogar para intelectuales, universitarios y amantes de las letras, que aquí encontraban ejemplares raros para satisfacer su sed de saber.
«Nuestro público siempre fue formado por brasileños cultos que leían en francés, inglés o español», asegura Milena Duchiade, hija de Dona Vanna y gerente de la librería. «Hasta hoy los brasileños están obligados a leer literatura científica en otras lenguas porque se traduce muy poco al portugués», añade.
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A pesar de la dedicación absoluta de dos generaciones de libreros, la Leonardo da Vinci se ha visto obligada a traspasar el negocio. Ha sobrevivido a la muerte del fundador, a un concurso de acreedores y a un incendio, pero ha sido vencida por una enfermedad mortal llamada progreso. Cuando Amazon comenzó a vender libros por internet, se decretó el fin de una época y de un modelo de negocio.
«Las grandes plataformas comerciales venden libros a precio de ganga para atraer a nuevos compradores y hacerse con sus datos. Hemos perdido la venta de los best sellers, que sustentaba las librerías especializadas como la nuestra. No hemos podido luchar contra eso, es una batalla perdida», asegura Milena.
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Reconstruir la cronología de este negocio familiar es recorrer las etapas fundamentales de la historia contemporánea en ambos lados del océano. La vida de la matriarca, Vanna Piraccini, es digna de un guion de Hollywood. Nació en 1926 en Bolonia (Italia), de madre rumana y padre italiano. Tras un breve paso por las Juventudes Comunistas, después de la guerra abandonó una Rumanía destrozada económicamente para marcharse a Roma, donde trabajó durante un tiempo en la Organización Internacional de Refugiados.
Allí se enamoró del abogado rumano Andrei Duchiade, que por un accidente en su juventud no había podido servir en el Ejército. Andrei había salido clandestinamente de su país, convirtiéndose en apátrida. En aquella época, Vanna estaba casada con otro hombre del que deseaba separarse. Sin embargo, no contaba con su consentimiento.
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Cuando Andrei se mudó a París, le siguió y empezó a estudiar Bellas Artes en la Sorbona. Un día, mientras esperaba a su novio en la facultad, apareció su esposo. Estaba armado. Hubo un tiroteo y Andrei fue herido. Vanna huyó a Londres, donde trabajó como canguro durante un tiempo.
En 1950 André Duchiade resolvió emigrar a Brasil para trabajar con su primo, que había abierto una librería al lado del famoso Copacabana Palace. «Después de la Guerra, muchas librerías fueron vendidas a precio de ganga. Un judío francés compró muchas colecciones particulares y tuvo la idea de venderlas en Brasil, ya que en Europa no había mercado», recuerda Milena.
Milena Duchiade
Milena Duchiade

Dos años después, Andrei regresó a París en navío para rescatar al amor de su vida, con la que nunca formalizó su unión, ya que en la época no existía el divorcio. En 1952, la pareja resolvió abrir su propia librería en Río de Janeiro. Era el 500 aniversario del nacimiento de Leonardo da Vinci, a quien Vanna admiraba desde la época de la escuela. Por eso dedicaron su incipiente negocio a este personaje.
Desde el inicio, Vanna se ocupó de escoger los títulos importados, inicialmente sólo en francés. En la década de los 60, comenzó a importar libros en español, inglés, italiano y alemán. «Cada mes hacía pedidos a Europa, que primero llegaban en barco y después en avión», asegura Milena.
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A los 39 años, Vanna se quedó viuda. Su marido, apicultor aficionado, murió de un shock anafiláctico tras ser picado por un enjambre de abejas mientras experimentaba una terapia alternativa contra el cáncer. Vanna tenía una hija de once años y un hijo de nueve. Lejos de desmoronarse, se armó de valor y decidió seguir el negocio familiar. Pidió dinero prestado a su madre, que vivía en Italia, y a sus parientes rumanos. A base de esfuerzos y de ritmos draconianos de trabajo, logró resucitar la librería. Sería la primera vez, pero no la última.
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«Mi madre siempre visitó las ferias literarias europeas, desde el Salón del libro de París y de Londres hasta las Ferias de Madrid y Barcelona», asegura Milena. Bajo la dirección de Dona Vanna, la librería se convirtió en un referente cultural de la ciudad, que desafiaba la censura golpista en plena dictadura, exhibiendo volúmenes de corte marxista en sus estanterías. No era raro que apareciesen agentes del ejército brasileño de paisano para revisar los libros que se vendían en aquel local.
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El cerco se hizo cada vez más intenso y, a finales de 1973, un incendio iniciado en una discoteca contigua alcanzó la librería. Aunque no puede demostrarlo, Milena está convencida de que fue provocado. Los escaparates habían sido quebrados y las estanterías derrumbadas.
Por segunda vez, Dona Vanna se encargó de reflotar el negocio. Su hija, que hoy tiene 61 años, la apoyó en todo. «En un momento dado, dejé mi trabajo de médico para dedicarme íntegramente a la librería», recuerda Milena.
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Durante años, la Leonardo da Vinci funcionó como un salón literario. «Aquí se hacían lanzamientos y se organizaban los Encuentros del Subsuelo: una vez por mes escogíamos un tema y un orador lo abordaba a través de la literatura, la poesía, la política, el urbanismo…», relata Milena.
Poco a poco, con el auge de las librerías online y del libro electrónico, empezó la decadencia. «Hace poco vendí tres libros de Pablo Neruda que yacían en la librería desde 2009, que es cuando hicimos el último inventario. El precio era de 21 reales, unos cuatro euros, y he necesitado seis años para venderlos. Es un poco fuerte, ¿no te parece? ¿Cuánto cuesta una cerveza importada?», se pregunta la gerente.
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Hoy en el local, abarrotado de clientes habituales y ocasionales, se vende todo a precio de ganga. «Hace poco vino un chico que quería obras del Siglo de Oro en español. Aquí tenemos casi todo», afirma Milena. «Por tener, tenemos hasta la obra completa de Mao en castellano. Hay libros en muchos idiomas, combinaciones de lenguas inverosímiles que sólo podían encontrarse en nuestra tienda. Pero ya se acabó. La librería es deficitaria hace años y no podemos seguir», agrega.
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Milena reconoce que le gustaría que la librería siguiese con otro dueño e incluso ha habido algún empresario local que se ha mostrado interesado. Pero un traspaso le resulta improbable. Lo más seguro es que la librería da Vinci y sus volúmenes en español, con los precios en pesetas, pasen a la historia para siempre.
Fotos: Valeria Saccone
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