Courtney Rose y Laren Fitzgerald podían haber puesto un taller de diseño en Nueva York, Londres o París como tantos otros y, seguramente, sus objetos artesanales también habrían tenido éxito. Pero este matrimonio de California decidió asentarse en Kampala, la capital de Uganda, aprovechando que Laren había empezado a trabajar para una fundación estadounidense cuyo enfoque es impulsar la paz en África Oriental y Central. Allí descubrieron que, para encontrar verdaderas oportunidades, a veces hay que mirar de forma diferente. O, como en su caso, viajar a lugares inesperados.
En su nueva comunidad, Rose descubrió a muchos artesanos con talento y empezó a diseñar productos para complementar su estilo de vida. Fue así como descubrió que cada pieza construida con paciencia y cuidado por las manos de una persona encerraba algo realmente mágico. «Así comenzó mi sueño: compartir esta hermosa parte del mundo con otros que valoran los productos hechos a mano con materiales autóctonos y naturales por un artesano verdaderamente apasionado por su oficio», recuerda Rose.
[pullquote class=»left»]«Los artesanos invierten un trozo de sí mismos en cada pieza creada»[/pullquote]
Quienes se hacen con un producto de Rose & Fitzgerald se llevan un trozo de historia. «Cada artículo narra una historia única. Hay una nostalgia real en volver a la época de las cosas hechas a mano y hay algo verdaderamente especial en saber quién hizo tu producto. En cada pieza creada, los artesanos invierten un trozo de sí mismos —su talento, su dedicación y su atención al detalle— y esto no pasa inadvertido». Esto choca con la cultura de la inmediatez que respiramos demasiado a menudo: a estos obreros no «se les cae el boli» hasta que la pieza que tienen entre las manos es la mejor que pueden hacer: «Se enorgullecen de su trabajo y no se van del taller a menos que estén completamente satisfechos con el producto final. Estos productos cuentan la historia del talento de sus fabricantes, del paisaje que los inspiró y la tierra de la que proceden».
Precisamente, el artículo preferido de Rose entre todos los que componen su catálogo es uno que destaca por su materia prima, su singularidad y la historia de su producción: unos vasos de whisky hechos con cuerno de vaca. «Cada vaso está cortado del cuerno de una vaca Ankole obtenido de forma ética y cuidadosamente seleccionado por su color y tamaño. Este material es extremadamente raro fuera de Uganda. Estas vacas pertenecen a una tribu nómada del oeste del país y, dado el amplio rango de colores originales de sus enormes cuernos, no hay dos vasos iguales».
Desde su campamento base en Kampala, hacen escapadas en busca de experiencias para evadirse del «ajetreo de la modernidad». «Viajar nos mantiene jóvenes, amplía nuestra visión del mundo y hace que volver a nuestra casa en Uganda, con nuestros amigos y nuestro perro, sea aún más especial».
[pullquote class=»right»]Rose & Fitzgerald contribuye a reducir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de los artesanos locales y sus comunidades[/pullquote]
Pero ellos no son los únicos que salen ganando. Courtney y Laren han creado un modelo de negocio sostenible con un impacto social positivo, ya que permite a sus socios, los artesanos y negocios locales, ser rentables. «Trabajamos en estrecha colaboración con los artesanos para preservar y mejorar las tradiciones artísticas con una estética moderna utilizando materiales locales y sostenibles», explica Courtney Rose. Al proporcionarles un negocio consistente e incrementar su capacidad de cubrir la demanda de un mercado global, «Rose & Fitzgerald contribuye a reducir la pobreza y mejorar las condiciones de vida de estas personas y sus comunidades». Estos artesanos nunca los ven como competidores dado que la marca no vende sus productos en Uganda. «Además, en la mayoría de los casos, nos asociamos con artesanos que trabajan desde casa y disponen solo de las herramientas y equipos mínimos. Colaborar con nosotros les proporciona apoyo en el negocio, asistencia en la producción, herramientas y maquinaria, por lo que los ayuda a mejorar sus estándares de calidad y a que su propio negocio crezca. Los reta a desarrollar habilidades, confianza y versatilidad».
Estos californianos reconocen que los diseñadores modernos también tienen mucho que aprender de las técnicas de artesanía milenarias. «Algo que yo personalmente tengo que aprender es a confiar y ser paciente con el proceso», confiesa Rose. «Estas técnicas autóctonas implican a menudo que nuestros productos pasen por las manos de múltiples artesanos durante días. Estamos muy orgullosos de que nuestros artículos tengan el atractivo y la belleza que nacen de las manos de un artesano que realmente se preocupa por el resultado final». El segundo mantra que se repite la diseñadora es la importancia del feedback de otros ojos y otras manos: «¡Hay tanta belleza que proviene de colaborar con mis artesanos! Normalmente llego con diseños que me encantan, pero durante el proceso de creación de muestras hago ajustes con ellos hasta alcanzar la versión final. Soy afortunada de que sean tan talentosos y creativos».