Ross Lovegrove: La economía de la levedad

4 de agosto de 2010
4 de agosto de 2010
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El verdadero poder de creación reside únicamente en la naturaleza. Es ahí también donde se producen las decisiones más sabias. Ross Lovegrove parte de sus formas y sus materiales para desarrollar sus propuestas de diseño industrial. El diseñador orgánico se define como un “traductor” que convierte el lenguaje de la naturaleza y la tecnología digital en “productos que utilizamos a diario y relacionamos de forma bella y natural con el concepto de DNA (diseño, naturaleza y arte)”.

Lovegrove asegura que las formas pueden tocar el alma y las emociones de las personas. Piensa que el diseño orgánico contribuye inmensamente a nuestro sentido de la vida, nuestra forma de relacionarnos con las cosas y nuestra sensualidad.

El galés ha trabajado en proyectos de walkmans para Sony, ordenadores para Apple, vehículos para Peugeot, cámaras para Olympus, relojes para Tag Heuer, skysleeper para Japan Airlines… Tiene una extensa vitrina de premios y sus diseños han sido expuestos en el MOMA y el Guggenheim de Nueva York, el Centro Pompidou de París, el Design Museum de Londres y el Axis Centre de Japón. Desde hace años, y desde su Studio X, trabaja en diseños fat-free: productos delgados, eficientes y saludables.

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A Lovegrove le apasiona el concepto de lo ligero, lo delgado, lo que pesa poco. El que predica esta filosofía en su propio cuerpo, fino y estilizado a sus 53 años, piensa que la ligereza dará paso a una nueva economía que respeta y cuida más el planeta. «Intento reducir el peso de las cosas porque ayuda a mejorar el planeta» y esto lo lleva hasta sus últimas consecuencias: «Necesitamos una nueva economía en la forma de producir».

Lovegrove, además, plantea otra forma de vivir en la que el asfalto y el cemento desaparezcan ante la conquista de la naturaleza. La evolución, para el diseñador, pasa inevitablemente por la unión de la tecnología y el medioambiente. Los avances técnicos son los que permitirán que una persona viva en la naturaleza y, a la vez, esté totalmente conectada con el resto del mundo y pueda desarrollar infinidad de actividades. Ese es “el equivalente natural de una ciudad”.

La tecnología es imprescindible para Lovegrove. Ha permitido avances impensables en diseño y es una de las vías que hacen posible volver a la naturaleza en los procesos de producción. Aunque, a la vez, como dictan las corrientes más actuales del diseño, considera que no todo puede quedar tras la pantalla de un ordenador. Es imprescindible tocar, manipular, contemplar… Insiste en que quiere que las personas disfruten más de sus diseños “en la realidad que en el ordenador”.

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Dices que la naturaleza libera formas…

Sí. La naturaleza libera formas porque las formas y estructuras a menudo crecen desenfrenada e incontroladamente en el espacio. Expresan un sentido de libertad porque aparecen sin límites y surgen de la libertad de crecer desde un código que les dice cuando parar. Es la belleza de la sensualidad orgánica integrada en una armonía material y estructural.

¿Por qué piensas que el diseño industrial es el arte del siglo 21?

Porque está en todo. Desde los coches a los teléfonos. Desde la arquitectura a la comida. Se ha convertido en una nueva fuente de expresión creativa en constante evolución que representa la potencialidad del tiempo que vivimos. Ciertos productos se conciben y se comunican de una manera tan vital y estimulante que originan sentidos de la vida y una consciencia más allá de lo banal. El arte es inesperado y el diseño es algo previsto. Por eso, para mí, el diseño que encarna lo inesperado está muy cerca del arte.

¿Empieza a tener el diseño orgánico el reconocimiento que merece?

Sí. Creo que el conocimiento del diseño y los diseñadores orgánicos ha crecido enormemente en los últimos años. También se conocen mucho más sus trabajos. Hay un nuevo status para el diseño que contribuye de forma poderosa en la dinámica del crecimiento comercial y cultural de la sociedad global.

¿Cuáles son las principales diferencias entre el concepto de diseño del siglo 20 y el siglo 21?

La forma en la que se traspasa la información y las condiciones para la creación (al igual que sus referencias y su sentido en sí) han evolucionado radicalmente conforme se pasaba del siglo 20 al siglo 21. Nos hemos despojado de nuestra obsesión por lo retro como garantía de seguridad y en su lugar hemos situado nuestra confianza en la tecnología, la ciencia y el potencial de los nuevos materiales. Las reglas han cambiado conforme los recursos se han vuelto más limitados y la necesidad de adherirse a nuevas condiciones ecológicas y humanitarias nos han ido afectando cada vez más. Veremos una explosión de diversidad y una transformación fantástica en todo, desde coches a arquitectura, conforme la inteligencia artificial y las formas más elegantes de manufactura vayan transformando toda la estética a nuestro alrededor.

Este artículo apareció publicado en el número de julio de la revista Yorokobu.

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1 Comment ¿Qué opinas?

  1. […] Esa manera de vincularnos con el entorno debe ser tan ligera y liviana como sea posible, una característica que asoma invariablemente en sus trabajos; sean sillas, lámparas o relojes. En un mundo que se virtualiza demasiado rápido, Lovegrove dice que desea que las personas disfruten más de sus diseños “en la realidad que en el ordenador”. Y, placeres estéticos aparte, no se olvida de la necesidad ecológica. “Necesitamos una nueva economía en la forma de producir”, insiste. […]

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