Si te dijera que en un espacio de 125 metros de largo por 80 de ancho caben 110 casas, más de 1.200 personas –según sus habitantes, 497; seguramente para evitar un desalojo–, cuatro tiendas, tres alojamientos, un colegio, una gallera –dícese del lugar donde dos gallos se pelean–, un puesto de salud, una discoteca, un acuario con un tiburón… ¿me creerías? Adivino la respuesta.
Y si añadiese que esto sucede en una isla del Caribe que no tiene ni playa ni palmeras ni mosquitos, me llamarías tarado, ¿verdad? Pues sí, esta pequeña pero atestada y atípica isla se encuentra en el departamento de Bolívar, Colombia. Y aún le sobra espacio para guardar toneladas de alegría y felicidad, además de alguna que otra visita.
Santa Cruz del Islote –conocida como Islote, sin más– es uno de esos lugares que impresiona y atemoriza en la distancia, pero que cuando pisas tierra firme –la poca que queda–, te das cuenta de que en un lugar así, con tal escasez de recursos y de espacio, también se puede ser feliz. Lo que para la mayoría podría suponer un castigo, al estilo de Alcatraz, para sus habitantes es un regalo. No cambiarían su diminuta isla por nada. Únicamente los chicos que obtienen una beca para ir a la universidad salen del Islote rumbo a Tolú, la ciudad costera más cercana –a 1 hora en lancha rápida–. Los menos afortunados deben repetir curso hasta que consigan reunir suficiente dinero para seguir estudiando fuera.
El Islote forma parte del archipiélago de San Bernardo. Hasta aquí llegaron algunos pescadores hace más de dos siglos, refugiándose de las plagas y de los mosquitos que aquí no existían –ahora no caben–. Lo que era una isla de arena blanca se terminó convirtiendo en la isla más densamente poblada del planeta. A día de hoy, ya no existe suelo para nuevas viviendas, teniendo que continuar construyendo hacia arriba.
Paseando por sus calles, vislumbras al instante la falta de espacio. Solo existe un área despejada de edificios, la plaza que sirve de recreo para los niños del colegio. En medio de esta plaza se encuentra la cruz que da nombre a la isla. El resto de calles son inapreciables.
Según sus habitantes, son muchos los bulos propalados sobre el Islote. Entre ellos se encuentra la afirmación de que viven 1.250 personas. José Isabel Hidalgo, uno de los más viejos del lugar, nos asegura que «tan solo» viven 497 habitantes, de los cuales más de la mitad son niños. Tampoco es verdad que toda la población sea parte de una misma familia, aunque lo cierto es que solo existen seis apellidos entre todos los paisanos.
El Islote ha carecido históricamente de servicios básicos como agua, luz o alcantarillado. Aunque, después de diferentes demandas al Gobierno por parte del consejo comunitario, han conseguido un generador más potente y la instalación de 180 paneles solares, donados por Japón, que les permiten disponer de luz prácticamente toda la noche.
La armada nacional de Cartagena es la encargada de suministrarles agua, 250 toneladas cada tres meses, y que debe ser racionada por ellos mismos entre las 120 familias de la isla. Mientras esperan la llegada de la armada, solo les queda implorar al cielo y recoger el agua que les devuelve.
En Santa Cruz del Islote existen valores intactos como dar al que no tiene y compartir. Muestra de ello es la cocina comunal que poseen y en la que todos pueden comer. «Aquí nadie pasa hambre porque el que no tiene recibe del vecino». Es tal el ejemplo de convivencia que no existe una figura autoritaria, como policía o ejército. Aquí no hay disputas ni rencor ni atracos. Ellos dictan sus propias leyes, donde la primordial es la de aprender a respetar.
La principal actividad económica siempre ha sido la pesca, que es cada vez menor debido al deterioro que ha sufrido la zona a causa del tránsito elevado de embarcaciones. Hoy en día la fuente de ingresos es compartida entre la pesca y el turismo. Son muchos los locales que acuden a trabajar a las islas contiguas de Múcura y Tintipán. Por esta última termina pasando toda la población en alguna ocasión, puesto que allí es donde se encuentra el único cementerio disponible de la zona.
Además del turismo y la pesca, la otra distracción estrella es la pelea de gallos, siendo los pollos del Islote los más cotizados y reconocidos. Hasta Santa cruz del Islote acuden apostadores de toda la región. Las peleas se desarrollan en la multiusos gallera del pueblo, que también hace las veces de iglesia.
Y os preguntaréis: en una isla que cabría en un campo de fútbol, ¿hay equipo de fútbol? Sí, el equipo del Islote es el único que siempre juega fuera de casa. Fue creado por el exportero internacional colombiano Mondragón. Los entrenamientos se desarrollan en un espacio de apenas seis metros cuadrados donde el portero ha de situarse en una barca en mitad del mar.
Analizando la situación del Islote, es inevitable no preocuparse por cómo el hombre es capaz de alterar su propio entorno y los recursos naturales. Es un ejemplo, a pequeña escala, de lo destructivos que podemos llegar a ser con lo que nos creemos que es nuestro, el planeta Tierra.
A espaldas de esta realidad y a unos pocos metros se encuentran otras creaciones artificiales en forma de casas en el agua, como la del famoso cantante Lucas Arnau y el exmagistrado y corrupto Jorge Pretelt. «Cada cuanto llegan en sus lujosos barcos y se marchan de enseguida».
Como dije anteriormente, el Islote me causaba una sensación incómoda antes de visitarlo, pero una vez allí todo fue distinto. Ojalá sigan viviendo con esa misma alegría por mucho tiempo en lo que para ellos es un auténtico paraíso.
CLARO EJEMPLO DE QUE TODOS CABEMOS EN ESTE PLANETA CREADO POR LA MANO DIVINA.