Debemos recordar Estudio en rosa (Sherlock 1×01) para entender el significado de una acción, en apariencia simple, en El detective mentiroso (Sherlock 4×02). En el episodio 4×02, Watson deja su bastón en la habitación donde Sherlock convalece. «Vengo a despedirme», dice el médico a la enfermera.
Estudio en rosa comienza con imágenes de guerra. Watson despierta en una habitación anodina y se sienta en el borde de la cama. La cámara va hacia atrás, el plano se abre y muestra un bastón a la izquierda apoyado en una mesa. Aunque delgado, el bastón tiene el peso visual en la composición. En la siguiente escena, la cámara sólo muestra la mano derecha de Watson empuñando el bastón, y la mano izquierda, temblorosa, agarrando una manzana verde y una taza con el escudo de Reino Unido.
ESTUDIO EN ROSA
No reparamos que la distancia entre la cama y el bastón es excesiva para un hombre que cojea (Moffat y Gatiss —que interpreta a Mycroft en la ficción— siguen las reglas para componer un relato de detectives honesto: no ocultan pruebas para conceder al público las mismas oportunidades que el detective para resolver el crimen). La sucesión de imágenes nubla la lógica del público.
Después, Watson habla con una psicóloga que le insiste en continuar el blog que inició para exponer su adaptación a la vida civil. Llegan los crímenes del taxista. Watson conoce a Sherlock en el laboratorio forense por mediación de un conocido común y tras un breve intercambio de palabras, el detective propone a Watson compartir piso.
«¿Y ya está? ¿Nos acabamos de conocer y ya vamos a ir a mirar un piso? No sabemos nada el uno del otro. Ni siquiera sé su nombre», dice Watson.
Holmes revela a Watson cuánto ha descubierto de él en apenas un minuto y remata: «Y sé que su terapeuta piensa que su cojera es psicosomática, y tiene razón. Es suficiente para empezar, ¿no cree?».
Sherlock se ha percatado de que la cojera de Watson representa el esfuerzo del médico para adaptarse a la vida civil (la pista la dieron Moffat y Gatiss con el bastón alejado de la cama). Cuando el inspector Lestrade solicita la intervención de Sherlock, este dice a Watson: «Eres médico militar. Has visto una gran cantidad de lesiones, entonces. Muertes violentas». Watson contesta que «suficientes para toda una vida, demasiadas». Holmes pregunta: «¿Quieres ver alguno más?». Watson ni lo duda: «¡Dios, sí!».
Watson se embarca en una aventura de la que otros le sugieren bajarse. La compañera de Lestrade advierte al médico: «Aléjese de él. Cuánto más raro es el crimen, más le pone. Es un psicópata, los psicópatas se aburren. Un día pondrá el cadáver». Más tarde, Mycroft sugiere a Watson que abandone a Sherlock, pero lo ve difícil.
«No le atormenta la guerra, doctor Watson, la echa de menos», dice Mycroft al ver que la mano temblorosa de Watson ya no tiembla, cosa que el médico observa satisfecho. A Holmes le ponen los crímenes raros; a Watson le pone el peligro e intuye que su rareza sólo podría ser aceptada por la rareza del detective consultor.
Al iniciar la persecución a un taxista (una falsa pista) Watson olvida el bastón en un restaurante. No basta que veamos a Watson salir a la carrera: la cámara destaca el bastón. Ya en 221B de Baker Street, un hombre devuelve el bastón de Watson, pero el médico no volverá a utilizarlo. A partir de este momento, el médico no puede prescindir de Sherlock: el detective se ha convertido en el nuevo bastón de Watson.
En El detective mentiroso, cuando Watson deja el bastón a Holmes quiere romper de una vez por todas con el amigo. El bastón representa la dependencia emocional (un símbolo que se convierte en práctico al grabar la confesión del criminal). El objeto también funciona como símbolo para el detective: necesita apoyarse en Watson.
Sherlock no sólo se droga hasta un punto cercano a la muerte para cumplir la última voluntad de Mary. Sherlock quiere a Watson y se siente incompleto sin su amigo. Sherlock es el bastón de Watson y Watson el de Sherlock. Para exponer esta necesidad mutua los guionistas Moffat y Gatiss recurren a una historia con un desarrollo y una serie de elementos que recuerdan al primer caso juntos (Estudio en rosa).
Nos acercamos al Holmes y al Watson de los inicios (los más cercanos al canon Doyle) cuya recuperación comenzó en el capítulo de Las seis Thatchers. Los puntos álgidos de la relación están dentro de la estructura clásica de una producción de 90 minutos: un golpe en el minuto 30 y otro en el 60 (minuto arriba, minuto abajo) que coinciden con las dos tramas: A) La relación Watson-Sherlock y B) el caso. Sherlock (vía señora Hudson) recurre a Watson en el minuto 31 y Watson golpea a Holmes en el minuto 58.
Una estructura clásica que soporta flashbacks mentirosos, brevísimos flashforwards (escenas del futuro) y una primera media hora con ritmo de vodevil con puertas (reales) que se abren y se cierran (Holmes en el maletero es otra puerta teatral). Pero sobre todo, la estructura da importancia al tema principal como marca la teoría narrativa: la relación rota entre Watson y Holmes tras la muerte de Mary. Una estructura que coincide con el caso criminal.
Una diferencia importante entre el Watson de Estudio en rosa y el de El detective mentiroso es el bastón. En el episodio 4×02 el bastón es la proyección de Mary. Por otro lado, Pepito Grillo que guía los pasos del doctor e imagen que representa el sentimiento de culpa por el flirteo con la joven del autobús.
La recuperación de la esencia está acompañada de referencias a la gorra y a Irene Adler.
«Debería tener la gorra. A los niños les encanta», dice la proyección Mary. Los niños somos nosotros, el público. El afán porque Sherlock lleve la gorra aparece después de que los admiradores del detective ignoren que Watson es el autor del blog. John Watson —como Conan Doyle— vive a la sombra del mito que ha creado. Antes de Watson, el detective era una figura oscura sólo conocida por la policía.
Pero no es posible volver a los orígenes e ignorar el bagaje adquirido. Sherlock Holmes y John Watson han llegado al punto de la sanchificación de don Quijote y la quijotización de Sancho. Aquí está Holmes desamparado y emocional. Watson está contenido y muestra, con la colaboración de la señora Hudson, una capacidad deductiva que le lleva a salvar a su amigo. Capacidad que más tarde le lleva a descubrir el cumpleaños de Holmes por el gemido de Irene Adler en el teléfono móvil.
«Le gusta la dominatrix», dice Mary. «Es puro estereotipo sin darse cuenta». Así tiene Watson una pequeña satisfacción de saber que el detective puede ser tan previsible y rutinario como cualquier persona. Pero Watson no se queda en el apunte. El gemido le lleva a descubrir la cobardía de Holmes para implicarse en una relación. Holmes se escuda en su dedicación casi religiosa al crimen.
«Ella te completaría como persona», dice Watson. «Confía en mí, Sherlock, se habrá ido antes de que te des cuenta». De nuevo el diálogo funciona como vehículo para referirse a dos temas. Watson también habla de sí mismo y lamenta no haber confesado su flirteo con otra mujer y no haber sido el hombre que ella esperaba. Las lágrimas de Watson tienen como consuelo el abrazo de Holmes.
Sherlock cierra la escena colocándose la gorra. Así quiere decir: «confío en ti, John».
La hermana de Sherlock Holmes es otra historia.
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